La placa del Sagrado Corazón en la puerta, normalmente plateada y recorriendo la silueta de Jesucristo, es uno de los vestigios de un mundo que ya no es. Mi abuela paterna la tenía bien reluciente y dorada en la entrada de la casa en Sant Narcís y a nosotros nos gustaba tocarla y dejar la huella del dedo, como si "tocar" a Jesucristo fuera una travesura, una pequeña provocación. Ahora en las puertas hay alarmas o frases de Ikea en la escobilla de los pies.

El Papa Francisco ha publicado su cuarta encíclica, Dilexit Nos, y la dedica precisamente al Sagrado Corazón, pero no lo hace entreteniéndose con devociones católicas o reliquias del pasado. El texto, quizás el más poético y de buen leer de su pontificado, afirma que "tomarse seriamente el corazón tiene consecuencias sociales". No es una encíclica para ser leída con los violines del Titanic ni con una melodía que amanse las fieras. Hay mucha política, en su texto.

Esta encíclica del Papa se conecta con los textos pasados sobre el medio ambiente o la paz mundial y la fraternidad, porque todo sale del corazón y de la responsabilidad de uno mismo. El individualismo, critica el pontífice, es lo que causa un cierre, a los otros, a la naturaleza, al diálogo, a la paz. Para el Papa, hablar del corazón no es una actividad de un especialista que separa el órgano. Y por eso avisa de que esta devoción al corazón, a esta parte orgánica de un cuerpo, no puede estar separada del resto. En el corazón "se juega todo", porque es el lugar donde estamos nosotros mismos, escribe. En este "mundo líquido" hay que volver a hablar del corazón porque es donde "cada persona, de toda clase y condición, hace su síntesis". Es el lugar donde los seres concretos tienen "la fuente, la raíz de sus potencias, convicciones, pasiones y elecciones". "Yo soy mi corazón", escribe el Papa, porque el corazón es aquello que permite estar en "comunión con las otras personas". Una relación que no se construya desde el corazón es incapaz de superar la fragmentación del individualismo.

El corazón es donde los seres concretos tienen "la fuente, la raíz de sus potencias, convicciones, pasiones y elecciones". "Yo soy mi corazón", escribe el Papa, porque el corazón es aquello que permite estar en "comunión con las otras personas"

España se consagró al Sagrado Corazón de Jesús en 1919 en un acto en el Cerro de los Ángeles. Los jesuitas han popularizado esta devoción que se inició cuando santa María Alacoque tuvo unas revelaciones del Sagrado corazón de Jesús y su misericordia para todo el mundo. El Papa Francisco quiere hacer ver que el corazón es el lugar que nos humaniza. El corazón habla al corazón (Cor ad cor loquitur, escribía el lema del cardenal John Henry Newman).

El texto del Papa es un texto de una persona mayor, que valora el pasado. Lo que ningún algoritmo podrá encapsular será aquel momento de la infancia que recordamos con ternura. Piensa en "el uso del tenedor para sellar los bordes de aquellas crestas caseras que hacemos con nuestras madres o abuelas". "Es aquel momento de aprendiz de cocinero, a medio camino entre el juego y la madurez, donde se asume la responsabilidad del trabajo para ayudar a los otros. Igual que con el tenedor, podría enumerar miles de pequeños detalles que sostienen las biografías de todo el mundo: hacer surgir sonrisas con una broma, calcar un dibujo a contraluz de una ventana, jugar el primer partido de fútbol con una pelota de trapo, cuidar gusanos de seda en una caja de zapatos, secar una flor entre las páginas de un libro, cuidar de un pajarito que se ha caído del nido, pedir un deseo mientras desnudamos una margarita". Todos estos pequeños detalles, lo ordinario-extraordinario, nunca podrán estar entre los algoritmos. Porque el tenedor, las bromas, la ventana, la pelota, la caja de zapatos, el libro, el pajarito, la flor… se fundamentan en la ternura que se guarda en los recuerdos del corazón. El Papa, nostálgico, pero empapado de política, ha escrito sobre el corazón, con la cabeza, con el recuerdo y con la urgencia de un cambio de paradigma. Mundial. Y, por tanto, individual.