El comisario Villarejo ha sido el Pegasus particular del PP. Bajo las órdenes de la cúpula del partido intentó desatornillar la causa por financiación ilegal desde el año 2009 hasta su entrada en prisión en noviembre de 2017. El enlace perfecto para los encargos prohibidos. Pero el PP no contó con que les iría grabando uno a uno. Según explicó el comisario en el programa FAQs, en su primera entrevista tras salir de prisión, en ocasiones le activaban el micro desde fuera, aunque en la mayoría está probado que lo hacía él mismo, como se escucha en decenas de grabaciones donde le oímos activar la grabadora antes de que empiecen las reuniones. Nunca fue una fuente fiable y no sabemos si lo hizo para protegerse o extorsionar, pero ahí están, los sonidos irrefutables de años de corrupción política.
Villarejo, el Pegasus traicionero del PP, respondió a las órdenes de la secretaria general, María Dolores de Cospedal, el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, su secretario de Estado de Seguridad, Francisco Martínez y una red de afines a la cúpula del partido y el Gobierno. Sus grabaciones y el sumario Tándem revelan las operaciones que el ejecutivo de Mariano Rajoy no podía hacer de manera legal. Desde boicotear la instrucción de Gürtel, destruir las pruebas en poder de Luis Bárcenas —la libretita, en palabras de Cospedal— a aniquilar enemigos políticos, de Podemos a los líderes independentistas.
Conoceremos la verdad política al margen de la judicial por las cintas que quedan por salir. Y las tramas son de tal dimensión, tantos GAL sin muertos, que no importa cuántas veces el Partido Popular cambie a su presidente
Sobre las causas políticas que se escuchan en las grabaciones, no parece que la Justicia vaya a dar más respuestas. La conocida como Operación Cataluña ni siquiera tiene causa abierta, nadie ha presentado querella, tampoco la Fiscalía. Y en Kitchen ha concluido los plazos de la investigación. La reapertura para incluir a María Dolores de Cospedal, al exdirector de la Policía Ignacio Cosidó y a Mariano Rajoy no tiene ningún viso de prosperar. Para conseguirlo, el PSOE -que sí ha pedido la reapertura- tendría que acudir a la Sala de apelaciones, órgano superior de la Sección Tercera que ratificó el cierre de la instrucción, por encima de la Sala de lo Penal de la Audiencia. Tendría también que alegar que se cerró en falso, con diligencias clave por practicar, y que la Sala atendiera al requerimiento. Un camino jurídico posible, pero de todas improbable.
Así que conoceremos la verdad política al margen de la judicial por las cintas que quedan por salir. Y las tramas son de tal dimensión, tantos GAL sin muertos, que no importa cuántas veces el Partido Popular cambie a su presidente, las grabaciones, seguirán ahí. Y tampoco cuantas veces el PP se ponga de perfil, ni la poca credibilidad del comisario, escuchar al anterior gobierno del PP en esas cintas retrata con absoluta credibilidad el modus operandi que se impuso en España durante la legislatura de Mariano Rajoy.
Pablo Casado intentó sacudirse la corrupción del partido. Lo hizo negándose a dar explicaciones, bajo el mantra del silencio y prometiendo la venta de la sede. La idea era borrar el simbolismo de un edificio que, como dijo el abogado del denunciante de la Gürtel en 2009, Ángel Galindo: "Si sale todo, tienen que cerrar Génova 13". Y salió. El nuevo coordinador general, Elías Bendodo, ha empezado la semana descartando la venta del inmueble y del cambio de sede. La intención del nuevo PP, según Bendodo, es seguir ahí porque “los edificios no tienen culpa de nada”.
Las nuevas grabaciones de Villarejo comprometen hoy, no al del pasado. Porque la política no son hechos prescritos o sentencias con más o menos alcance. Ningún capítulo está cerrado hasta que se piden disculpas, se reconocen los hechos y se hace una propuesta creíble de enmienda.
Alberto Núñez Feijóo no venderá la sede. Pero tampoco dará explicaciones. En la línea de Rajoy, la estrategia parece responder a dejar pasar el tiempo hasta que se disuelva el recuerdo de los anteriores dirigentes en sus encargos a Villarejo que pusieron en riesgo las instituciones. Ellos, que dijeron defenderlas tanto. El líder de la oposición da por clausurado este asunto alegando que “se quiere traer a colación reacciones de hace una década” y su partido “es absolutamente respetuoso con el Estado de Derecho, con todo tipo de investigación judicial y con las resoluciones judiciales”. Una manera muy en diferido de faltar a los hechos, de no inmutarse.
Mariano Rajoy llegó al Gobierno arrastrando el caso Gürtel y terminó por hundirle con una moción de censura. Pedro Sánchez le dio la opción de dimitir y no perder el Gobierno. En su caso, tenía difícil salida porque ‘M.Rajoy’, como reveló su ministro más fiel y amigo, Fernández Díaz, estaba al tanto de todo. Se refería a la Kitchen, pero ahora sabemos por las cintas de Villarejo que también conocía los sobresueldos y la libretita de Bárcenas. Es posible que Feijóo no supiera nada de una cúpula con la que se codeó y trabajó durante años, pero evitar el tema solo hará que le persiga.