¿Por qué desde Occidente se pide a Israel contención y que no escale el conflicto bélico en Oriente Próximo y no se le reclama a Irán y todos sus satélites —Hizbulá, Hamás, la multitud de facciones terroristas propalestinas que actúan bajo su dictado, los hutís del Yemen, Irak o Siria—, que son los auténticos responsables de la conflagración armada? ¿Por qué en las manifestaciones con motivo del primer aniversario del 7 de octubre se exige a Israel que deponga las armas y no a Hamás, que es quien comenzó el conflicto y a Hizbulá, que se apuntó enseguida? ¿Por qué se interroga a Israel por las muertes civiles que provoca la guerra con todas estas organizaciones y no se pregunta directamente a esos mismos grupos, que son los que se esconden detrás de los civiles y los usan, con total impunidad, de escudos humanos precisamente para poder acusar a Israel? ¿Por qué se pone la carga de la prueba siempre en Israel?

¿Nadie en Occidente se cuestiona cómo es que Irán ha atacado a Israel sin que este lo haya atacado previamente? ¿Nadie se pregunta por qué Irán responde en nombre de organizaciones terroristas declaradas como Hizbulá y Hamás? ¿Nadie es capaz de darse cuenta de que todos son lo mismo y que tomar partido en estos momentos a favor de Irán es ponerse al lado de los terroristas? ¿Nadie se extraña de que en Irán, Gaza y Cisjordania se celebre con cánticos y saltos de alegría el ataque contra Israel cuando la única víctima mortal que ha habido ha sido justamente un palestino en Cisjordania? ¿Nadie encuentra anormal que se diga que los ataques de Irán a Israel son legítimos y los de Israel en Irán no? ¿Nadie ve que las cifras de muertos, cuya fuente es curiosamente siempre Hamás y Hizbulá, no especifican nunca las que corresponden a sus milicianos que han perdido la vida, como si ninguno lo hubiera hecho, y no incluyen tampoco a las víctimas israelíes, como si tampoco las hubiera habido, con el único propósito de hacer ver y creer que Israel solo mata a población civil, en Gaza, en el Líbano o allí donde sea?

Los valores que defiende Israel son los de la civilización judeocristiana que fundamentan precisamente la existencia de Occidente

¿Por qué desde Occidente se acepta acríticamente el discurso del todo incongruente de fanáticos e integristas palestinos según el cual los muertos de su lado son todos efectivamente civiles y los del lado israelí son todos militares, incluidos los niños, como si todos los niños israelíes que han sido asesinados desde el comienzo de la guerra, que son unos cuantos, fueran también militares? ¿Por qué se clama sin piedad contra Israel por las muertes de civiles que provocan sus acciones militares y nadie se preocupa por los civiles israelíes que matan los bombardeos de Hizbulá o de Hamás y los atentados terroristas perpetrados por ellos mismos o por el resto de grupos islamistas radicales que operan sin ningún tipo de control en la zona? ¿Por qué, tergiversando y manipulando el sentido y el significado de las palabras, se acusa a Israel de cometer genocidio y de otras barbaridades y no se hace lo mismo con Hamás por la brutal masacre del 7 de octubre del 2023, de la que ayer se cumplió justamente un año?

¿Cómo es que en Occidente se ha olvidado que la causa del conflicto armado actual en Oriente Próximo es, precisamente, esta acción terrorista sin precedentes y no la represalia adoptada por Israel en legítima defensa? ¿Cómo es que a todo el mundo que abraza la causa palestina se le reconoce el derecho a defenderse y a Israel no? ¿Cómo es que los cascos azules de las Naciones Unidas apostados en el sur del Líbano, que en teoría son fuerzas de interposición destinadas a garantizar la paz, no han evitado los continuos ataques de los últimos años de Hizbulá a Israel, como tampoco lo hicieron en su día las tropas estacionadas en el Sinaí, que incluso se retiraron para facilitar que Egipto intentase invadir Israel en lo que fue la guerra de los Seis Días de 1967? ¿Cómo es que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) aparece últimamente vinculada siempre a grupos terroristas como Hamás y Hizbulá y todavía hay alguien que se extraña de que Israel haya decidido declarar persona non grata a su secretario general, el portugués Antonio Guterres?

¿Alguien en Occidente se cree que Israel bombardea cada día una escuela en Gaza —sería el lugar del planeta que tendría más— o un centro cultural en Beirut, como relatan cual correa de transmisión absolutamente amorfa y crédula ciertos medios de comunicación europeos? ¿Alguien se piensa que a los israelíes les gusta que los bombardeen cada día como hace un año que hace Hezbolá en el norte del país desde el Líbano y como hacía Hamás en el sur desde Gaza y que deben aceptarlo resignadamente sin responderles? ¿Alguien encuentra lógico que el mundo se tenga que escandalizar porque hay libaneses que hace dos semanas que viven bajo el fuego de Israel y no se inmute porque hay israelíes que hace cincuenta y dos que viven bajo el fuego de Hezbolá? ¿Alguien entiende por qué los palestinos y los libaneses que deben huir de los respectivos lugares de residencia por culpa de la guerra reciben la condición de desplazados y los israelíes que se ven obligados a hacer lo mismo por el mismo motivo no?

¿Por qué desde Occidente a Israel se le pide cuentas de todo y nadie se pone de verdad con el régimen de los ayatolás de Irán, que mata a las mujeres que osan desafiarlo quitándose el velo islámico y a los hombres que las apoyan y que por la vía de la fuerza ha aplastado siempre toda disidencia interna? ¿Por qué se resiste a aceptar que Israel, por muchos defectos que tenga, es la única democracia que hay en Oriente Próximo y que ninguno de los países árabes, por descontado, tampoco los palestinos, sectarios e intolerantes como los que más, no le llega a la suela del zapato? ¿Por qué no se quiere admitir que quien sistemáticamente viola el derecho internacional humanitario y los derechos humanos más elementales no es Israel, sino Irán y todos sus secuaces? ¿Por qué no se pregunta por qué nunca los palestinos han aceptado ninguno de los acuerdos de paz —y han sido un montón— que se les han ofrecido desde el plan de partición aprobado por la ONU en 1947 y que, por descontado, también rechazaron?

¿Nadie en Occidente sabe que el Líbano, y en especial Beirut, estaba considerado una de las maravillas del Próximo Oriente, al más puro estilo francés, hasta que Siria e Irán lo destrozaron para convertirlo en plataforma para atacar Israel? ¿Nadie se ha dado cuenta del significativo silencio que desde el primer día de la conflagración bélica mantienen estados árabes como Jordania, Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos, Baréin, e incluso Qatar, que en la práctica representa un apoyo implícito a Israel y en contra de un Irán del que ellos también están hartos? ¿Nadie vio que la primera acción de Egipto, a penas estalló el conflicto, fue cerrar la frontera de Rafah con Gaza para que no le entrara ningún refugiado palestino? ¿Nadie a estas alturas todavía no tiene claro que al resto de países árabes los palestinos les molestan y no hay ninguno que los quiera?

¿Por qué Occidente culpa siempre a Israel de todo en lugar de hacer examen de conciencia y preocuparse de resolver sus propias carencias y de dejar de buscar la paja en el ojo ajeno mientras no se ve la viga en el propio? ¿Por qué, en fin, no se da cuenta de que los valores que defiende Israel son los de la civilización judeocristiana que fundamentan precisamente la existencia de Occidente?