No sé si Gabriel Rufián lee a Churchill, aunque es un ejercicio que recomendaría a todo el mundo, y especialmente a aquellos que quieren dedicarse a la política. Hay buenas recopilaciones de sus mejores discursos, entre otras una antigua, pero magnífica, ¡No nos rendiremos jamás!, publicada en La Esfera de los Libros. Tampoco sé si el apreciado diputado estaría de acuerdo con una de las frases célebres del gran estadista, aunque estoy segura de que, dada su irrefrenable tendencia a la incontinencia verbal, le resultaría muy útil. Decía Churchill: "En el curso de mi vida, a menudo me he tenido que comer mis palabras, pero debo confesar que es una dieta sana".
Sana o indigesta, suele ser una dieta inevitable, especialmente en el arte de la política, tan inclinado a las promesas fatuas. Y si hay un líder político que sobresale en esta materia, ciertamente, es Gabriel Rufián, que tanto se precipita ofreciendo 155 monedas, como se apunta a la conspiranoia rusa o desprecia las visitas a Waterloo. Se ha convertido en el niño travieso que profiere en voz alta los despropósitos que escucha en el comedor de casa, y, según parece, los papás no hablan nada bien de los vecinos de Junts. Tal vez es alguna especie de tic en el dedo que lo impulsa a un frenesí tuitero. Sea como sea, lleva ventaja en la práctica culinaria de tener que tragarse sapos.
Y de entre todos, uno de los más venenosos que tendrá que zamparse es aquel que dijo, exultante, cuando intentaba justificar el pésimo acuerdo por los presupuestos españoles, que firmó con ruidosa fanfarria. "Jugada maestra", lanzó a diestro y siniestro, especialmente dirigido a aquellos que criticaban el pacto que había hecho ERC con el PSOE. La "jugada maestra" prometía una cuota de Netflix en catalán y una sarta de bondades a favor del idioma, que tenía que perdonar la escasez aterradora de resultados surgidos de aquel acuerdo, tan de rebajas, que se acercaba al gratis te amore. ¿Cómo era posible que ERC negociara tan a la baja y regalara de aquel modo su voto a los presupuestos españoles? Lo era porque había una "jugada maestra", aunque fuera la única jugada a la que aferrarse. Finalmente, tramitada la transposición de la directiva europea con respecto a los servicios de comunicación audiovisual, la "jugada maestra" se ha transformado en una tomadura de pelo monumental que nos ha dejado a todos calvos. Cuatro años después de la directiva europea, y a pesar del acuerdo "maestro" con sus aliados republicanos, el PSOE ha acabado aprobando una ley centralizadora, contraria al mínimo respeto a las lenguas y protectora de los grandes imperios mediáticos. Es decir, ha tomado el pelo a ERC sin inmutarse, y lo ha hecho al mismo tiempo que justificaba haber espiado a decenas de catalanes. Realmente, la capacidad de Pedro Sánchez de estafar a los aliados es directamente proporcional a su falta de escrúpulos.
Cuando los acuerdos se escriben, reiteradamente, en papel mojado, no se cumple ninguna de las promesas, no se consigue ningún avance en ninguna materia relevante y se menosprecia una y otra vez al aliado, entonces no son acuerdos, son contratos de sumisión
Esta es la radiografía de la estafa. De entrada, se prometía que en el catálogo de los grandes operadores de contenido audiovisual, también los extranjeros, se incluiría un 6% de vídeos en catalán, vasco y gallego. Y se añadía que habría un reglamento sancionador que impediría que incumplieran la ley. Eso implicaba la presencia del catalán en las grandes plataformas como Netflix. Primera estafa: Netflix, Disney, HBO y etcétera han quedado exentos de esta obligación y no se les exigirá ni una mínima cuota en catalán, vasco o gallego. Es decir, aunque la ley europea asegura que "la protección de una determinada lengua es una razón imperiosa de interés general", la transposición española lo destierra completamente. La petición, pues, hecha por todo tipo de entidades como la Federación Llull, la Plataforma per la Llengua, la Escola Valenciana, el Euskalgintzaren Kontseilua o la Mesa pola Normalización Lingüística de tener una mínima presencia en el sector audiovisual de las grandes plataformas, ha sido, una vez más, tirada al cubo de la basura. A este hecho se añade la segunda estafa: cada plataforma debía tener disponibles, en catálogo, todas las obras que estuvieran dobladas en catalán, vasco o gallego. Ahora no tienen ninguna necesidad.
La tercera estafa es de traca. Aunque la ley tenía que ayudar a las productoras independientes —que sólo en Catalunya representan un millar de puestos de trabajo—, con la enmienda pactada con el PP y Ciudadanos, el PSOE ha redefinido la palabra "independiente" para incluir a los grandes grupos de comunicación como Mediaset y Atresmedia, que serán los grandes beneficiarios económicos. Como decía José Antich el viernes pasado, "con esta ley aprobada, películas como Alcarràs serían más difíciles de realizarse o casi imposibles". Además, el fondo económico no llegará a TV3 o a ETB o a la Televisión de Galicia, porque todo el fondo para las televisiones públicas se lo quedará la Corporación de Radio y Televisión Española. Finalmente, la cuarta estafa: la ley no reconoce a ninguna otra autoridad que la española en materia audiovisual, de modo que deja sin efecto la autoridad del Consell de l’Audiovisual catalán. Como decíamos, pues, de "jugada maestra" a estafa monumental.
En este punto, resulta imperioso preguntar a ERC qué sentido tiene mantener la alianza con un Pedro Sànchez que les toma el pelo cada día. ¿Por qué motivo se empeñan en una estrategia de apoyo que no aporta nada a Catalunya y, además, deja a ERC despojada de argumentos ante el independentismo? ¿Cuántas más humillaciones piensa permitir el partido de Oriol Junqueras? Porque la acumulación de desprecios de estas últimas semanas ha sido excepcional: negativa al encuentro de Pedro Sánchez con el president Aragonès; negativa a cesar a ningún ministro; justificación sin complejos del espionaje contra ciudadanos catalanes; aviso del ministerio de tutelar la imposición del 25% de castellano; y ahora la ley del audiovisual que, literalmente, se burla de todas las peticiones hechas desde Catalunya y (todavía más demoledor) de los acuerdos cerrados con los republicanos.
Evidentemente, la política es el arte del acuerdo y todo partido tiene la necesidad de buscar alianzas y dibujar estrategias, en función de sus intereses. De hecho, Catalunya es un país históricamente pactista, y más inclinado al diálogo que al conflicto. Pero siempre con la condición de que la relación sea tan equilibrada como efectiva. Cuando los acuerdos se escriben, reiteradamente, en papel mojado, no se cumple ninguna de las promesas, no se consigue ningún avance en ninguna materia relevante y se menosprecia una y otra vez al aliado, entonces no son acuerdos, son contratos de sumisión, incomprensibles en la relación política. Es posible que ERC tenga tanto miedo a cualquier alternativa al PSOE que acepte pulpo como animal de compañía, pero esta es otra forma de sumisión que, a la larga, devora a quien la practica. ERC se tendría que hacer valer un poco y, sobre todo, tendría que utilizar el poder que tiene para conseguir hitos algo significativos. Pero si la única estrategia es mantener tozudamente una alianza vacía de contenido, con unos personajes que desprecian, atacan e incluso espían a sus aliados, entonces hay que preguntarse qué más hay detrás de estos acuerdos, porque se han agotado todas las respuestas razonables. No se puede pasar de vender "jugadas maestras" a protagonizar estafas monumentales, y querer quedar indemne.