Hace unas semanas se ha hecho un experimento político que tiene toda la pinta de sacudir, todavía un poco más, el mapa político de este país. En eso, la ANC se ha convertido en auténtica especialista. En la primera vuelta de las primarias para designar al cabeza de lista de una candidatura independentista a las elecciones municipales de Barcelona del próximo 26 de mayo, ha participado diez veces más gente que en las celebradas por el PDeCAT y ERC juntos. Solo eso explica ya muchas cosas de las que pasan en la política de nuestro país.
Cada vez es más evidente que la gente va por un lado y los partidos clásicos por otro. No es un tema menor, es una corriente de fondo que viene de lejos. Si la gente creyera en los partidos y valorara su papel, habría sido más lógico que la participación en las primarias de los partidos superara, de largo, las convocadas por una entidad sin tradición política, y aún menos en el campo municipalista. No ha sido así y esta segunda opción ha ganado por goleada. Ha ganado el primer round, no nos engañemos. Los aparatos de los partidos se lo han mirado de reojo, con una cierta displicencia, como si no los afectara.
Quizás resultaba difícil de entender que el proceso de configurar una candidatura unitaria del independentismo en el Ayuntamiento de Barcelona empezara por unas primarias en que se votaba el nombre de los candidatos antes de hablar y decidir qué programa hacía falta para sacar la ciudad de la apatía y la decadencia en la que parece instalada y definir el papel que puede ejercer en el escenario internacional como capital de un nuevo Estado. Si los partidos políticos independentistas no estuvieran encerrados en sí mismos, quizás se hubiera podido empezar por plantear un debate abierto sobre el futuro de la ciudad, como hace alguno de los candidatos independientes. Este parecería el proceso lógico y normal en una ciudad segura de sí misma, y acabaría con la elección, mediante primarias, del mejor candidato y equipo para llevar a cabo el programa resultante del debate ciudadano. Con el panorama existente, sin embargo, se entiende que la ANC haya decidido dar apoyo a un proceso que empieza al revés. Había que sacudir la situación y, con esta participación, se ve que la apuesta ha sido acertada.
La jugada de la ANC era arriesgada y quizás solo acaba de empezar. De momento, las primarias impulsadas por la ANC, entre otras organizaciones menores, han marcado estilo y empiezan un camino del que será muy difícil salirse sin arriesgarse a perder hasta la camisa. El objetivo de la entidad está claro: conseguir que la alcaldía y, por tanto, el equipo de gobierno, sea favorable a la instauración de la república catalana... lo antes posible. Y, de rebote, que Barcelona se pueda dotar de las herramientas necesarias para ejercer realmente de ciudad europea de primer nivel. Con este objetivo y quizás cinco candidaturas disputándose el espacio electoral independentista, por muy amplio que sea, la iniciativa de las primarias no puede quedar aquí, a menos que el movimiento independentista quiera hacerse el harakiri colectivo. Al límite del ridículo, por decirlo suavemente.
Es posible que antes de que se acabe enero tengamos, además, una propuesta de la Crida Nacional per la República. Quizás será el primer reagrupamiento de candidatos y, si la Crida quiere ser coherente con su manifiesto fundacional, será el primer paso para conseguir la unidad del independentismo y luchar, con posibilidades de éxito, por conseguir el gobierno de la ciudad. Pero ¿unidad para qué y cuándo? Y ahí está donde pueden empezar a aclararse las incógnitas. Parece que la unidad a posteriori, en torno al candidato más votado, no sea la mejor de las opciones, sobre todo si recordamos que en las elecciones municipales la alcaldía recae en la fuerza ganadora si no hay un acuerdo alternativo que la supere, como ya sucedió hace cuatro años. Al fin y al cabo, sería reproducir los mismos errores y la vieja política de siempre, la de sumar para tener el poder con los típicos repartos de sillas y acuerdos programáticos de mínimos. De momento, nada nuevo ni esperanzador.
La unidad a priori tiene muchas ventajas, sin duda. La ciudad y el país saldrían ganando, sobre todo, si la unidad se forma en torno a un proyecto compartido, un proyecto de máximos y ambicioso, promovido entre todos (o quizás sólo por algunos...) y con la participación de la ciudadanía. Cuesta imaginar a los candidatos o candidatas que unos y otros han ido proclamando manteniendo el discurso partidista de siempre y repitiendo los mismos errores. Sin embargo, vista la experiencia, tampoco sería demasiado sorprendente.
¿Es un sueño hablar de un proyecto compartido, sometido al debate y valoración de la ciudadanía, y completado con unas primarias entre los candidatos de los diferentes partidos y organizaciones que agrupen lo mejor de cada casa? Estamos en un momento histórico excepcional y, más que un sueño, este proyecto es, sobre todo, una necesidad. Es el objetivo ambicioso que nos merecemos la ciudadanía de Barcelona y la de todo el país, que también tiene derecho a dar su opinión cuando se trata de decidir el futuro de la capital, sin la que la república catalana no será posible. Porque si en algún sitio nos jugamos esta posibilidad es, sobre todo, en las elecciones municipales de Barcelona.
Es posible que algunas formaciones políticas, ancladas en las viejas formas o viviendo en realidades paralelas, no sean capaces de tener la generosidad y la altura de miras que las circunstancias exigen. Quizás algunas, faltas de ideas y liderazgos, vuelvan a caer en el paraguas simbólico de los presos, quizás seguirán creyéndose que podemos instaurar la república sin tener la alcaldía de la capital del país, quizás... Quizás será la gota que colmará el vaso de nuestra paciencia...
Las primarias de la ANC han ayudado a dar el primer paso. Esperamos que la Crida sepa dar el siguiente y, si lo hace, que después vengan tres meses frenéticos, con una precampaña centrada en el proyecto de ciudad, de país, y no en las manías de los publicitarios que buscan y venden el mejor perfil del candidato o candidata y le hacen decir frases más o menos pulcras o ingeniosas. Si eso fuera así, con un llamamiento a trabajar por la unidad desde el acuerdo programático surgido de un amplio debate ciudadano, el paso siguiente parecería lógico: unas primarias entre los candidatos y candidatas propuestos por las diferentes formaciones. ¿Estarían dispuestos a hacer real una nueva manera de hacer política y, al mismo tiempo, actuarían con la generosidad necesaria para apoyar a quien resultara ganador de unas primarias con una alta participación? Debemos confiar en el buen criterio y el sentido de Estado de Jordi Graupera, de Ferran Mascarell, de Neus Munté y del PDeCAT, de Ernest Maragall y de ERC, de la Crida y también de la CUP, que no puede quedar al margen de un movimiento impulsado y protagonizado por la ciudadanía. ¿Mantendría alguien su posición actual sabiendo que se puede encontrar, en la noche electoral, en un valle de lágrimas de esas que las encuestas no han sabido predecir? Pero, sobre todo, ¿seguiría alguien defendiendo que la nueva política que reclama la ciudadanía se hace solo con palabras y maquillaje?
EXIGENTES.cat: Alícia Casals, Ariadna Benet, Enric de Vilalta, Eudald Carbonell, Jaume Marfany, Joan Carles Roca, Joan Contijoch, Joan Guarch, Jordi Manyà, Josep Ferrer, Josep Lluís Fernàndez, Josep Pinyol, Joan Puig, Josep Viana, Miquel Strubell, Mireia Juanola, Pere Oriol Costa, Pere Pugès, Rosa Maria Quintana, Rosa Maria Dumenjó, Víctor Cucurull y Virgili Delgado.