Recupero de la memoria un fragmento de uno de los discursos más importantes de Pompeu Fabra en referencia a la nación catalana. Lo ofreció el 30 de noviembre de 1930, en el acto de presentación de la entidad "Palestra" que se hizo en el Palau de la Música. Fundada por Josep Maria Batista i Roca y un buen número de nombres relevantes de la sociedad catalana, entre ellos el mismo Fabra, que fue su presidente, Palestra nacía con la intención de formar a los jóvenes catalanes a fin de que fueran agentes del proceso de modernización de Catalunya que anhelaba el Novecentismo. El objetivo era el de construir una nación culta, avanzada, civilizada y moderna, regenerada después de la dictadura de Primo de Rivera, definida por Pompeu Fabra como "uno de los intentos más fuertes de asimilación de nuestro pueblo". "De esta prueba hemos salido incorruptos, pero no invulnerados", añadía, y por eso había que reconstruir social y moralmente el país, desde una perspectiva de defensa patriótica. En este contexto de reconstrucción nacional después de la derrota de la dictadura, Pompeu Fabra hacía una extraordinaria descripción de lo que tenía que ser un patriotismo moderno, avanzado e integrador. Este es uno de los fragmentos del discurso, que se puede encontrar entero en el archivo del diario La Publicitat:
"El sentido de Palestra es esencialmente patriótico y moral. Sus actividades tienen cuatro sectores principales: la educación patriótica, la educación física, la educación moral, la obra social. Queremos que la juventud sea patriótica, bien catalana, de una manera reflexiva y consciente, humana y nada chovinista. La Pàtria es la Terra y el Poble, todo aquello que el pueblo puede hacer sobre esta tierra, tanto la lengua, como la economía, como la historia, como todas las manifestaciones de la tierra y del espíritu catalanes, son materia de patriotismo. Queremos que este patriotismo sea ancho y que abarque toda la magna Catalunya, las tierras hermanas de Lengua Catalana".
He pensado en este discurso a raíz del acto de reconocimiento que los "Amigos de Prat de la Riba" han hecho en Castellterçol al president Jordi Pujol. El hilo rojo que une la magna obra de Prat de la Riba con la figura gigantesca de Pompeu Fabra, y la no menos primordial figura de Jordi Pujol, ha sido una tentación que no he podido evitar. Al fin y al cabo, este hilo rojo explica la historia del nacionalismo moderno y la ingente lucha por recuperar nuestra nación de los estragos que ha sufrido a lo largo del tiempo. Desde la famosa frase de Prat de la Riba en 1890, "vengo a hablaros de la patria catalana, que, pequeña o grande, es la única patria nuestra", el esfuerzo por dotar Catalunya de las estructuras de un Estado moderno, a pesar de la escasez de su soberanía, ha sido una constante que ha marcado la lucha catalana del siglo XX y XXI.
Pujol ha sido Prat de la Riba y Pompeu Fabra al mismo tiempo, el reconstructor de país y el juicio ordenador, obsesionado con dotar Catalunya de las estructuras básicas de una nación moderna
Prat de la Riba lo intentó con la Mancomunitat, el primer ensayo para tener un poder institucional catalán que permitiera modernizar Catalunya. Y a pesar de ser abruptamente liquidado por la dictadura de Primo de Rivera, triunfó en su voluntad en poner las bases de una nación moderna. Pompeu Fabra fue el "juicio ordenador de la lengua catalana", en expresión feliz de Josep Pla, y gracias a él, también el catalán entró en la era moderna. Y Jordi Pujol fue el reconstructor de este proyecto de modernidad, después de la destrucción sistemática de la nación catalana durante la dictadura franquista. En los tres casos, su ideal político arraigaba en un fuerte sentimiento patriótico, un nacionalismo inclusivo y la convicción de que había que dotar Catalunya de las bases de lo que tendrían que ser unas estructuras de Estado. Muchos otros fueron y han sido primordiales en este proceso de lucha catalana, pero es indiscutible que estos tres nombres han sido claves en la continuación del proyecto nacional de Catalunya.
Es evidente que los años de presidencia de Jordi Pujol han tenido claroscuros, algunos de los cuales profusamente publicados. Fueron veinte años de poder que circularon entre muchas grandezas y algunas notorias miserias, la consecuencia de las cuales trae cola judicial. Es cierto, también, que el ensañamiento público contra Jordi Pujol por parte del Estado fue la primera maniobra de la Operación Catalunya, obsesionada con destruir el símbolo más relevante del nacionalismo catalán. "Tenía que caer Pujol" clamaban desde las cloacas, que no tuvieron reparo en arrasar con todo, incluso destruyendo bancos andorranos y patrimonios personales. Y dedicaron todo el poder mediático que tuvieron al alcance para conseguirlo. Pujol era la flecha y la diana era Catalunya.
Visto con la mirada del presente, es un hecho que algunas de las miserias de los veinte años de gobierno son rechazables. Pero la mirada de la historia tiende a la indulgencia, especialmente cuando la obra general es de enorme importancia. Pujol ha sido Prat de la Riba y Pompeu Fabra al mismo tiempo, el reconstructor de país y el juicio ordenador, obsesionado con dotar Catalunya de las estructuras básicas de una nación moderna. Su legado ha sido fundamental para recuperar la conciencia nacional y todo lo que ha venido después ha pasado porque él puso las bases. Somos un país herido que acumula muchos intentos de ser destruido y, sin embargo, ha persistido. Personas como Prat de la Riba, Pompeu Fabra y Jordi Pujol han sido claves a la hora de vertebrar este sentido de persistencia que no nos ha abandonado nunca.
Acabo con una última reflexión de Pompeu Fabra: "Solo tendremos lo que nosotros sepamos ganar. Hace falta reconocer todos nuestros recursos y estudiar sus posibilidades. No tenemos un estrecho nacionalismo. Vivimos de cara al mundo y si queremos la plena soberanía para nuestro pueblo es para mejorar la calidad de nuestros conciudadanos y para conseguir que Catalunya, intensamente civilizada, pueda ofrecer una efectiva colaboración en la obra de mejora y progreso de la humanidad."