Lisboa, agosto de 1641. Hace 383 años. Francisco Sánchez Márquez, agente al servicio de la monarquía hispánica (de la oficina del Espía Mayor del Reino) confirmaba la existencia de una gigantesca conspiración para independizar Andalucía. Sánchez había sido contactado —erróneamente— por Nicolás de Velasco, un religioso que hacía las funciones de agente al servicio del duque de Medina-Sidonia (el jefe del movimiento independentista andaluz), mientras sondeaba posibles apoyos a la causa desde la capital del reino de Portugal, independizado de la monarquía hispánica poco antes (noviembre, 1640). A partir de este hecho, el aparato hispánico, dirigido por el conde-duque de Olivares (ministro plenipotenciario de Felipe IV) desarticularía la conjura independentista andaluza con la detención y encarcelamiento de sus líderes.
El olvido deliberado de aquel episodio histórico
Después de su desarticulación (septiembre, 1641) aquel proyecto cayó en el olvido, y durante siglos, la historiografía española se ha limitado a minimizarlo o, incluso, lo ha ignorado deliberadamente. En el mejor de los casos, lo ha tratado como el delirio de un pequeño grupo de aristócratas ociosos. Pero la investigación moderna desmiente la versión tradicional de la historiografía española y pone sobre la mesa la existencia de un fenómeno que se forjó en un contexto social, político y económico favorables a un ambicioso proyecto independentista, de gran importancia, que había previsto situar Andalucía en el mapa de las potencias europeas; y que habría podido cambiar la historia andaluza y de la monarquía hispánica. En la actualidad, ya no se habla de aquel fenómeno como una “bufonería”, sino como un proyecto revolucionario que no llegó a estallar.
¿Qué era Andalucía en 1641?
En primer lugar, tenemos que aclarar que el mapa de 1641 del sur peninsular no era el mismo que el actual. Andalucía era una región de la Corona castellanoleonesa que ocupaba el valle medio y bajo del río Guadalquivir, más o menos, la mitad occidental del actual territorio (desde Córdoba hasta la desembocadura) y la costa atlántica (desde Gibraltar hasta el Guadiana). El resto de la actual Andalucía era otra región castellanoleonesa denominada reino de Granada. También conviene decir que, desde el inicio del siglo XV —con la apertura de las rutas atlánticas (hacia África y hacia América)—; Andalucía era la región más rica de la Corona castellanoleonesa. Era la plataforma de lanzamiento de los viajes atlánticos que promovían las clases mercantiles de buena parte de Europa establecidas en Sevilla y en Cádiz. Y desde 1504 era la puerta hispánica de América.
¿Cuál era el paisaje económico en la Andalucía de 1641?
Pero a partir de 1600 se había producido una repentina caída de la llegada de oro y plata procedente de las colonias hispánicas de América. Según el historiador John Stoye, profesor de la Universidad de Oxford, entre 1580 y 1640 esta caída sería del 80% y sus causas se atribuirían al agotamiento de las minas, a los naufragios o ataques piratas a los convoyes de la “carrera de Indias” o, sencillamente, a la corrupción de las clases funcionariales hispánicas en las colonias. El mismo profesor Stoye revela que la monarquía hispánica había compensado esta caída de ingresos con un incremento “manu militari” de la presión tributaria sobre la actividad económica andaluza en un 80%.
¿Quiénes eran los líderes del proyecto independentista andaluz?
Los líderes de aquel proyecto eran las dos primeras fortunas patrimoniales de Andalucía: Gaspar Pérez de Guzmán y Sandoval, duque de Medina-Sidonia; y Francisco-Antonio Silvestre de Guzmán y Sotomayor, marqués de Ayamonte. Estas fortunas habían sido creadas durante la época de conquista cristiana de Andalucía (siglo XIII). Y para entender lo que eso significa diremos que Medina-Sidonia y Ayamonte eran primos, y que, por ejemplo, el latifundio de los duques tenía unos 6.000 km² (equivalente a la extensión de las actuales comarcas de Girona). Y que, desde que un antepasado de la casa había comandado “la Armada Invencible”, a pesar del desastre, ostentaban el cargo, con carácter patrimonial y hereditario, de capitán de las Costas de Andalucía (equivalente al actual grado militar de capitán general de la Zona Marítima del Estrecho).
¿Por qué se ha negado la importancia de aquel proyecto?
