Una campaña electoral de las generales desdobla la realidad entre lo que nos pasa y lo que realmente pasa. Lo que ocurre mientras los partidos nacionales ocupan la conversación pública para disputarse el voto y una Europa que intenta controlar un polvorín comunitario mientras cada país rema hacia dentro. En esta campaña, el contraste entre lo nuestro y el contexto es más profundo que en ninguna otra. 

Por un lado, Feijóo ha despejado la gran cuestión: gobernará con Vox si no suma. Habrá un gobierno de coalición con la ultraderecha, si no obtiene una mayoría suficiente. El despeje de la ecuación coincide con la irrupción del contexto europeo. No es solo Francia y la ultraderecha ganando posiciones en Alemania, Suecia o Finlandia. La confirmación de Feijóo se da el mismo día que la presidenta de la Comisión, Ursula Von der Leyen, expone en Madrid la tensión que la ultraderecha insufla en la agenda de la propia presidencia española. 

Hay acuerdos clave que tienen que salir adelante los próximos seis meses. Entre ellos, el pacto migratorio, —boicoteado por Hungría y Polonia— y la agenda verde para frenar la crisis climática. Feijóo ha despejado el ‘ticket electoral’ pero no cómo abordaría la presidencia del Consejo con Vox. El PP ha sido muy duro con Sánchez por no cancelar todo acto de la presidencia europea ante la posibilidad de beneficiarse electoralmente y muy laxo a la hora de aclarar la posición del PP en materias que marcarán el futuro de la Unión. Una agenda que se discutirá a partir de septiembre, que podría tener que liderar y que cerrará los pactos sobre los que pilotará la Unión al menos durante 2023 y 2024.

Metidos de lleno en el 23-J como si estuviéramos solos en Europa, Feijóo intenta quitarse de encima el enredo de los pactos con propuestas económicas y sociales que casi nadie escucha. En el reparto de papeles, Cuca Gamarra responde al bastión duro encargado de agitar el antisanchismo como motor electoral y la demonización de los pactos de Sánchez en caso de que la izquierda sume.

El PP contó con la abstención del PSOE en 2016, una votación que desgarró al partido y lo llevó a una de las mayores crisis internas del PSOE

De momento, las encuestas no arrojan un resultado contundente de gobierno. La derecha suma en casi todas las opciones y la izquierda se recupera del 28-M. En la foto fija de Narciso Michavilla, quien más ha acertado hasta ahora, en el peor escenario PP y Vox suman 175 escaños, un resultado relativamente fácil de resolver con los minoritarios. El resultado de los sondeos es de bloqueo o coalición de derechas, donde la izquierda necesita sumar con todos y la derecha no puede sumar con casi nadie.

Bajo el mantra de dejar gobernar la lista más votada, la derecha intenta abrir el debate de la abstención socialista sin generar las condiciones necesarias. El PP contó con la abstención del PSOE en 2016, una votación que desgarró al partido y lo llevó a una de las mayores crisis internas del PSOE. En el Comité Federal de aquel 1 de octubre ganó el sí (136 votos a favor, 96 en contra) y no hubo aplausos. Sánchez se fue y dejó su escaño manteniendo el ‘no es no’. Y este es uno de los temores del actual Partido Popular, que el presidente continúe en su escaño desde la oposición. Con Sánchez esa abstención sería imposible y sin él, con un grupo parlamentario de la horma de Sánchez, también. Sobre las condiciones, el PP no tiene tiempo para pasar del ataque feroz al anti sanchismo al respeto que exigiría una petición de ese calibre.

Mientras, Feijóo está pidiendo el voto de la mayoría social, duro con Sánchez, amable con Vox. El presidente del PP se presenta en campaña como el líder político por encima de las trincheras cuando la naturaleza de Vox es la propia trinchera.