Más mala que un dolor, ofidia, serpiente. La delegada del Gobierno de Madrid en Catalunya, Teresa Cunillera, no recibe muy buenos calificativos entre algunas personas de Pla d’Urgell, Conca de Barberà o el Segrià con quien he podido hablar y que se jactan de conocerla bastante bien a sus 67 años. La venerable política, que hace pocos días afirmó que en Catalunya “está en riesgo la convivencia” porque hay “intolerancia a la hora de pretender imponer las ideas”, es caracterizada como una persona profundamente intolerante, que impone ideas, aunque pretenda exhibir formas reposadas y una bien estudiada cordialidad. El fanatismo político, la obcecación partidista, el sectarismo, desde esta perspectiva, habrían presidido constantemente su actuación pública, al servicio del PSC, el partido del que siempre ha formado parte y que le ha proporcionado todo tipo de cargos de gran relieve. Relieve que no se correspondería precisamente con la brevedad de su currículum académico, que incluye ciertos estudios de peritaje mercantil. “Parece muy tonta, pero de tonta no tiene un pelo —me relata lo sinyor Atanaric—, es falsa, mentirosa y manipuladora. Oportunista. Siempre al lado de los hombres importantes del PSC y del PSOE, siempre la mejor amiga de los poderosos y nunca de los humildes. Es tan de izquierdas como mi mano derecha. Primero creció a la sombra del alcalde de Lleida, Antoni Siurana y luego dio el salto a Madrid como diputada por Lleida y como cargo de confianza de varios gobiernos socialistas. Hoy, la provincia de Lleida es la única de España que no tiene a un representante socialista, precisamente el escaño que perdió Cunillera y que parecía su propiedad privada durante largos años. Con el tiempo se ha ido radicalizando y ennegreciendo como persona, hasta convertirse en una especie policía represora de cualquier discrepante dentro de su propio partido político”.
“Sí, de hecho, siempre ha ejercido de mujer policía al servicio del inmovilismo del sistema. Ahora hace de mayor de los policías españoles en Catalunya. Es enormemente conservadora, como solo lo saben ser en Lleida —me explicaba el diputado Sisebuto del Congreso de Madrid—, mucho más carca que Enric Millo, ya lo veréis pronto. Yo siempre la he visto en el grupo parlamentario socialista con un látigo en la mano, imponiendo la disciplina entre los compañeros de escaño, sin más ideología que obedecer las órdenes de la secretaría general del PSOE, independientemente de si eran correctas, absurdas o equivocadas. Es inflexible, sectaria, sin corazón. Y, con el cargo de gobernadora civil que tiene, ahora se le ha subido a la cabeza toda la arrogancia y toda la mala baba que lleva acumulando durante años. Tiene un resentimiento extraño con Catalunya, en este sentido se parece mucho a Josep Borrell, ambos han hecho su carrera política en Madrid y no se han acordado nunca más de sus orígenes. Nunca se ha dedicado a política municipal ni comarcal. Y ahora mismo no podría decirte que haya realizado, tras tantos años como diputada, ninguna acción política, ninguna iniciativa en favor de Lleida. En Lleida los socialistas no han sido un partido político, han sido un régimen, el régimen que sustituyó al franquismo cuarenta años más y que aún dura. Al menos hasta el alcalde Àngel Ros, un antiguo alto ejecutivo de la Coca-Cola, una especie de Porcioles de Ponent”.
Teresa Cunillera no parece muy preocupada por los ataques fascistas que han sido frecuentes por algunas calles de Catalunya ni parece muy dispuesta a asistir a los actos oficiales de la Diada si no se dirigen “a todos los catalanes”. También intenta quitarle hierro a la intensa movilización de policías en dirección a Catalunya. “Todo lo que sabe el presidente Pedro Sánchez de Catalunya —me explica la señora Viterica Liuva— está filtrado por Teresa Cunillera, que fue su jefe de campaña cuando logró ganar las elecciones a la secretaría general del PSOE. Hoy Cunillera es el vínculo entre los socialistas madrileños y Miquel Iceta, el político más cínico que he conocido, una persona sin estudios que, de la mano de Narcís Serra, y con sólo 31 años, llegó a ser director del Departamento de Análisis del gabinete de la Presidencia del Gobierno de España, durante la guerra sucia del Estado contra el independentismo vasco. Estamos hablando de este tipo de personal, de este tipo de microcosmos de donde sale la figura de Teresa Cunillera. Narcís Serra, el del agujero en Catalunya Caixa y las escuchas ilegales. Antoni Siurana, el que se reunió con el general Alfonso Armada en Lleida antes del golpe de Estado del 23 de Febrero. Aquello sí que fue un golpe de Estado y en el que participó el PSOE. Estos personajes, obsesionados por el poder, sin sentido de la decencia, de lo que es correcto e incorrecto, son los que han puesto a Teresa Cunillera de virreina y ahora quieren hacer ver que dialogarán con el independentismo político. Por el mismo precio el independentismo podría dialogar con alguno de estos generales que, recientemente, han defendido la figura de Franco. No habría ninguna diferencia”.