Dice la letra de Raimon que en este país la lluvia no sabe llover. Alguna otra canción tendría que decir que los gobiernos tampoco saben gobernar. Porque sí, el agua escasea, pero la gestión que se hace de la poca que tenemos también clama el cielo, el mismo cielo que dicen que no sabe llover, como si todo fuera culpa de él, pobre, como si la intervención humana no lo hubiera desbaratado en forma de cambio climático. Y ahora, todos a correr. Y ahora, todos a mirar hacia arriba, hacia las nubes. Y ahora, todos a mirar hacia abajo, hacia el Ebre. Como si no hubiéramos aprendido nada de batallas anteriores y cada vez nos tocara volver a explicar lo mismo: que al Ebre no le sobra agua.
A partir de aquí, cualquier otro debate estará contaminado y falseado porque partirá de una base errónea. Ni le sobra, ni se tira al mar. Es su función: fluir. Estar vivo, simplemente. De lo contrario, sería una simple cañería que puedes regular a conveniencia de intereses espurios. El río está enfermo y un enfermo no puede dar sangre, todo lo contrario: lo que necesita es una transfusión. Y eso es lo que ha estado sucediendo estos días: unas curas paliativas en forma de pequeña riada controlada y de urgencia, destinada a garantizar el mínimo caudal ecológico y a controlar el impacto del movimiento de sedimentos. Y ya os adelantamos que la medida es todavía insuficiente porque la gravedad del estado de salud del Delta es mayúscula. Por eso ahora los embalses de Mequinenza y Flix tienen las compuertas abiertas. Por eso ahora todas las televisiones enfocan para aquí.
Se aprovecha la sequía para enseñar, interesadamente, los pantanos del tramo final del Ebre soltando agua por la agonía del Delta. Y mientras no se aplica la tecnología existente como solución alternativa, Marcel·la y Cinta, de Deltebre, ya han recibido la carta del Estado que las avisa de que empiezan a quitarles tierras. Es el nuevo deslinde. El restaurante Los Vascos, situado junto a la playa del Fangar y propiedad de estas dos hermanas, está sentenciado. Cuando sus antepasados lo construyeron, el faro de Buda estaba en tierra firme. Ahora, de la franja de playa hasta el lugar donde se derrumbó, hay 3 kilómetros. Que nadie les diga que plantaron arroz y levantaron casa a mal lugar. Ellas ya estaban antes de que el mundo se volviera loco.
Y sin que el plan de protección del Delta esté todavía aprobado, el Estado ya está impulsando una nueva delimitación del litoral. Arrebata fincas a sus propietarios en lugar de combatir la regresión. Y lo hace sin pagárselas, porque no es una expropiación, sino un interés general de esos. Cuando la tierra no es tuya, es fácil decir que hay que retroceder porque el mar se nos come, cosa que venimos avisando desde hace tiempo. Cuando no te juegas el sudor de la frente de tus abuelos, es fácil poner líneas sobre el mapa desde un despacho, sin pisar la tierra que llora y grita que ya basta de agresiones.
Hace 15 años, apenas volvió a llover, se dejaron de hacer las obras que ahora nos permitirían tener soluciones a la sequía. La tecnología existe, pero genera más beneficio expoliar a los de siempre
El Delta se derrumba y retrocede. Hace décadas que no baja suficiente agua ni suficientes sedimentos, pero en los telediarios y en los diarios últimamente veréis que se muestra el Ebre con bastante caudal, como si todo fuera bien, y enfocándolo justamente después de mostrar el campanario de Sau sin una gota de agua, sobre la tierra resquebrajada. Contraponer ambas imágenes es demagogo y pretende incitar la confrontación entre regiones. Durante la sequía del 2008 se terminaron algunas infraestructuras necesarias, pero apenas volvió a llover, se guardó en el cajón todo un plan de actuaciones que ahora echamos de menos (desaladoras, depuradoras, etc.). Se han perdido más de 15 años y ahora tenemos que pagar la factura los de siempre. Una prueba más de como la clase política piensa solo de 4 en 4 años, lo que le dura la legislatura, y no tiene visión de futuro para cuestiones de estado y de país que requieren mirada larga. Solo nos acordamos de Santa Bàrbara cuando truena y de la Moreneta cuando no llueve.
El decreto de emergencia por sequía aprobado el jueves por la Generalitat de Catalunya afecta a más de 6 millones de habitantes repartidos en unos 200 municipios de Barcelona, Girona y la Catalunya Central. Eso significa que de los 8 millones de catalanes que somos, los otros 2 viven —vivimos— en las 700 y pico poblaciones restantes: Terres de l'Ebre, Camp de Tarragona, Lleida y Alt Pirineu-Aran. El mismo mapa de siempre, partiendo Catalunya en dos mitades de arriba a abajo. El oriental y el occidental. Esta división ya nos tendría que llamar la atención y hacernos plantear cómo se comporta el Principat. Unos no pueden crecer más y los otros se van despoblando. ¿Y quién quiere más agua para seguir creciendo? ¿Y de dónde la quieren coger? Exacto.
