"El poder real es el miedo". Esta es una frase pronunciada por Donald Trump en una entrevista que le hicieron los periodistas Bob Woodward y Robert Costa en 2016, cuando todavía era candidato a la presidencia de Estados Unidos. El miedo es la estrategia que va aplicando ahora el presidente de Estados Unidos y parece que le está dando resultado, sobre todo en Europa, donde la propia Comisión Europea ha decidido atemorizar a la gente para que no ponga obstáculos a un plan de rearme solo justificado con mentiras. Trump ha logrado imponer el relato de la Europa que se aprovecha de Estados Unidos, cuando en realidad es Estados Unidos quien se aprovecha de Europa para ejercer como primera potencia mundial.

Todo el argumento para justificar el aumento del gasto militar es la hipotética posibilidad de que se rompa el vínculo de Estados Unidos con Europa que, lejos de haberse producido, ha ido afianzándose en el tiempo con más tropas y más arsenal a pesar de la caída del Muro y el fin de la Guerra Fría. Europa alberga en su territorio 275 bases e instalaciones militares americanas diversas con cerca de 100.000 soldados y esto lo paga Europa en vez de cobrar un alquiler.

Si, como insinúan ahora los publicistas del establishment, Trump ha cambiado de bando y Estados Unidos ha pasado de ser aliado de Europa a socio del enemigo ruso, lo lógico sería expulsar a los soldados americanos y desmantelar las bases o reaprovecharlas con soldados europeos. Sin embargo, que se sepa, todavía ningún dirigente europeo ha gritado lo de Yankees Go home. Si Trump ha cambiado de bando aún está por ver, pero de lo que no cabe duda es de que para que esto no ocurra Europa se compromete a gastar más en armamento, pero no como un ejercicio de soberanía europeísta, sino al contrario, como un acto de obediencia a las exigencias de Donald Trump.

Si Trump ha cambiado de bando todavía está por ver, pero de lo que no cabe duda es que para que eso no ocurra Europa se compromete a gastar más en armamento, pero no como un ejercicio de soberanía europeísta, sino todo lo contrario, como un acto de obediencia a sus exigencias

Ciertamente, fue Donald Trump quien amenazó con irse de la OTAN si los europeos no suben su presupuesto militar hasta el 5% del PIB, una cifra muy por encima del 3.4% que dedica a ello Estados Unidos, cosa que marcaría el fin del modelo social europeo y comportaría inexorablemente convulsiones sociales. Las exigencias estadounidenses en Europa no son nuevas y fueron especialmente explícitas bajo el mandato de Barack Obama. En 2014, una vez Rusia invadió Crimea, Obama se presentó en Bruselas para decir a los europeos que "la crisis de Ucrania muestra que la libertad no es gratis, que todo el mundo debe contribuir para disponer una fuerza creíble de disuasión y todo el mundo debe hacer esfuerzos para asegurar la defensa de nuestras fronteras". Inmediatamente, los países de la OTAN, siempre obedientes, se reunieron para asumir el compromiso de subir el gasto militar hasta el 2% del PIB.

Así pues, con Obama se produce el cambio de concepto. Hasta entonces, la presencia militar de Estados Unidos en Europa formaba parte de una alianza en beneficio mutuo. Europa gana en seguridad, pero Estados Unidos gana posiciones para ejercer el control del frente del Este, pero también Oriente Medio y el continente africano. A partir de ese momento, Estados Unidos entiende la OTAN no tanto como una alianza militar, sino como un contrato de “exportación de seguridad” que deben pagar los clientes europeos a sus proveedores americanos.

Después de las advertencias de Obama, todo el mundo se mostró bien dispuesto, pero como del dicho al hecho hay un trecho, la mayoría de los países de la Unión Europea hicieron el remolón. Detrás de Obama llegó Trump con el mismo discurso, pero con un tono más agresivo. Enseguida, algunos países, sobre todo los más cercanos a Rusia, subieron sus presupuestos y todos aumentaron su contribución a la OTAN. De eso presumía Trump en una memorable entrevista en la cadena NBC: "Les dije: 'No los defenderé si no pagan', y empezaron a pagar. Esto sumó más de 600.000 millones de dólares. Conseguí que pusieran cientos de miles de millones de dólares en la OTAN, simplemente con mi actitud dura".

