Nos asomamos a una época confusa en la cual los pirómanos se disfrazarán de bomberos y los bomberos serán tildados de pirómanos. Volvemos a un intento de restaurar aquella moral pujolista que apelaba al seny y a los buenos sentimientos para mantener a la gente a raya, mientras el gobierno desecaba la inteligencia y la cultura del país, en nombre de Catalunya.

Todos los que creyeron que el 9N iba de verdad, todos los que se leyeron Por qué hemos ganado de Francesc Marc Álvaro y se pensaban que ya estaba todo hecho, volverán a hacer de transmisores del chantaje emocional antes que se den cuenta, si no aprenden la lección. El principal enemigo de Catalunya ya no está en Madrid, está a las instituciones catalanas.

Si el presidente Quim Torra quisiera ser presidente y no un títere, en vez de tener ataques de dignidad en Washington, convocaría elecciones o bien dimitiría. Pedir un referéndum acordado a Pedro Sánchez es la manera que el gobierno catalán tiene de intentar enterrar el espíritu del 1 de octubre para perpetuar una versión degenerada del tinglado convergente de siempre.

El acuerdo con España pasa por aceptar una decimación de la clase dirigente del país que ayude a españolizarla una vez estabilizado el independentismo (para que no vuelva a pasar lo mismo). A diferencia de otras épocas, ni Barcelona ni Madrid pueden emplear la violencia física sin límites y la violencia contra el pueblo será emocional. La liderarán a partes iguales Quim Torra e Ines Arrimadas, esperando repartirse los beneficios.

Torra, que es un catacaldos que lo ha dejado siempre todo a medias, es ideal para vender turrones independentistas a la salida de las escuelas. Con recepciones y fiestas aseguradas de por vida, aceptará el papel que le digan. Igual que estaba dispuesto a renunciar a la palabra independencia en la pregunta del 9N, ahora aceptará cualquier cosa para poder seguir meneando la cola.

La estrategia de alinear el independentismo con las tesis de Podemos sobre el referéndum acordado son el primer paso para ceder la hegemonía cultural del país al partido de Pablo Iglesias. Igual que Pujol hizo con el PSUC, Torra y sus hombres necesitan ligar la fuerza del patriotismo catalán con alguna ideología totalitaria y perdedora. Les hace falta un catalán fastidiado pero impotente, para poder negociar con Madrid sin problemas.

El reportaje que TV3 emitió ayer de los dos Jordis seguro que va en esta línea. Jaume Roures no paga un documental para que Catalunya pueda hacer la independencia, igual que no cedió la sede de mediapro a la Generalitat pensando que el 1 de octubre desbordaría a los políticos y la policía. Roures sólo quiere socavar la monarquía y fastidiar a España y seguramente tiene mala conciencia porque los Jordis están en la prisión por seguir su hoja de ruta.

El objetivo del nuevo frente antimonárquico ampliado es volver a encadenar el patriotismo catalán a las guitarras de Xesco Boix y al victimismo de Lluís Llach. Aunque no estoy a tiempo de ver el reportaje sobre los Jordis no creo que salga el momento en el cual Antoni Castellà se encara al líder del ANC y le dice que es un impresentable de marcharse y dejar a la gente congregada en Vicepresidencia, sola ante los mossos.

- Si habíamos decidido hacer un pulso, hacemos un pulso -le dice Castellà a Sánchez, que pasa de él como de la mierda. No podemos animar a los jóvenes y después dejarles solos delante de los mossos -añade, mientras el líder del ANC se marcha como si fuera la cenicienta, a las 12 de la noche, y Castellano se queda solo con la gente a entomar la carga.

Si hubiera un político con cara y ojos recordaría que los presos políticos intentaron ganar unas elecciones autonómicas sirviéndose de una insurrección nacional, cosa que no sólo está fuera de la ley española, sino que también es una estafa en toda regla, además de un deshonor. Los dirigentes de ERC y PDeCAT buscaban una derrota que arrastrara a sus votantes, sin embargo, de momento parece que ellos son los únicos que perdieron, por eso necesitan a Pedro Sánchez.

Una prueba que no me invento nada es la pinta de limitados que hacen los sucesores de aquella charlotada. La Generalitat parece una atracción salida de aquel parque pujolista que se llamaba Catalunya en miniatura. Las primeras filas de los partidos parecen criaturas consentidas que juegan a ser hombres importantes. Si los convergentes se divertían haciendo país, los nuevos gestores del gobierno de Vichy parece que se distraen haciendo república. A las horas libres dan lecciones de dignidad al rey.

Hay una cierta poética en el hecho de que Torra se dirigiera a mí por primera vez para felicitarme por la biografía de Lluís Companys. Cualquiera que lo haya leído, y con él hemos hablado mucho, sabe perfectamente que aliarse con el republicanismo español sólo servirá para incendiar España con Catalunya dentro, en el mejor de los casos. Igual que Junqueras sabía que engañaba a dos millones de personas, Torra sabe que lleva el país hacia el abismo.

Quizás Torra confía en saltar a tiempo del barco. Porque Cuixart es el candidato de Roura y de Pablo Iglesias, estáis avisados. Pero la gente que cree que el mundo le debe alguna cosa no se debería dedicar nunca a la política. Siempre se acaban pasando absurdamente de listos, como hemos visto tantas veces.