Con la próxima cumbre franco-española de Barcelona, me da la impresión de que Pedro Sánchez entrará ya, de manera irreversible, en la dinámica desertizadora del presidente Zapatero. Si Zapatero se cargó el superávit de la economía española y el prestigio internacional de la Transición por electoralismo, Sánchez quemará los últimos rastrojos del prestigio que le quedaba a la izquierda antifranquista para asegurarse cuatro años más.
Usar el imaginario del Tratado de los Pirineos para explicar que España no necesita a Vox para dominar Catalunya me hace pensar en aquellos cheques en blanco que Zapatero regalaba en los tiempos de vacas gordas. Sánchez quizás ganará las elecciones, pero Europa pagará los destrozos de su electoralismo. Ni que fuera en el plan retórico, la izquierda europea existía para discutir los principios del imperialismo. Después de Sánchez, todos los partidos del continente estarán algo más en deuda con los valores de la ultraderecha.
Mientras Giorgia Meloni disimula que viene de Mussolini, el PSOE cada vez hace menos esfuerzos para esconder que, antes del franquismo, colaboró con la dictadura de Primo de Rivera. Como siempre, los socialistas utilizan Catalunya para arrinconar al PP y para gobernar España de gratis. El problema es que esta vez los catalanes no tienen herramientas democráticas para proponer alternativas constructivas a las broncas españolas. Aprovechar que Catalunya está ligada de pies y manos para ganar elecciones a la larga no será un buen negocio.
Se han roto los últimos puentes de la Transición y cuando la ficción choque con la realidad, más vale que la sociedad catalana esté muy trabada y haya aprendido algo
A la nueva España del 155 le pasará lo que le pasa a cualquier boxeador que da un puñetazo al aire. O lo mismo que pasó a los catalanes de los años treinta, que intentaron hacer una república sin republicanos aprovechando que el rey había huido como un conejo. A medida que el PSOE ocupe el espacio de Vox para tapar la ocupación de Catalunya, la derecha se ira radicalizando y la guerra civil dentro del mismo Estado se volverá más encarnizada. Viendo hacia dónde gira el panorama pienso mucho en los barceloneses que creen que Ada Colau es el demonio. Cuando el Tratado de los Pirineos era algo más que una escenografía, Barcelona siempre acababa bombardeada.
El PSOE necesita ganar en Barcelona en el próximo ciclo electoral para asegurarse el poder en España y el único instrumento de persuasión que le queda en Catalunya es el wordpress de Salvador Sostres. El cartón es tan grueso que, para dar una apariencia de fair play y de normalidad, ERC ya ha dicho que saldrá a la calle a protestar y Sergi Sol ya ha empezado a hacer campaña por Xavier Trias. Como dijo Jordi Basté en TV3, es importante que pasen cosas, aunque la gente se indigne, porque la clave del orden es que nadie se aburra.
Mientras los diarios de Vichy se dedican al entretenimiento, el silencio que se va haciendo alrededor de las instituciones y de los políticos cada vez és más espeso y no me parece que sea de conformidad. En Catalunya, los partidos han renunciado a convencer a los electores, y el país se va convirtiendo en el agujero negro de la democracia española. Se han roto los últimos puentes de la Transición y cuando la ficción choque con la realidad, más vale que la sociedad catalana esté muy trabada y haya aprendido algo.
En cuanto a Europa, ya le rio las gracias a Zapatero y no recuerda suficiente hasta qué punto todavía paga sus facturas.