Solo existe una actitud posible ante la huelga de hambre que han empezado Jordi Turull y Jordi Sànchez y es expresar una solidaridad activa. Esta tendría que ser la actitud de todo el independentismo y, al mismo tiempo y como mínimo, contar con el respeto de todos los demócratas más allá de si compartes o no el credo de los huelguistas o la oportunidad de la huelga o la necesidad de que decisiones de este tipo —la huelga de hambre es la medida de protesta más extrema que puede decidir un preso— sean sobradamente consensuadas. La actitud solo puede ser una, como apuntaba el diputado republicano Ruben Wagensberg: "Ya nos podemos ir organizando para encontrar la mejor manera de apoyar a Turull y Sànchez. La dignidad de empezar una huelga de hambre, encima de llevar un año cerrados, es infinita. Tenemos que volver a sonar en todo el mundo". Esta y ninguna otra tienen que ser la actitud y el propósito.
No tendrían que repetirse actitudes maximalistas tan estériles como contraproducentes, como aquella que malbarató la investidura de Jordi Turull, que habría sido una de las mejores decisiones tácticas y estratégicas tomadas en el Parlament para retratar al poder judicial español y, en particular, para denunciar al inquisidor Llarena y su sumario chapucero y explícitamente vengativo.
Tal como no puede pasar lo que hemos visto tantas veces en el Congreso de los Diputados y ahora recientemente con la polémica provocada por una intervención de Gabriel Rufián y el mentiroso Pepito Borrell. Que otros diputados indepes no solo no se solidarizaban con Rufián, sino que encima algunos promotores de la Crida se le echaban encima, as usual, arremetiendo con rabia y descalificaciones a chorro contra el diputado de ERC, es sencillamente impropio de compañeros republicanos, además de profundamente mezquino.
Hoy mismo, en la plaza de l'Església de Prats de Lluçanès, en un acto público, Gabriel Rufián iniciaba su intervención pidiendo un aplauso para los presos en huelga de hambre. A su vez, el alcalde, Isaac Peraire, hacía exactamente lo mismo. Generoso, sin matices, Peraire expresaba su rotunda complicidad con Sànchez i Turull, en presencia de Diana Riba, compañera de Raül Romeva, que aplaudía las palabras del alcalde con convicción.
Da igual la sigla de los huelguistas; la solidaridad y la complicidad son imprescindibles. Como es al mismo tiempo necesario respetar la decisión personal de todas y cada una de las presas y presos sobre la oportunidad de la iniciativa y evitar la tentación, desdichadamente tan presente, de confrontar decisiones personales. La huelga llega en la antesala del juicio a los presos del 1 de Octubre, un juicio que ya se avista en el horizonte. Sabemos que será un juicio largo y duro y que se convertirá en un escaparate interno e internacional único para denunciar ante nuestros conciudadanos, ante el conjunto de ciudadanos demócratas del Estado y de la Unión Europea, la ignominia antidemocrática que el régimen de la restauración borbónica ha perpetrado en Catalunya.