La tranquilidad de las vacaciones de verano permite, entre muchas otras cosas, observar la realidad política catalana con algo más de perspectiva, siempre que el calor no te ofusque y acabes divagando. Haciendo este ejercicio de poner una mirada de orden cósmico al futuro político de Catalunya, se me ha aparecido con una cierta claridad la idea de que la nueva era socialista está destinada, con un alto grado de probabilidad, a durar ocho años como mínimo. Es decir, un par de largas y estables legislaturas. Os comparto algunos de los argumentos.
Desde que tenemos la autonomía en Catalunya, de eso hace ya casi 45 años, se han ido alternando periodos de gobierno nacionalista (partidos de obediencia catalana) con el PSC. Ninguno de ellos ha durado menos de ocho años. Después de los 23 años de la era Pujol, vinieron los 8 años de gobierno tripartito Maragall-Montilla, y ahora llevamos 14 años de diferentes gobiernos nacionalistas, que algún día la historia probablemente llamará el "periodo procesista". A diferencia del primer periodo pujolista, el nacionalismo ha tenido un segundo periodo muy convulso con cuatro presidentes, tres de los cuales fueron designados porque los cabezas de lista estaban vetados, o en la prisión o en el exilio. No podemos prever cómo, ni cuándo, ni con quién volverá a producirse la tercera oportunidad de gobernar. Con la victoria de Illa, el péndulo vuelve al lado socialista y se inicia un nuevo periodo de tranquilidad de una Catalunya que quizás ya quería poner un poco de orden en el despeinado campo político. El socialismo siempre ha necesitado a dos aliados para gobernar en Catalunya: ERC y Comuns. Lo necesitó entre el 2003 y el 2010, y lo ha vuelto a necesitar ahora. Y con el apoyo tripartito bastante garantizado, toca, por lo tanto, un periodo socialista que con las inercias habituales puede alargarse fácilmente dos mandatos. Parece bastante plausible. Pero para que se cumpla este pronóstico, creo que tienen que confluir algunos factores determinantes por parte de los tres partidos implicados.
Con la victoria de Illa, el péndulo vuelve al lado socialista y se inicia un nuevo periodo de tranquilidad de una Catalunya que quizás ya quería poner un poco de orden en el despeinado campo político
Con respecto al PSC, en primer lugar, tienen que gobernar con una cierta solvencia y profesionalidad. La gran mayoría de consellers son gente con mucha experiencia de gobierno, y buscarán la manera de ir haciendo cosas sin miedo al "qué dirán". En segundo lugar, y eso es mucho más complicado, el PSC tiene que cumplir el compromiso de la financiación para Catalunya pactado con ERC, que a pesar de ser poco concreto, se puede hacer un seguimiento real. Seguro que ERC y Junts aquí lo harán bien y pitarán las faltas. Este factor es seguramente el más decisivo, porque podría incluso hacer que volviera a tener sentido rehacer una candidatura conjunta ERC-Junts para evitar el enésimo engaño sobre la financiación. No creo que el PSC se arriesgue a perder esta oportunidad histórica para cumplir con su compromiso electoral y ponga en juego el apoyo de ERC. En tercer lugar, el PSC tiene que hacer creíble que es la fuerza que tiene que parar al PP. La tendencia de los catalanes será de plantar cara al PP en el Congreso de Madrid votando socialista, y hacerlo en Catalunya votando a partidos de obediencia catalana. Al menos, eso es lo que ha sucedido casi siempre históricamente.
Si quiere evitar que el PSC alargue indefinidamente su golpe de péndulo, la oposición al PSC, es decir, Junts, tiene que construir primero y después hacer creíble y posible su proyecto de país. Políticas pasionales y efímeras tienen un cierto recorrido, pero no dan suficientes votos para convertirse en una fuerza política fiable. Tampoco ayuda la permanente obsesión para demostrar que ERC es el enemigo a batir. Hay tiempo y maneras de aprovechar todos los activos políticos de Junts y proyectar una propuesta de país de centroderecha, o como le queráis llamar. Deberá ponerse manos a la obra pronto o Aliança Catalana puede robarle una buena parte de la cartera. Finalmente, hace falta que ERC ocupe, aunque les pese, un papel de colaborador necesario de Junts o PSC, y que ponga en juego toda la paciencia y la capacidad negociadora en las que ha destacado últimamente. Es necesario que el nuevo equipo que liderará Junqueras sea el más adecuado para, mientras vigila los acuerdos con el PSC, recuperar todos los puentes con Junts.
Por eso, cuando este argumentario racional se me aparece nítidamente expuesto bajo la calma veraniega, no puedo evitar pensar que lo más probable es que el PSC gobierne como mínimo ocho años. Pero cuando, por culpa del calor que hace que los pensamientos racionales se cansen, me pongo a divagar, me invade el miedo a que ERC y Junts se pasen todo el rato luchando entre ellos a pesar de compartir ideales nacionales, como los espartanos y los atenienses. Me los imagino poniendo las cosas fáciles al PSC, que solo tendrá que dejarse gobernar con una cierta prudencia por un filósofo los años que quiera. Quizás esto le gustaría a Platón, que quería que gobernaran los filósofos y daría la razón a Tucídides, que creía que la codicia lo estropea todo.