"La tragedia incluso de los buenos periodistas es que tienen que decir algo antes de que tengan algo que decir"
G.K. Chesterton

No sé si existe un plan más veces anunciado y del que sepamos menos. Ayer, tras el Consejo de Ministros, nos volvieron a hablar del rimbombante Plan de Acción por la Democracia, en el que se establece "un plan de ruta" y "unos pilares básicos" junto a unos "puntos de actuación" que caminarán de la mano de la Constitución y de Europa para blablablá. Blablá. Nos lo avisó el presidente cuando salió de su absurdo abandono de abril, nos lo han vuelto a presentar antes del verano y ahora, y supongo que cada vez que haya que hacer amago de ir a hacer algo. Si me van a preguntar qué me parece, tendré que decirles que nadie honesto se pronunciará por la sencilla razón de que seguimos sin saber exactamente en qué consiste y a qué se refiere. Apunta cosas inquietantes y, a la vez, ofrece caramelos destinados a cubrir reivindicaciones de uno u otro grupo de los que necesita el apoyo parlamentario, aunque sin ninguna concreción.

Echo de menos los tiempos en los que antes de que ninguna propuesta de cambio legislativo saliera siquiera de un Consejo de Ministros su contenido llevaba meses rulando no solo por las redacciones sino por los seminarios jurídicos, en los que se discutían sus bondades, sus problemas, sus posibles consecuencias colaterales. Ahora, de nuevo, nos limitamos a saber qué áreas propone el Gobierno tocar, sin tener la menor idea de la plasmación real de las mismas. A eso tenemos que unir la enorme dificultad que van a tener para concitar una mayoría, con lo que es posible que no tengamos que preocuparnos demasiado del no contenido o del contenido de las propuestas.

A priori esa pretensión del Gobierno de liderar una regeneración democrática me chirría. Ya no solo porque les haya picado ponerla en marcha tras los problemas legales de la familia del presidente -lo cual ya la hace sospechosa- sino por la sencilla razón de que no cabe hablar de regeneración democrática si no consiste en aumentar los controles que se puedan realizar al poder y, más en concreto, al poder Ejecutivo. Hay que ser muy ingenuo o muy bobo de baba para pensar que existe la más mínima posibilidad de que el poder haga esfuerzos para aumentar los controles formales o la capacidad de la prensa crítica de seguir sus andanzas.

Hay que ser muy creyente para pensar que el ejecutivo de Sánchez va a renunciar a parcelas de poder, a permitir un mayor control formal e informal de sus decisiones, después de observar su trayectoria. Si el poder no renuncia a nada en favor de los que pueden pedirle cuentas, nunca podremos hablar de regeneración democrática. Es un chiste. Hasta Rajoy se convirtió en adalid de la manida regeneración democrática, recuerden que presentó sus propias medidas al Congreso en noviembre de 2014. Lo dicho, un chiste. Rajoy diciendo que "la corrupción es un problema muy grave e inaplazable" y Sánchez preocupándose por "la verdad". Dime de qué presumes...

Acción por la Democracia. ¡Democracia, cuánto en tu nombre! Es dudoso que haya finalmente ninguna acción, habida cuenta de que Junts no tiene la más mínima intención de apoyar ciertas cosas y otros otras. Aún así han echado migajas: la reforma de la ley de secretos oficiales para hacerse con el PNV; la reversión de pequeñas cosas aún indeterminadas de la Ley Mordaza, para contentar a Sumar. De rondón se cuelan cosas indeterminadas como un registro de medios -¿podrá negarse el registro? ¿A quién y con qué criterios? ¿No vale con el registro de empresas que es público? ¿Por qué son empresas con más requisitos?-; la obligación de los medios de publicar anualmente la inversión publicitaria de las administraciones, cuando esa obligación debe recaer sobre las administraciones y, además, proviene de un gobierno que no nos dice dónde invierte ciertos fondos porque lo hace de forma global en agencias de compra de medios, sin que sepamos realmente dónde va... y así todo.

