Esta mañana me he despertado con una pregunta en la mente que me ha traído de cabeza todo el día: ¿es posible vivir sin móvil en pleno siglo XXI? La respuesta corta y fácil es: no. Pero profundizaré un poco más porque seguro que queréis saber el porqué, y no me gusta dejar a la gente con la miel en la boca. Desde un punto de vista fisiológico, es evidente que podemos vivir sin móvil: teóricamente, si nos sacan el móvil de las manos, no nos morimos en el acto (a menos que la adicción que tengamos sea tan exagerada que nuestro corazón deje de latir). Los que nos criamos el siglo pasado, somos un ejemplo, porque en aquella época no existían, y ni teníamos la necesidad de tenerlos ni nos hacían ninguna falta. Y la verdad es que se vivía bastante bien. Recuerdo que nos distraíamos con cualquier cosa: una piedra o un cordel podían ser todo lo que queríamos gracias a nuestra imaginación. Fueron años llenos de fantasía y de ilusión: cuando no tienes, imaginas y deseas. A los jóvenes de ahora les ha tocado tenerlo todo y están tristes; han perdido el entusiasmo y las ganas de vivir. Cuando con dieciocho años te lo han dado todo y lo has probado todo, ¿qué más puedes desear? Tenerlo todo al alcance parece un sueño, pero, en realidad, es una pesadilla.
Pero esto ya es harina de otro costal. Volvamos a la adicción al móvil. Como decía, es posible vivir sin móvil desde un punto de vista fisiológico, pero, por desgracia para la mayoría de las personas, desde una perspectiva capitalista, no. Nos han querido hacer creer que el móvil nos libera, pero la triste realidad es que nunca habíamos estado tan esclavizados como ahora. Ni en la era de los Tamagotchis. Los humanos ya no nos comunicamos; nos enviamos emoticonos y nos hacemos likes. La gente encuentra alguien aturdido en el suelo y, en vez de llamar al 112, se hace un selfie con el accidentado para colgarlo en Instagram.
Nos han querido hacer creer que el móvil nos libera, pero la triste realidad es que nunca habíamos estado tan esclavizados como ahora
Cuando introdujeron los móviles en el mercado, nos los vendieron como una gran ventaja, pero, si bien es cierto que nos ayudan en muchas situaciones (cuando te quedas tirado con el coche en medio de la nada, por ejemplo), en muchas otras nos perjudican de forma considerable. Todo tiene pros y contras, y el móvil no es una excepción. Obviamente que tenemos que aprovecharnos de todo lo que nos ofrece y nos facilita la vida, pero también es cierto que tenemos que rechazar su parte dañina. Todos los productos que nos venden siempre tienen alguna ventaja; porque, de lo contrario, nadie los compraría. Pero, detrás de estas ventajas, hay también toda una serie de trampas para que nos volvamos adictos: desde los aditivos, para que comamos un producto compulsivamente, hasta las redes sociales, para que creamos que tenemos muchos amigos.
Hay una manera muy sencilla de saber si un producto es nocivo para la salud o no, y es dejar de consumirlo o utilizarlo. Será entonces cuando os daréis cuenta del impacto que produce en vosotros. Si estáis unos días sin móvil, sabréis de qué os hablo. Lo primero que notaréis es que os sentís desamparados; como si os hubieran sacado un órgano vital y tuvierais que seguir viviendo sin él. Entonces, sin que lo podáis controlar, vuestros dedos empezarán a teclear sobre cualquier superficie. Lo mejor que podéis hacer cuando os pase esto, es dejarlos hacer, ya se cansarán. Otra cosa que notaréis es que, cuando leáis un periódico de papel (haréis cosas que nunca os hubierais imaginado que haríais), intentaréis ampliar las fotos con los dedos. Ya os lo adelanto: no podréis. Me pasé dos horas intentándolo y lo único que logré fue acabar con los dedos exhaustos. Y, paralelamente a todo esto, también experimentaréis una fuerte ansiedad por el hecho de haber salido de vuestra zona de confort: el móvil. Unos días más tarde, cuando las aguas ya se hayan calmado un poco y la gente de vuestro entorno ya tenga claro que se os va la pinza, percibiréis cómo se apodera de vosotros una gran paz interior y cómo vuestra mente empieza a funcionar. Y, a partir de aquí, ya todo será coser y cantar: oiréis cómo cantan los pájaros, podréis prestar atención a lo que os dicen y responder a lo que os preguntan, seréis más creativos e, incluso, empezaréis a notar un nuevo sentimiento dentro de vosotros que se llama empatía. En definitiva, recuperaréis la ilusión de vivir, que no es poco. Y, en cuanto a la pregunta de si es posible vivir sin móvil, la respuesta es no si deseáis vivir en esta sociedad consumista, y sí si os vais a vivir en alguna zona selvática que aún no haya sido descubierta por el hombre.