Y es que hora ya ha empezado la ofensiva por tierra, mar y aire. La presión mediática y los sectores socioeconómicos intentan crear un estado de opinión que nos presente como insolidarios. Pero no, amigos: la solidaridad se ejerce de arriba abajo, no al revés. Pedirle al pobre que ayude al rico no es solidaridad, es espolio. Y es de ser caradura. No se puede pedir generosidad al maltratado. Entre el desconocimiento de la realidad y el intento de manipulación, entre la desinformación y la mala intención, se quiere volver a culpabilizar a los de siempre: la gente del sur y los campesinos del país. Máxima exigencia con el campesinado y siempre ordeñando la misma teta. Atacar el uso agrícola del agua —de las fincas sostenibles y de tamaño razonable— es tirarnos piedras en el tejado, es quitarnos el pan de la boca. No es solo su oficio lo que está en juego, también nuestra alimentación.
Ahora, para intentar disimular, asistimos a todo tipo de eufemismos. Se oye hablar de llegada de agua de otras zonas geográficas, de interconexión de redes o de traer agua en barcos desde Tarragona. Todo para no pronunciar la palabra maldita: trasvase. Todo para no decir el nombre de la víctima: el Ebre. ¿Se creen que nos chupamos el dedo? ¿De dónde creéis que vendría el agua de los barcos de Tarragona? Del minitrasvase del Ebre que ya está en funcionamiento desde 1989, que el secuestro hace tiempo que dura. ¿Desde aquel año, quién ha crecido? El Campo de Tarragona. ¿Había cierta necesidad de consumo de boca a finales de los ochenta? Sí. ¿Fuimos solidarios entonces? Sí. ¿Y desde entonces, quién ha crecido? El territorio que recibe el agua, no lo que la da. Port Aventura, petroquímicas, turismo de masas, y ahora todavía quieren hacer un Hard Rock. ¡Abrirán un poco más el grifo y listo!
¿Hasta cuándo seguirán creciendo Barcelona y el área metropolitana? Estamos creando un monstruo insaciable. ¿Y cuando hayáis afixiado completamente el Ebre, qué? ¿Cuál será entonces la próxima presa, el Ródano? ¿El Danubio? ¿Y así hasta cuándo? ¿Hasta dónde?
El debate ya no tendría que ser solo si al río le sobra o no le sobra agua —que ya hemos dicho que no—, el foco también se tendría que poner en el modelo de nación que tenemos y queremos. ¿Hasta cuándo seguirán creciendo Barcelona y el área metropolitana? ¿Por qué el país casi siempre se pone guapo hacia el norte? ¿Cuándo dejaréis de tener sed? Estamos creando un monstruo insaciable. Si a final de mes gastas más dinero del que cobras, tienes un problema con el banco, pero si consumes más agua de la que tienes, te la traemos de otro lugar y aquí no pasa nada. Un préstamo falso. Una burbuja hidráulica. ¿Y cuándo hayáis asfixiado el Ebre completamente, qué? ¿Cuál será entonces la próxima presa, el Ródano? ¿El Danubio? ¿Y así hasta cuándo? ¿Hasta dónde?
Cada semana una legión de gente del Ebre emigra hacia las comarcas de los 6 millones en búsqueda de universidades y trabajo. La gente corriendo detrás del agua, en el sentido contrario a su cauce natural. Hacia donde chorrea el grifo, ya sea del Ebre o del Ter, rio que también tiene un trasvase en funcionamiento que le seca el caudal (hacia Barcelona, claro está). La riqueza empieza allí donde acaba la tubería. La riqueza está allí donde se abra el grifo. Una diáspora ebrense que obliga a marcharse hacia donde se va el agua que pasa por delante de su casa. Paradoja. Quizás si se repartieran y mejoraran los servicios (universidades, hospitales, trenes, puestos de trabajo) no nos haría falta marcharnos de casa, contribuyendo así de manera involuntaria al despoblamiento. Quizás si no tuvieran que emigrar, menos personas vivirían en los mismos lugares y la gente y el gasto de agua estarían mejor repartidos.
Mientras los especuladores se frotan las manos, en Tortosa el agua del río te llega solo a las rodillas
Antes de expoliar a los de allí abajo, primero cerrad el grifo del turismo masificado, arreglad las infraestructuras que pierden miles de litros, cerrad los campos de golf, no permitáis que atranquen cruceros mastodónticos, aplicad el decrecimiento, distribuid servicios por todo el país, descentralizad, equilibrad las inversiones, haced políticas de ahorro todo el año, no solo cuando hay sequía. Porque si se hace la conexión de la red Ter-Llobregat con la del Ebre, y, por lo tanto, se consuma un nuevo trasvase, tarde o temprano volverá a llover y ya no recordaremos del despilfarro inherente a esta sociedad capitalista que se fagocita sin remedio, pero entonces ya será tarde para el Delta, y entonces la infraestructura ya estará hecha y el robo por la puerta de atrás será legal y no tendrá carácter excepcional, sino de uso habitual.
Y mientras los especuladores se frotan las manos, en Tortosa el agua del río te llega solo a las rodillas y en varios tramos de la Ribera la quilla del kayak toca tierra. Hace años que el semáforo hidrológico está de color ámbar, avisando de que tenemos que empezar a frenar. Y algunos (muchos), en lugar de ir reduciendo marchas, lo que hacen es apretar el acelerador a fondo, a ver si así se lo pueden saltar antes de que se ponga rojo y el que venga detrás, ya se lo encontrará. Y si en este acelerar se llevan por delante un Delta y un territorio indefenso, lo consideran un daño colateral asumible. Pues, no. Estamos aquí para plantarnos delante del semáforo y deciros que ya basta. Que, como dice el poema de Apel·les Mestre, "No pasaréis y si pasáis será por encima de una montaña de cenizas." Tendréis que pasar por encima de nosotros. Antes la sangre que el agua.