Hay que ser muy creyente para pensar que el ejecutivo de Sánchez va a renunciar a parcelas de poder, después de observar su trayectoria

Obligarán a los centros de demoscopia y a los medios a publicar más datos "porque a veces las encuestas son para crear opinión". ¡Los del CIS, lo dicen los del CIS! Nos cuentan, perdonen que me parta, que van a reforzar los controles sobre los cargos públicos en materia de conflictos de interés —¡ellos precisamente!, ¡parece cachondeo!— y que ampliarán la participación de la sociedad civil en los asuntos públicos, cuando no hacen ni caso a ninguna iniciativa y la de la ELA se la han tenido que arrancar como si fuera una muela.

También afirman que van a "proteger a los periodistas". ¿De quién? Van a impulsar una ley de secreto profesional -un secreto constitucional, con bastante jurisprudencia- de la que no nos dicen nada. El anteproyecto que se registró hace dos años contenía bastantes trampas. Una de ellas era añadir "veraz" como condición de todo. Muy sospechoso en estos tiempos en que bulo es, para muchos, sinónimo de lo que no me gusta y veraz de aquello que reafirma mi sesgo. Era además restrictivo: "el periodista dejará de estar amparado por el secreto profesional en los siguientes supuestos: a) Cuando se constate fehacientemente que la fuente ha falseado conscientemente la información y b) Cuando la revelación de la fuente sea el único medio para evitar un daño grave e inminente a la vida, la integridad física o la seguridad de las personas". Créanme, sin ley de prensa y sin leyes mal hechas de secretos profesionales, estamos nosotros más seguros y los ciudadanos también.

Una comisión de desinformación en el Congreso. ¿Para hacer qué? ¿Con qué atribuciones sobre los periodistas o los medios? A todo esto, los digitales son la obsesión de Sánchez, los "pseudomedios". Lástima que la mayor parte de la desinformación estratégica y hasta bélica se produzca a través de Internet y las redes sociales, cuestión esta que no he oído mencionar en ninguna de las intervenciones o presentaciones de este indeterminado plan. Los digitales y las teles...no le llames amor, es obsesión. Hablan de la concentración de medios y eso, no lo duden, apunta a grupos concretos. No olviden la zanahoria que esgrime también Óscar López, cien millones para dar a los medios para la digitalización, ¿en serio? ¿Quedan medios sin digitalizar esperando a que llegue Sánchez a repartir la calderilla?

Todo así. Hasta lo que parece una reversión de la escabechina de libertades que hizo Rajoy anda en el limbo: ¿injurias contra la Corona, sí? ¿Contra el Gobierno? ¿Si o no? ¿Salen todas? ¿Por qué no los delitos apologéticos o el malhadado enaltecimiento del terrorismo? Hacer obligatorios los debates electorales y forzar legalmente la presencia de los candidatos no pasa ni en Estados Unidos, en todo caso es una cuestión no resuelta que admite diversas interpretaciones. Reformar la ley de protección del honor -que tiene ya un amplísimo bagaje de interpretación constitucional- y la de rectificación de "noticias falsas", ojo no de datos como hasta ahora, me parece cuanto menos sospechoso en este contexto y sin ver el articulado. Lo que faltan son más medios judiciales para que los casos se resuelvan muy rápido y de eso no se habla. De pasta se habla poco.

En resumen, que no es posible pronunciarse en serio hasta que no dejen de publicitar las intenciones y las plasmen en textos legales que podamos leer con atención. Solo la reversión de medidas restrictivas de gobiernos anteriores -ley mordaza- me parece clara y esa, todo hay que decirlo, se la tendrá que arrancar Sumar a bocados a los socialistas porque no están muy por la labor, como ha quedado demostrado estos años. El plan me parece por el momento vacío de un contenido que podamos valorar y en los puntos que mencionan existen elementos como poco inquietantes.

En fin, me voy a la presentación de "La edad de oro del periodismo", de mi maestro Juan Antonio Giner. Con algo hay que aliviarse.