Con este precedente, Trump ha redoblado ahora la amenaza, ha utilizado a Putin y humillado a Zelenski y ningún país europeo miembro de la OTAN está escatimando recursos militares, tampoco España. Como en España gobierna el PSOE con una mayoría parlamentaria contraria al rearme, el secretario general de la OTAN, el neerlandés Mark Rutte, ha elevado el tono de la campaña del miedo: "Con la tecnología rusa en misiles, la diferencia entre un ataque a Varsovia o Madrid es de 10 minutos". Es decir, tiembla y paga.

Los dirigentes europeos se doblegan ante las exigencias de Estados Unidos porque no tienen una alternativa viable para su defensa conjunta. Europa no está en condiciones políticas, económicas ni técnicas para construir un sistema de defensa propio y, como ni quiere ni puede, se resigna a subcontratarlo a Estados Unidos, pero no es cierto que Europa pague poco. EE. UU. dedica el 3,4% de su PIB y Europa, el 2%. La diferencia está justificada porque para ejercer como primera potencia el ejército de Estados Unidos debe desplegarse en todo el planeta y especialmente en el Sudoeste asiático.

Trump es un personaje caprichoso e imprevisible, pero precisamente por eso, en vez de tener miedo a sus amenazas y obedecer sus órdenes, lo que conviene es pararle los pies, hacerse respetar y dejar claro que Estados Unidos necesita Europa. Europa es también determinante, sólo necesita líderes que se lo crean

Y aparte de la contribución al gasto militar, Europa paga un precio elevadísimo, de hecho, el más elevado: la cesión de soberanía. En la foto de la conferencia de Yalta aparecen Chuchill, Roosevelt y Stalin. No existe ningún representante de la Europa continental entre los vencedores. Así empezó la cesión de soberanía. Y es la cesión de soberanía de Europa lo que le ha permitido a Estados Unidos ejercer de líder mundial y marcar el destino del planeta acorde a sus intereses. Incomprensiblemente, Europa no se hace valer, cuando sin las bases militares en Europa Estados Unidos no podría controlar la mitad del planeta y no podría ejercer su liderazgo planetario.

El periodista Bob Woodward explica en su libro titulado Miedo con el subtítulo Trump en la Casa Blanca (Navona) un episodio significativo de los primeros meses de Trump como presidente. Obsesionado como estaba con el déficit comercial con Corea del Sur, en un arrebato escribió una carta para comunicar a su homólogo coreano que daba por finalizado el tratado de libre comercio (Korus). El consejero económico Gary Cohn vio el borrador en la mesa del despacho oval, quedó horrorizado y optó por robar el papel y hacerlo desaparecer. Cuando Trump insistió, Cohn y el secretario de Defensa, James Mattis le dejaron claro que el pacto era fundamental por la relación económica, por la alianza militar y, lo más importante, por las operaciones y capacidades de los servicios de inteligencia. "Señor presidente —remachó Mattis— Kim Jong-un es la amenaza más inmediata a la seguridad nacional, necesitamos Corea del Sur como aliada. Esto no lo hacemos por Corea del Sur, lo hacemos porque nos conviene a nosotros". Trump refunfuñó, juró que “vamos a salir del Korus”, pero de eso hace ocho años y el tratado todavía está vigente.

Si tan importante es la alianza con Corea del Sur, por los mismos motivos la alianza con Europa lo es mucho más. Woodward describe a Trump como un personaje caprichoso e imprevisible, pero precisamente por eso, en vez de tener miedo a sus amenazas y obedecer sus órdenes, lo que conviene, como hicieron Cohn y Mattis, es pararle los pies, hacerse respetar y dejar claro que Estados Unidos necesita Europa. Europa tiene poder, un poder determinante. Solo necesita líderes que se lo crean.