El algoritmo de las negociaciones con Vox está arrastrando al PP a un choque contra sí mismo y su credibilidad en la estrategia de pactos. Ha pasado una semana y no hay respuesta buena al entreguismo de Valencia. Las que hay, dan un resultado argumental confuso e incompleto. Si el presidente popular Carlos Mazón no reportó a Génova, estaríamos ante un partido sin dirección general; si Feijóo dio el visto bueno, es incomprensible la debilidad de la negociación para entregar a Vox carteras de Gobierno; si el PP menospreció la reacción o quiso probar a ver cómo caía, también se equivocó al hacerlo con Valencia, la joya de las autonómicas que PP y PSOE acordaron que marcaría la carrera hacia las generales.
La entrevista de Carlos Alsina a Pedro Sánchez ha aclarado en prime time la famosa declaración de Sánchez que le ha perseguido hasta hoy: “No dormiría tranquilo…”. El mito hacía referencia a ese quitar el sueño de un PSOE con Podemos, cuando en realidad Sánchez se refería a tener a los morados en carteras de Estado, en referencia a Hacienda o Transición Ecológica. El PP ha dado ese paso, antes de llegar a las generales, al flamante pacto final de todas las derechas. En Valencia les han dado todo lo que pidieron sin que haya trascendido un solo "no". Fuera Igualdad y bienvenida la vicepresidencia del Govern, Justicia e Interior, Agricultura y Cultura. No falta nada en el plato fuerte de Vox, tanto de gestión como de guerra cultural.
Extremadura puede ser la gran perjudicada por un Vox envalentonado tras el acuerdo de Valencia. Los ultras pueden renunciar a la vicepresidencia de Gobierno pero no a consejerías, que viene a ser prácticamente lo mismo si se llevan carteras estratégicas en la región. En Baleares los pactos también van a toda vela y Marga Prohens, aunque pueda alejarles de la vicepresidencia, entrarán en el gobierno balear y en el Parlament. Y la misma línea ha ocurrido a nivel municipal. En Valladolid, el PP ha cedido Cultura en la ciudad donde tienen que celebrarse los Premios Goya y tiene una colaboración con la Seminci ahora amenazada.
Vox ha aprovechado la luna de miel del post 28-M para endurecer su discurso más ultraconservador y negar la violencia de género y el cambio climático
No solo el PP ha abandonado los complejos de los pactos con la ultraderecha. Vox ha aprovechado la luna de miel del post 28-M para endurecer su discurso más ultraconservador, eliminar las concejalías de Igualdad, rechazar la agenda 2030 o lo que es lo mismo, negar la violencia de género y el cambio climático. Además de una vuelta al revisionismo histórico, a censurar los derechos LGTBI, atacar la inmigración, sustituir las políticas sociales por beneficencia y penalizar a los agentes sociales, el diálogo y la paz social. Por no hablar de la ristra de partidos que ilegalizaría.
La maraña de negociaciones, ante un Vox que habla claro sobre quién es y qué quiere, lastra la carrera hacia la pretendida mayoría absoluta de Génova 13. Es posible que el antisanchismo pueda con todo, pero no está escrito en qué proporción y hacia qué lado. El efecto Macron de Feijóo puede quedarse en Madrid y Andalucía, en las mayorías de Isabel Diaz Ayuso y Juanma Moreno Bonilla. Las encuestas todavía no pitan tan alto y la estrategia no acompaña. Con la dimensión que están alcanzando los pactos del PP con Vox, tanto en número como en cesiones, se nublan las razones del voto útil de Feijóo a ese posible millón de trasferencia de voto, según el CIS, o al votante más duro. Vox sabe qué quiere, la última semana de pactos apunta a que solo falta que el PP le haga mayor.