Los artistas vamos llegando. Hermandad, instrumentos, un vaso de cerveza, un abrazo. La Fuente de Montjuïc de telón de fondo empezando a iluminarse. La noche cae y se abre la noche. Barracones prefabricados haciendo de camerinos delimitan el campamento base por los cuatro lados. En medio del cuadrado, mesas colocadas al aire libre con un poco de comida y buen ambiente. En el otro lado de la fuente se levanta el escenario imponente que mira hacia las torres venecianas. Un hormiguero de técnicos, montadores, productores y músicos suben, bajan, entran y salen. El concierto por el País Valencià está a punto de arrancar. Toda ayuda recaudada será poca. La avenida Maria Cristina grita entregada. La gente está ahí, la gente nunca falla. Solo el pueblo salva el pueblo.
Las Llavors [semillas] de La Fúmiga son sembradas y los focos de colores ya giran. Que si Masstimas [me quieres], pregunta Edu Esteve. ¿Cómo no te voy a querer, Catalunya?, si en dos semanas has sido capaz de levantar un gran concierto de la nada y construir una actuación colectiva de apoyo a los amigos valencianos. Una idea de Lluís Llach —y la Assemblea Nacional Catalana (ANC)— que cuando levanta el teléfono recibe el 'sí' inmediato de Xavier Antich y Òmnium. Los dos, coorganizadores del acto, secundados enseguida por decenas de entidades. Manos a la obra. Somos de un país, somos del mundo, nos recuerdan los Brams, mientras una estelada gigante se despliega por encima de las cabezas de los asistentes. Un País petit [País pequeño] con el corazón muy grande, de Salses a Guardamar, de Fraga a L'Alguer. De la Mallorca de Pau Franch a L'Empordà de Llach, del Ebro de quien os escribe a la València de Borja Penalba. Los cuatro hermanados, micrófono en mano. Porque sí, como escribía Bertolt Brecht: O todos o nadie.
Y la lluvia hace acto de presencia y obliga a suspender el concierto durante casi tres cuartos de hora. Un concierto pensado para plantar cara a una trágica DANA acaba también recibiendo agua a punta pala. Contra todo y todo el mundo, pero seguimos, musical y metafóricamente. Porque aquellos 45 minutos, vistos desde el escenario —medio empapado, medio cobijado— se convierten en el orgullo de ver las 15.000 voces del público aguantando estoicamente y cantando bajo la lluvia —ríete tú de Fred Astaire— todo tipo de repertorio para pasar el rato. Desde el himno del Barça a L'Estaca, pasando por el Sol solet. El humor que no falte. Paraguas y capelinas alzados y cabeza bien alta, que quizás cuando éramos niños Caure no feia mal [Caer no hacía daño], pero Joan Dausà y Santi Balmes nos recuerdan que ahora no podemos dejar caer a los camaradas valencianos, que el golpe es demasiado grande y nos necesitan. Nos necesitamos.
El concierto para el País Valencià organizado por la ANC y Òmnium reunió a 15.000 personas en la avenida Maria Cristina de Barcelona, que vibraron durante más de cuatro horas con la veintena de artistas participantes de todos los Països Catalans
Porque Seguirem somiant [Seguiremos soñando] con la dimisión de Mazón y con la independencia por la que el público clama cíclicamente. Porque Sopa de Cabra sabe que eso se puede cumplir Si et quedes amb mi [Si te quedas conmigo]. Y los que ya hemos actuado, escondiditos detrás del telón nos agarramos por los hombros, conscientes de la suerte de estar y miramos por la ranura de la cortina y hacemos alguna foto con el móvil. Els Catarres saben que podemos ser Invencibles, el Cant de lluita [Canto de lucha] de las Roba Estesa nos hace levantar de nuevo el puño y los Volcans de los Buhos hacen estallar la alegría. Sant tornem-hi [Vuelta a empezar], grita Mama Dousha y los incombustibles Eléctrica Dharma nos hacen viajar a Algemesí y saltar con La presó del rei de França [La prisión del rey de Francia]. Entre bastidores se pasea la euforia con vehemencia, porque ya lo decía Estellés, que no podrán nada ante un pueblo unido, alegre y combativo. Tres conceptos que habría que recuperar y que la noche del viernes 22, por unas horas, volvieron a confluir.
Pasan las horas y se van desgranando los últimos repertorios con la mirada puesta en el cielo para ver los Avions volant [Aviones volando] de Julieta y para comprobar que las nubes acaban dando una tregua definitiva. Emprendemos la recta final con los Nens del barri [Niños del barrio] de 31 FAM y la Marina està Morena de los Figa Flawas. Media noche suena y el carruaje no se ha convertido en calabaza gracias a la magia de un público inmenso que se ha dejado el gaznate durante más de cuatro horas y a un equipo incansable que ha montado el acontecimiento en tiempo récord. Oques Grasses enfilan los últimos peldaños del escenario. Todo el equipo que ha hecho posible este milagro nos vamos cruzando las miradas, en silencio, emocionados y cansados, pensando que Sort en tinc de tu [Suerte tengo de ti] y de vivencias como esta. Todo es más fácil si lo hacemos rodeados de la gente que queremos.
El reloj ya marca que estamos en el día siguiente. Poco a poco desfilan mayores y pequeños, amigos y familiares, conocidos y anónimos. Cogidos del brazo por una misma causa vuelven hacia casa. Ya lo decía la escritora nicaragüeña Gioconda Belli: la solidaridad es la ternura de los pueblos. Ser Països Catalans también es esto. Hemos compartido escenario con compañeros de profesión con los que tendremos más o menos amistad o afinidad, más o menos gustos, estilos o circuitos comunes, pero con quien sí que abrazamos una misma idea de unidad y de la cultura como herramienta de transformación social. A pesar de los cincuenta años de diferencia entre el músico más viejo y el más joven, de la enorme distancia entre la canción más antigua y la más moderna, a pesar de las incertidumbres y miserias del actual momento político y aunque una tormenta quiso aguarnos la fiesta... La música cura. La fraternidad, también. Por eso, a pesar de la niebla hay que caminar.