Puede que el engranaje político de la legislatura fuera más frágil de lo que parecía. Pasado el impacto más duro del tsunami Pegasus, en absoluto resuelto, se da por descontado que Pere Aragonès y Pedro Sánchez apaciguarán la crisis del espionaje político en el encuentro prometido y la posibilidad barajada desde Moncloa de dejar caer a la directora del CNI, Paz Esteban, una vez se conozca hoy la lista completa del alcance del hackeo, recogida en el informe del Centro Criptológico Nacional con los móviles de los ministros infectados.
En pleno terremoto Pegasus, asoma otro casi mayor a la izquierda de Sánchez. La debilidad del bloque para armarse sin dejarse el entusiasmo por el camino. El acuerdo en Andalucía es un hito. O debía serlo. Un paso importante para Yolanda Díaz a nivel estatal al conseguir unir por primera vez a los de Iñigo Errejón con los de Pablo Iglesias. Pero la ruptura del bloqueo ha quedado empañada por el desastre de la gestión de última hora. En el reparto de culpas, las mayores son del partido de Iglesias. Podemos ha pasado de reivindicar patear el tablero político a patear el suyo propio.
Las distintas marcas andaluzas se han pasado meses trabajando con discreción para llegar a un acuerdo. Al final, la toxicidad política de la coalición andaluza ha llevado a Yolanda Díaz a asegurar que el "proyecto de escucha" que lanzará definitivamente después de estos comicios no tendrá nada que ver “con lo que estamos viendo”. Isa Serra, de Podemos, responde que sí, que este es el primer paso del futuro espacio. Y aún con estas, todavía no sabemos si Podemos está fuera de la coalición en lo legal y en lo político. Porque a estas horas, reivindican imponer el acuerdo bilateral al de los cuatro partidos de la coalición original, este sí, registrado en tiempo y forma.
Sin “frente amplio”, la hoja de ruta económica y social progresista, la mesa de diálogo en Catalunya, la articulación de un bloque plurinacional, desaparecen
Podemos está fracturado en los territorios y es un partido en descomposición en lo nacional. Tiene muchos méritos, el mayor conseguir materializar una coalición de izquierdas, pero está siendo incapaz de valorar el sitio que le corresponde en el “frente amplio” de cara a las próximas generales. Ese lugar pasa por la responsabilidad política y social de ilusionar a sus bases y ceder el mando a Yolanda Díaz y a los acuerdos y consensos allí donde tiene representación. Puede que el fin principal objetivo de la futura candidata sea reconstruir IU y dejar en la cola a sus socios de Podemos, pero aun asumiendo esta opción, merece que le despejen el camino para los aciertos tanto como para los errores.
Así que de movimiento ilusionante a batalla campal a plena luz del día. Desde Podemos, siguen alegando off the record cierta animadversión mediática contra la formación. Pero fue la propia marca la que apuró los plazos hasta llegar 15 minutos tarde al registro. Las presiones por las listas y las futuras subvenciones, negociaciones legítimas e intrínsecas a la política, deberían tener como único freno evitar la autodestrucción del propio espacio. Lejos de esto, desde dentro de la formación, hay quien admite que Andalucía puede ser el primer acto de un calendario electoral lleno de minas.
Hasta ahora, la vicepresidenta Yolanda Díaz no ha atacado a las ministras de Podemos, ni se le conocen desplantes en público, ni un solo desprecio a la formación. En el momento andaluz, tras cinco meses de negociaciones, ha sido Podemos quien tiró por tierra en el último minuto la escenografía de la unión en la Feria de Abril, con Yolanda Díaz abrazada a la candidata de Podemos y su imagen icónica tirando una cerveza en una caseta, en alusión a los empresarios que defendían la explotación laboral de jornadas de 16 horas. “Que sirva ella una cerveza”. Y la sirvió. Pero la foto y el paseíllo del acuerdo fueron en vano. Fue Díaz quien tuvo que intervenir in extremis para forzar un acuerdo. Y fue Podemos, por más que repartan culpas, quien apuró los plazos hasta romperlos.
Quien mire desde lejos este desastre en Andalucía debe entender que le afecta. En cada cita electoral se irá armando o desarmando el espacio a la izquierda del PSOE, la única opción de repetición de legislatura progresista. Sin “frente amplio”, la hoja de ruta económica y social progresista, la mesa de diálogo en Catalunya, la articulación de un bloque plurinacional, desaparecen. No hace falta recurrir al manido "que viene el lobo de la ultraderecha". Sabemos que el proyecto PP y Vox pasa por una España monocolor, con la tensión añadida de Vox pidiendo eliminar las autonomías, un bastión anticonstitucional de su programa electoral que no es otra cosa que borrar lenguas, naciones y si pudieran, según han proclamado desde el Congreso, ilegalizar a los partidos independentistas.
Desde dentro de Podemos, reconocen que las elecciones municipales del próximo año son las más complicadas para el espacio por las distintas marcas minoritarias nacidas a la sombra de Podemos en 2015. Seguidas de las elecciones de 2019, donde en casi ningún lado llegaron a pactar IU y el partido morado. Un ejemplo es Zaragoza, donde hay dos concejales de Podemos y tres de Zaragoza en Común que no se hablan entre ellos. Más allá de la letra pequeña, si se juega a romper las municipales el destrozo será mayor. De momento, Andalucía es la primera cita hacia las generales y el “frente amplio” es el de Judea. Con la dichosa guerra del relato de por medio. Podemos tiene que elegir ser el grinch de la coalición, el destructor o el generoso. Veremos.