Como decíamos, este momento político va sobre qué puede ofrecer España y no sobre qué día nos vamos. Como decíamos, ya en época de Quim Torra se inauguró la dinámica de diálogo con el Estado español para abordar un conflicto político que, como todo conflicto político, en algún momento pasa por la negociación (y en algún otro, evidentemente, por la unilateralidad). Nos encontramos en tiempos de negociación, no desde la mesa de diálogo de ERC, sino desde el Palau de Pedralbes de Quim Torra, con polémica floral incluida. Una cosa es cómo se ha gestionado este diálogo hasta ahora, donde claramente la ponsetia roja se ha impuesto sobre la amarilla mediante reformas penales tramposas e indultos a la inteligencia, y otra cómo se está gestionando en este momento: cobrar por adelantado, dar pruebas de fiabilidad y poner el sello del registro. Con la pelota lanzada, además, hacia Europa: Catalunya también es un conflicto europeo, ellos sabrán si quieren ayudar a resolverlo.
Una previa: en el momento procesal actual, el gobierno español en funciones no tiene la facultad de impulsar leyes ni de aprobar Reales Decretos. Ni siquiera ahora, con las cámaras constituidas. Se le puede pedir, por supuesto, como se le puede pedir la luna, pero no puede. Como no puede, porque sería profundamente antidemocrático, la parte catalana tenía dos opciones: enviarnos a elecciones de entrada, o hacer un gesto. Un gesto que no es el de poner la mano, sino el de poner la oreja: puesto que habla en castellano, veamos qué dice. El gobierno español poco puede decir todavía, de acuerdo, pero la cámara una vez constituida sí puede decir cosas. Dicho de otra forma: puede hacer leyes. Ahora puede empezar a hablarse de cambios legales, y no solo de mandar solicitudes al Consejo Europeo o anunciar cambios lingüísticos o comisiones en el Congreso, que son actos formales o de trámite. ¿Y después? Pues más adelante, con el debate de la investidura supuestamente resuelto (o no, porque aquí es donde veremos realmente de qué color son las ponsetias), el gobierno español podría hacer decretos y gobernar. No antes. Por lo tanto, calma. Calma para los de allá, y lectura para los de aquí. Y para quienes no quieren leer, ya intentaremos ser didácticos. Ningún problema.
Este momento político va sobre qué puede ofrecer España y no sobre qué día nos vamos
El riesgo es evidente, y lo comparto: quizás existe una determinada voluntad de ofrecer un nuevo “encaje” a Catalunya y eso no es lo que queremos los independentistas. Queda claro el riesgo, queda tan claro que por eso los condicionantes de la amnistía y la autodeterminación no pueden rebajarse en ningún caso. Mi condición personal: yo no apoyaré nada que no señale claramente la puerta de salida. Este es mi límite personal, inamovible y a la expectativa. Sobre lo que sucede en ese mismo instante, lo que puedo decir es que estas dos ideas formarán parte de la negociación seria y, por lo tanto, ya no estamos hablando de ninguna reforma estatutaria, o competencial, o penal. Un paréntesis aquí: sobre los asuntos penales del futuro, es decir, sobre lo que debemos considerar o no delito, ya se han ocupado organismos como el Consejo de Europa y ya terminarán de ocuparse los tribunales europeos. Esto ya no preocupa: convocar un referéndum es tan poco delictivo como proclamar la independencia y, por lo tanto, esto puede hacerse mañana mismo. Otra cosa es el contexto en el que nos encontramos y qué tiene sentido ahora. Al parecer existe un posible gobierno español, con presidencia de turno en la UE, necesitado de apoyos de Waterloo. Para extendernos: si en el Palau de Pedralbes se hablaba de “seguridad jurídica” y no de Constitución española, es necesario devolver el marco de la negociación a esta terminología inicial. Los tratados internacionales y el derecho europeo, no se preocupen, ya dan seguridad jurídica suficiente a nuestras aspiraciones y ya están vigentes. Basta con hacer que España los cumpla. De esto estamos hablando, y no de otra cosa.
El fracaso de ese diálogo deriva, a corto plazo, en elecciones españolas. Muy cerca de las europeas. Rozando las catalanas, que es donde, si conviene, se podrá dar esta fase por terminada y empezar una nueva (más fundamentada en el derecho a la unilateralidad). Por tanto, las opciones son las mismas que en el año 2017 y le toca a España mover ficha. Las cosas se pueden hacer bien o mal, pero para poder juzgarlas antes es necesario hacerlas. Y ya se sabe que hay "dos tipos de hombres: los que hacen las cosas y los que las critican". Leer a Pla, citar a Pla, a veces puede ser profundamente edificante.