Por muchas razones no me esperaba que ayer, acabando el día, el nuevo presidente del Parlament de Catalunya fuera Josep Rull, pero será cierto que se puede sacar provecho del caos. Mientras la ciudadanía está harta de los y las políticas —cosa que entiendo— y de ir a votar —cosa que no entiendo, ni yo ni la mayoría de gente que no ha tenido el derecho de votar por periodos largos o cortos—, a las y a los políticos profesionales les toca trabajar más que nunca. Por lo menos así me lo imagino.
No pienso ahora en términos de trabajar para la ciudadanía —tema siempre controvertido en esta arena—, sino para resolver lo que no resuelven directamente las elecciones: acabar gobernando, se gane o no. Que haya geometría variable es muy bueno para la democracia y hace que tengan que sudar la camiseta mucho más que antes. Aunque algunas veces cuesta entender el acuerdo final y solo se puede hacer en diferido —a veces, ni así—, porque la jugada puede ser directamente torpe o más larga de lo que parece en un primer momento.
Josep Rull en su discurso ha dicho, entre muchas otras cosas, que "la esperanza vence al miedo", un lema que lo acompaña y me ha parecido que le da fuerza y rumbo. De hecho, sin esperanza no se llega a ningún sitio, porque te quedas sin horizonte. Lo más importante no es el camino, lo que hay que tener claro es a dónde quieres llegar; el resto se va haciendo poco a poco, y muchas veces surge el trazado de la manera más inesperada o cuando las condiciones parecen más adversas.
Sin esperanza no se llega a ningún sitio, porque te quedas sin horizonte
Desde el punto de vista de la independencia de Catalunya, para demasiada gente ha dejado de estar en el horizonte, porque muchos se han empeñado en sacarla a garrotazos físicos o simbólicos, u otros —todos y todas las que votaban para este cambio— porque se han desdicho, por cansancio o por enfado o por miedo. Todo el mundo tiene que saber que no está nada dicho, ni nada hecho, ni nada acabado —aunque parezca que esté al alcance de la mano— hasta que esté dicha, hecha y acabada. Es muy fácil decir que el tiempo es relativo y parecer que lo entendemos y aceptamos; pero cuesta mucho más vivir desde este mismo principio. Especialmente ahora, que queremos que todo pase ya y que perdemos de vista, una y otra vez, entre otras cosas por lo alejados que estamos de la naturaleza —por mucho que la invadamos el fin de semana—, que la fruta es buena cuando ha madurado en el árbol
Es posible que esta Mesa presidida por un partido independentista y, además, de mayoría independentista, solo sea una flor de un día. Que sea o no una mayoría independentista real y sostenida en el tiempo ya se verá, pero de momento la mera posibilidad de que lo sea, al menos de manera teórica, sobre el papel, ya ha sacado de quicio a la derecha española de manera manifiesta y al resto, aunque disimulen, también. Más todavía cuando seguimos sumando y Òmnium y ANC se proponen emprender una nueva etapa de colaboración. Lo que tiene que venir lo iremos viendo y no nos tenemos que desanimar porque mañana parezca que vamos atrás; nadie ha dicho que el camino sea una línea recta.