La baja natalidad en Catalunya es, sobre todo, un problema de libertad. Hablé de ello en este artículo a raíz de las investigaciones de la académica Alícia Adserà y de la polémica anual del primer catalán del año encabalgada con el hecho migratorio. Los estudios de la doctora Adserà sirven para entender de qué forma el mercado laboral moldea las perspectivas familiares de los catalanes y, sobre todo, de las catalanas. Se calcula que entre un 20% y un 30% de las mujeres no tendrán hijos a pesar de querer tenerlos o tendrán menos de los que desean. Ahora, además, existen datos con respecto al coste de la crianza: este 2024, tener un hijo supone, por término medio, un gasto de 938 euros al mes. En 2022 era un 15% menos, y en el año 2018 un 45% menos que hoy. El coste de vida en Catalunya no solo tiene efectos sobre el presente de los catalanes, que son cada vez más pobres; también los tiene sobre su afán procreador.
A veces una tiene la sensación de que, en este país, hablar de hijos y de familia solo está libre de sospecha cuando se hace desde la vertiente material de la cosa. Es cierto que un mercado laboral rígido como el nuestro —y con una deficiencia clara de permisos y ayudas que suavicen salir de él— tener hijos tiene "demasiadas" consecuencias sobre la vida laboral de la mujer. También es cierto que el gasto del coste de crianza es el más elevado del Estado español. Es igualmente cierto que las adversidades para acceder a la vivienda —de las que se ha hablado tanto en estas últimas semanas— son significativas a la hora de proyectar y planificar un futuro familiar. Que la decisión de procrear tenga que superar obstáculos económicos desde todos los flancos hace que la decisión esté viciada de raíz y, por lo tanto, sea menos libre. Trabajo o hijos. Dinero o hijos. Vivienda o hijos. Estas son dicotomías que, ya de entrada, cualquier padre o madre potencial tiene que añadir a su marco de renuncias personales. Pero la acentuación de las derivadas económicas en Catalunya es lo bastante extrema como para que se acabe desincentivando la procreación. Me parece que ya nos encontramos aquí.
Las condiciones materiales son primordiales para entender los datos sobre natalidad, por eso cada vez que la cuestión versa sobre el empobrecimiento de los catalanes, hay que hablar necesariamente de sus perspectivas de futuro. Lo que es curioso, sin embargo, es que de perspectivas familiares —en la opinión pública y en los medios— solo se habla en esta dirección, como si sirviera de excusa para justificar ciertas medidas económicas y ya está. La familia, la fecundidad, la natalidad, solo son la herramienta y el subterfugio que utilizamos para señalar lo que creemos que no va lo bastante bien o que afecta directamente a la calidad de vida de los catalanes. Y también debe ser esto, porque cualquier dato económico actualizado del país apunta hacia aquí. Pero una no puede dejar de tener la sensación de que, abordándolo así, solo se está afrontando una parte del debate. ¿Por qué queremos tener hijos? ¿Por qué es importante la idea de familia y de red familiar, más allá de utilizarla para señalar las fisuras económicas que obstruyen la decisión de empezar una o ampliarla?
Cuesta bastante encontrar voces que tengan espacio para hablar con la misma exhaustividad de los motivos para tener hijos desde una perspectiva personal
En Catalunya tenemos un buen trato público con la no-maternidad —supongo que el trato privado será otra cosa—. Bueno, al menos, tenemos trato con ella. Es habitual que los medios den voz a quienes no han decidido tener hijos para que expliquen sus motivos, en ocasiones proponiéndolo, incluso, como una opción contracultural. Y lo es: la no maternidad va en aumento, pero la opción mayoritaria siguen siendo los hijos. Ante este tipo de discursos, ciertos sectores ideológicos ponen el grito en el cielo con el argumento de que los medios desincentivan la natalidad. Dar voz no tiene que ser, necesariamente, desincentivar nada. O no debería serlo, me parece, si lo entendemos como la manera de ofrecer opiniones —en la medida en la que también se ofrecen opciones— para que la toma de la decisión cuente con la máxima información posible. La cuestión es que cuesta bastante encontrar voces que tengan espacio para hablar con la misma exhaustividad de los motivos para tener hijos desde una perspectiva personal. Y digo desde una perspectiva personal porque gente que "defiende" la familia como una etiqueta más de su abanico ideológico ya hay. Igual que ya hay espacios para hablar de maternidad y de crianza, a menudo reservados a las mujeres, por cierto, como si no fuera un tema que afecta a toda la humanidad.
En El Suplement sobre no-maternidad y no-paternidad, Elisenda Pineda explicaba que ella no va preguntando a la gente: "y tú, ¿por qué has tenido hijos?". Llegados a este punto, asumida la opción de tener hijos como un gasto económico que no solo trastoca las cuentas bancarias familiares sino que empobrece, asumidas y expuestas las voces que hablan de no tener hijos como una opción más, ampliado el debate público para divulgar tanta información como sea posible para que la toma de decisiones sea libre, quizás también ha llegado el momento de preguntarnos otra vez: si tener hijos no sale a cuenta ni económicamente ni con respecto a renuncias personales, ¿por qué tenerlos? ¿Tenemos un discurso público bien articulado para hablar con profundidad del tema? Dejar esta cuestión sin abordar es problemático por varios motivos.
En primer lugar, porque la persona que se ha lanzado y ha decidido tener hijos irá falta de argumentos racionales y no podrá explicarse a sí misma más allá de los "instintos". Este tipo de planteamientos favorecen la idea de una reproducción animal que no requiere ni madurez ni trabajo interior. No es necesario haber tenido hijos para entender que hacerlo "porque toca" no es un buen inicio. En segundo lugar, porque si la cuestión solo se aborda en términos de renuncia —económicas, personal y postpartos funestos—, la toma de la decisión tampoco será libre. En tercer lugar, porque si pensamos que los hijos sirven de algo más que de excusa económica y política para mejorar la calidad de vida, debemos saberlo explicar. De hecho, debemos saber explicar si queremos tener hijos porque pensamos que "sirven" de algo o no. En cuarto lugar, porque debemos poder llegar al fondo de los motivos que nos mueven colectivamente, también de lo que nos lleva a reclamar mejoras materiales, poniendo la procreación como argumento válido. En quinto lugar, porque no basta con "los hijos son lo mejor que me ha pasado" para cambiar el estado de ánimo de una sociedad. Yo quiero tener hijos porque creo que hay un tipo de amor que se descubre cuando tienes que olvidarte de ti mismo lo máximo posible porque hay alguien que depende de ti, y quiero descubrirlo. Porque entiendo que el hijo, por sí solo, no tiene que aportarme nada: me dará lo que yo le dé. Y porque creo que estoy hecha para esto. Y además, quiero poder pagarme un sitio donde vivir, y que la crianza no cueste 938 € al mes, y que mi vida laboral no quede trastocada para siempre por el hecho de ser mujer. No quiero tener hijos "a pesar de" mi país, quiero poder tenerlos gracias a mi país o, como mínimo, que mi país no me lo impida.