Cuando me encontré con el vídeo en el que el líder de las Nuevas Generaciones del Partido Popular de Madrid hablaba para sus compañeros, desde un atril, en la sede del partido, pensé que era una parodia del Polònia. Pensé que, de no ser así, sería una broma hecha con inteligencia artificial, porque ahora una ya no se puede fiar de lo que ven sus ojos a través de las redes, incluso cuando sea un vídeo donde su protagonista habla, gesticula y parece totalmente humano. Pero era cierto. El vídeo estaba compartido en la propia cuenta oficial de las Nuevas Generaciones del Partido Popular de Madrid. Puede verlo aquí.

El contexto: Dancausa, presidente de los "chachorros del PP",  durante una reunión del comité ejecutivo y la junta ejecutiva de Nuevas Generaciones de Madrid. 16 de junio de 2023. 

El hecho: En su discurso, sin paños calientes, informa a sus correligionarios de que se encuentra en estos momentos realizando negociaciones con las principales discotecas de Madrid para que, quienes muestren sus carnets de militantes del Partido Popular, puedan tener prioridad para entrar, descuentos en las copas y chupitos gratis, "entre otros privilegios". Dice que muy pronto dará más detalles, pero que las "negociaciones" van por buen camino. Y apunta a que ser miembro del Partido Popular será motivo de orgullo. Llevar el carnet en la cartera será la norma habitual y tendrá un uso por parte de los jóvenes. El mensaje es impactante y reconozco haberlo tenido que ver varias veces para cerciorarme de que lo que estaba viendo decía lo que parecía decir. 

No es de extrañar que tengamos la clase política que tenemos: incapaz de dar discursos con contenido, con datos reales, con soluciones atractivas

Lógicamente, es un discurso superficial, infantil y absurdo, que puede calar entre los que no dispongan de más neuronas que las justas para pasar el día. Lo digo sin ánimo de ofender, sino con mera intención descriptiva: porque me parece que no hay que estar en lo que se celebra (como dirían en Asturias) cuando se ha tenido esta idea y nadie ha levantado la mano para decir: "Estamos de broma, ¿no?". Ciertamente, la imagen nos presenta a otro compañero de partido, sentado al fondo, y haciendo gestos que dan la sensación de una cierta vergüenza. Al igual que se pueden escuchar algunas risitas mientras Dancausa hace su anuncio. Pero el caso es que este muchacho lo hace y, lo más increíble, se le ve orgulloso. 

Una alegría que solamente puede darle la ignorancia más supina, puesto que evidencia algo que, dicho sea de paso, para muchos no es novedad: el ansia de los populares por los "privilegios", por ser "distintos a los demás", estar por encima. Saltarse las colas, tener descuentos... eso es lo que te ofrece su partido. Curioso, aunque un fiel reflejo de lo que proponen sus mayores para la sociedad en su conjunto: que haya personas privilegiadas frente a otras que no lo son. En ese sentido, es para aplaudir a Dancausa por la transparencia del mensaje. 

Me pregunto si estos chicos se vanaglorian de tener alguna ocurrencia más. Si en su discurso se plantean también "privilegios" en otros ámbitos de la vida. Porque me da a mí que quien piensa así lo extrapola con absoluta normalidad en su día a día, en su quehacer cotidiano. Y lo más triste es que parezca que eso les hace sentir especiales, les resulta algo por lo que presumir en lugar de avergonzarles. 

Son los que, desde las filas del PP, critican las "repúblicas bananeras" y totalitarias de otros lares, donde algunos imponen su pertenencia a partidos o grupos de poder para pasar por encima de los derechos de los demás. Estos mismos son los que aquí presumen de que un carnet del PP te ofrece ventajas tan superficiales y absurdas como beber y entrar a locales de fiesta. 

Pero vayamos más allá: ¿por qué un local llegaría a este tipo de acuerdos? Evidentemente, por beneficio. Evidentemente, porque debe pensar que así atraerá a más clientes y vaya usted a saber si hay algún que otro acuerdo más por el cual se financien fiestas, eventos en sus locales. Algo que me recuerda a una trama en la que empresarios y políticos parecían funcionar en base a "privilegios". Como si no hubieran aprendido nada y de hecho, en sentido contrario, presumieran del compadreo, del clientelismo y del negociete que les permite hacer el politiqueo. 

Me pregunto si este joven cachorro del PP se ha planteado que en la Constitución se establece aquello de que ninguna persona puede ser discriminada por cuestión de raza, sexo, religión o ideología. Supongo que de esto no habrá hablado en sus supuestas reuniones con los dueños de los garitos. Porque una cosa es hacerle una oferta a una asociación o colectivo concreto, y otra, a una formación política. Aunque cueste trabajo verlo, tiene miga. Y no estaría de más que, si hay alguna mente pensante allá donde habitan los cachorros de otras formaciones, se planteen denunciar estas medidas cuando cobren forma. No les vendría mal como práctica política para defender los principios fundamentales de una Constitución que parecen no haberse leído. 

La política sigue su curso hacia la debacle. Y los jóvenes militantes parecen estar empecinados en que vaya a toda velocidad hacia su destrozo desde dentro. 

Ha desaparecido el interés por la formación en los partidos políticos. Ya no hay debates fundamentados en ideología, en argumentación política. Hay clases magistrales de guerras fratricidas por el poder, de trampas en los procesos, de trepar mientras se nada y se guarda la ropa. Esa es la experiencia que ofrecen hoy en día la mayoría de las formaciones. Y después no es de extrañar que tengamos la clase política que tenemos: incapaz de dar discursos con contenido, con datos reales, con soluciones atractivas. Incapaz de reconocerle al contrario algo de razón, de tender la mano para solucionar un problema. 

La política hace tiempo que se convirtió, para demasiados, en esa tarjeta que te da "privilegios". Y, desgraciadamente, no son los únicos los cachorros del PP. Una forma de comportarse que se extiende, y que se olvida de la función que deberían cumplir estas organizaciones: representar una ideología como alternativa a la ciudadanía que deben representar. 

Todo esto ya queda lejos y, sin duda, no interesa a una juventud que se sentirá más cómoda saltándose la fila, obteniendo descuentos y chapoteando en el colegueo clientelista. 

No queda lejos de ese "bono cultural" que ha lanzado el Gobierno, este de supuesta izquierda, donde se regalan cientos de euros a jóvenes que, lejos de llenar salas de conciertos, teatros y ferias de literatura, destinan buena parte de su cheque a comprar videojuegos. Que ahora resulta que se consideran también parte de la cultura. Otra manera de alienar unas mentes que necesitan impulso para socializarse, cultivarse y aprender, y que lejos de esto, optan por encerrarse en casa para pasar las horas frente a una pantalla. Curioso impulso el de este gobierno a una juventud que anda bastante falta de referentes. 

Ni por un lado, ni por el otro. Qué pereza que dan.