Al Partido Popular cada barrido demoscópico le acerca más a la mayoría absoluta. Un suelo y techo electoral de los sondeos que le da alegrías potenciales frente a una realidad rocosa de la que no sale. Los populares generan más inquietud en la coalición de gobierno cuando se acercan a sus antiguos socios naturales, del PNV a Junts. Lejos de verlo, continúan sumidos en una estrategia unilateral y simplista que les sirve para cualquier asunto. Es el todo o nada al voto antisanchista, proyecto nacional incluido. Y por extensión, el azote también frente a los socios, es decir, contra todos.
Aislarse con Vox en el Congreso y en los gobiernos autonómicos no le funcionó el 23-J. En Catalunya, más de lo mismo. La falta de definición del proyecto político ha dejado el 12-M en lo que Jordi Turull define como las dos opciones: Govern en torno a Puigdemont o el PSC. Tras el shock político-emocional de los cinco días de abril, el PP únicamente es capaz de redoblar la apuesta contra el Sánchez autócrata. “El PSOE se ha borrado de ser un partido de Estado, solo el PP es un partido de Estado”, decía Feijóo en Salou. El triplete del que no salen lo ha resumido el portavoz Borja Sémper este mismo lunes. Convocatoria de una quinta movilización contra la amnistía, los “bulos” de Sánchez y la “sospecha de corrupción”. El parón de la presidencia del Gobierno tiene su zona de sombra, pero ha conseguido dos éxitos en el corto plazo. Movilizar a los suyos y pinchar el globo de la construcción de una corruptela familiar sin agarre real. Begoña Gómez no está imputada y la Audiencia Nacional ha rechazado tomarle declaración en el caso Koldo por más recortes de prensa que envíe la ultraderechista Liberum.
Pedro Sánchez tiene la capacidad de cambiar el marco de manera dinámica, de un volantazo a otro. O como describió con una excelente metáfora la emprendedora María Álvarez en redes, Sánchez no juega al ajedrez como los políticos convencionales, sino al baloncesto. Cada vez que pierde el balón, lo recupera de un brusco manotazo. En el hervidero de Madrid, ese balón ahora lo tiene Sánchez.
Es posible que el parón de Sánchez, más que descolocar al PP, haya evidenciado un descoloque previo
La derecha no controla el estado emocional de la campaña del 12-M y necesitará remediarlo de cara a las europeas. Porque tampoco consigue capitalizar su otra gran apuesta, las comisiones de investigación del Congreso y Senado. Aun con mayoría absoluta de la cámara alta, se le ha escapado vivo desde Koldo García a José Luis Ábalos, desde Santos Cerdán a Salvador Illa. No han sacado un solo titular a los platos fuertes del listado de comparecientes. Les citaron muy pronto para usarlos como artefacto electoral y tampoco se han preparado los interrogatorios. De hecho, con Salvador Illa fueron más duros ERC y Junts que Vox y el PP.
En el caso de José Luis Ábalos ha dominado la comparecencia como si le hubieran pasado las preguntas antes del examen. El interrogatorio debía tener todo el peso político contra quien ha sido exsecretario de organización del PSOE expulsado al Grupo Mixto, hombre fuerte de Sánchez y valedor del exasesor que da nombre a la trama, Koldo García. Los portavoces casi pedían permiso para dirigirse al exministro de Fomento que se ha zafado con facilidad diciendo que el exasesor no era servidor público y las administraciones bien pudieron no hacerle caso en su mediación por las mascarillas. La supervisión de los contratos corría a cargo del subsecretario (hoy en el Ministerio de Transportes). Y así todo. Había muchos huecos donde encajar preguntas, pero no supieron. Ni una sobre el patrimonio del exasesor, los ascensos, la colocación en dos consejos de administración. Hasta con el caso Delcy, fuera del objeto de la Comisión, era Ábalos quien pedía más árnica. Los portavoces, lejos de controlar la escena, se han dejado arrastrar. “¿Qué llevaba Delcy? ¿Oro? ¿Cocaína? ¿Dólares?” Para rematar con: “Me alegra que me haga esa pregunta nada original. Es de los bulos mejor instalados en este país”.
Es posible que el parón de Sánchez, más que descolocar al PP, haya evidenciado un descoloque previo. El oxígeno extra de las elecciones gallegas, por más mayorías que recojan las encuestas, no es suficiente para recuperar el balón del Gobierno.