Muchos de los análisis que se realizan actualmente son a peso. Si lo miramos así, es evidente que, tal y como dijo ayer el presidente de Òmnium en la radio, la movilización independentista de esta Diada no fue un éxito. Pero deja elementos positivos. Cierto es que la felicidad siempre depende de las expectativas que uno se crea sobre cualquier cosa. Y en este caso, las expectativas, que eran pocas, se superaron. Muchos ahora no lo reconocerán, pero se esperaba una movilización mucho menor. No lo subrayo como una victoria del independentismo, ya he dicho que no fue un éxito. Pero el clima político de este día era el que era: pérdida de la mayoría absoluta independentista en el Parlament, bajón electoral de ERC y CUP. División mayor que nunca entre los partidos independentistas, pacto de investidura con el PSOE, incumplimiento de la ley de amnistía, polémica por la no detención del president Puigdemont, investidura de ERC del presidente del 155 Salvador Illa. Fue la peor participación desde 2010. Claro. No creo que a nadie le haya extrañado eso. Lo que ha sorprendido es que no haya sido menor. No lo dicen. Porque ya estaba escrito que esa manifestación debía ser el fin del independentismo. Pero a muchos les ha sorprendido. Porque lo analizan todo a peso. No por incompetencia, sino por malicia. Lo cierto es que se ha visto que existe cierto poso. Insisto, lo describo sin ningún triunfalismo, pero con ganas de ver que se mueve por ahí:
Primero, las manis: ha sido la más floja desde 2010, sí. ¿Pero alguien recuerda cómo eran las manis independentistas de antes de 2010? ¿Alguien recuerda los esfuerzos que había que hacer para llegar a concentraciones de diez mil personas en Barcelona?
Segundo, el tono: la manifestación de 2024 ha servido para conservar el tono constructivo de la puesta en escena del independentismo. El mal humor de los últimos tiempos, la queja en forma de abstención, no ha dado un tono de radicalidad mal entendida en la manifestación.
El independentismo tiene una base social demasiado importante como para olvidarla
Tercero, el liderazgo: las entidades civiles han logrado mover a la gente (menos de lo que querrían, sí), al margen de los partidos —eso no es menor— y predicando la unidad con el ejemplo: más entidades y organización conjunta, sin peleas.
Cuarto, Lluís Llach y Xavier Antich: dos personajes importantes con un discurso claro. Que saben lo que tocan. Que han dicho más cosas sensatas en dos días que los partidos en meses. Que han sabido movilizar a miles de personas a pesar de todo.
Quinto, el territorio: me parece muy acertado cómo las entidades leyeron la foto que podría salir de la Diada. Sabiéndola menor, hubiera diez mil personas más o menos en Barcelona, mostrar músculo territorial es un acierto. Para mostrarlo, hay que tenerlo.
Sexto, la soberanización del catalanismo: la manifestación de ayer demuestra que el proceso de transformación del catalanismo hacia el soberanismo ha cuajado. El catalanismo se expresa durante la Diada yendo a la manifestación independentista.
Séptimo, la base social: pese a ser la más pequeña desde 2010, la mani de ayer muestra que el independentismo cuenta con una sólida base social. Al ver la mani en televisión, muchos pensaron “tenía que haber ido”. Se esperaban otra cosa. Pero están ahí.
Y con todo este poso, ¿qué hacer? Las entidades, ¡activarlo! El independentismo vive de distintas fuentes. Una es la política. La otra es el activismo. En los últimos años, por motivos obvios, tuvieron que mezclarse. Toca hacer país de nuevo. Y los partidos, conectar con ello. Es una base social demasiado importante como para olvidarla. Hay que recuperar la confianza. No será fácil. Pero no existe otra opción si quieren ser mayoritarios. A ver los congresos.