Y hoy 600 días, exactamente 14.400 horas sin libertad. Se dice rápido, pero se hace largo. Y es que este será un fin de semana largo, sentimentalmente hablando. La prisión es un lugar vacío donde tú no controlas el tiempo, sino que el tiempo te controla a ti. Sumas y sumas días mientras voces internas que salen porque ya han cumplido sentencia. Y te preguntas qué haces aquí. Pero no se encuentra una respuesta exacta. Hoy estamos a las puertas de una sentencia que se alarga hasta el último momento.
Las noches se hacen eternas, incluso, a veces cuesta dormir. Te levantas. Miras el reloj... las cuatro de la madrugada. Vuelves a cerrar los ojos, pero compruebas que es difícil conciliar el sueño. Esta incertidumbre de no saber el día que saldrá la sentencia, te está consumiendo por dentro. De repente, recuerdo la frase que soltó nuestra querida Dolors Bassa durante el alegato final del juicio del procés: "Su sentencia no solamente determinará la etapa final de mi vida sino también el devenir de las generaciones futuras".
"A veces he oído comentarios, en algunas cenas en el Centro Penitenciario del Puig de les Basses, de gente excusándose de venir un viernes por un simple encuentro para ir a hacer el café u otras situaciones surrealistas. Se me revuelve el estómago sólo de pensarlo. Hace falta más empatía. ¿Si cada mañana al levantarnos pensáramos en los presos políticos, no nos movilizaríamos para cambiar la situación? ¡Pensemos y actuemos en consecuencia!
No somos conscientes del momento que vivimos hasta que no recapitulemos y analicemos qué nos ha llevado hasta esta situación tan injusta.
Recuerdo cuándo va pasó todo, aquel 1 de octubre del 2017. Se comprobó que el pueblo entero fue capaz de hacer grandes hazañas. Fue el mayor acto de desobediencia de la historia. También recuerdo aquella llamada el 2 de noviembre cuando a mi madre me notificaba que Dolors, Meritxell, Oriol, Jordi, Josep, Joaquim, Raül, y Carles eran enviados a la prisión. Fue un golpe muy duro, pero gracias al apoyo de la gente hemos sido capaces de tirar adelante a pesar de los obstáculos.
Hoy, 600 días después de la segunda entrada en la prisión el 23 de marzo del 2018, y en las puertas de una sentencia, nos lo han quitado todo, incluso el miedo. Y es que nos quieren arrodillados pero nos encontrarán de pie.
Estamos hablando de unas acusaciones infames que no tienen ni pies ni cabeza y donde el principio de veracidad pasa por encima de la presunción de inocencia. La respuesta a la sentencia tiene que ser un tsunami, de forma masiva, pacífica y constante. Para que sea cuál sea esta sentencia, los 600 días sin libertad, ya nadie se los devolverá y el daño causado es irreparable. Que nadie se quede en casa. Aquel que se quede en el sofá estará normalizando la represión. Llenemos las calles y hagamos sentir la nuestra voz. ¿Quién te dice que mañana no puede ser uno de nosotros que se encuentre en una situación parecida? Tengámoslo claro: ei callamos ellos ganan.
Como dijo Leonard Cohen, "a veces, uno sabe de qué lado estar, simplemente viendo a los que están al otro lado".