Basándose en el perfil de los líderes de aquel proyecto, la historiografía española había considerado que aquel episodio no pasaba de la categoría de conspiración de dos casas nobiliarias contra la autoridad real; que, en realidad, ocultaba un conflicto de intereses personales y familiares. Todavía, hasta finales del siglo XX, investigadores como los profesores Antonio Domínguez Ortiz (Universidad Central de Madrid) o Juan Antonio Lacomba Avellán (catedrático de instituto en Málaga) proclamaban que aquel proyecto nunca había obtenido ningún apoyo. Básicamente, por dos motivos. El primero, por la brecha socioideológica que separaba a aquella aristocracia latifundista y rentista de la sociedad plebeya andaluza (las clases mercantiles urbanas y las clases populares). Y, el segundo, por el carácter “españolísimo” de la sociedad andaluza de la época.
¿Realmente, aquel proyecto no tenía ningún apoyo?
Pero mucho antes —a principios del siglo XX— Blas Infante —considerado el padre del andalucismo moderno— ya había advertido sobre la importancia de aquel fenómeno; de la relevancia de su iniciativa y de las repercusiones de su fracaso. No obstante, no sería hasta finales del siglo XX que, tanto el mencionado profesor Stoye como el profesor José Acosta Sánchez (Universidad de Barcelona); probarían no solo que tanto el contexto económico como el contexto social eran, claramente, favorables al proyecto independentista andaluz. Las oligarquías, tanto la aristocracia terrateniente como las clases mercantiles urbanas; que fundamentaban su fuerza en el comercio colonial americano, vieron amenazado el sistema. Y el bako pueblo, según Stoye y Acosta, se sintió interpelado para hacer frente a esta situación de amenaza.
¿Cómo lo valora la investigación más actual?
La investigación del profesor Luis Salas Almela (Universidad de Córdoba) afirma que las principales casas nobiliarias andaluzas (además de los Medina-Sidonia y de los Ayamonte; los Arcos, los Alcalà o los Pozas); y la élite de las clases mercantiles de Sevilla y de Cádiz (formada por ricas estirpes de comerciantes de origen catalán, genovés, veneciano, toscano, inglés, portugués o neerlandés); estaban plenamente implicadas en aquel proyecto. Y la del profesor Maurits Ebben (Universidad de Leiden) —que ha localizado el cuaderno de bitácora del almirante Artur Gijsels, comandando del grupo naval angloneerlandés, que tenía que liberar Andalucía—; afirma que la correspondencia diplomática entre Países Bajos, Inglaterra, Francia y Portugal revela un elevado grado de implicación de estas potencias con el proyecto independentista andaluz.
¿Qué pasó con aquel proyecto independentista?
Los investigadores actuales ponen el foco en las profundas diferencias entre los dirigentes para explicar la otra causa del fracaso de aquel proyecto. Medina-Sidonia se inspiraba en el recorrido de su cuñado Juan de Braganza, que había liderado la revolución portuguesa y había sido coronado Juan IV de Portugal (1640). Y, por lo tanto, tenía la ambición de crear el reino independiente de Andalucía. Pero, en cambio, Ayamonte se inspiraba en la revolución catalana del president Pau Claris (1640) y proclamaba que “tras sublevarse contra su señor (el rey hispánico Felipe IV), ahora son requeridos por el propio rey para negociar con ellos”; y, por lo tanto, su objetivo era constituir una República independiente andaluza, con el propósito de alcanzar el máximo consenso posible con las clases mercantiles urbanas que también secundaban aquel proyecto.
¿Cómo acabó aquella revolución independentista andaluza?
Aquel proyecto fue abortado prematuramente por el aparato hispánico. No fue, solo, el error de Velasco en Lisboa; sino la misma estrategia de los dirigentes la que puso el movimiento al descubierto. Medina-Sidonia y Ayamonte, que por su condición aristocrática eran los máximos dirigentes del ejército hispánico en Andalucía, dilataron, sospechosamente, la orden de Olivares que les requería atacar el recientemente constituido reino independiente de Portugal. Y el desembarque del grupo naval anglo-neerlandés, que era el que explicaba aquella dilación, no se produjo nunca porque fue interceptado y disuadido por la flota de guerra hispánica al vértice suroriental de la península. Olivares —¡¡¡pariente de Medina-Sidonia y de Ayamonte!!!— los detuvo y los sometió a un brutal interrogatorio que provocaría la caída de toda la trama (octubre, 1641).
¿Qué pasó con los líderes de la revolución independentista andaluza?
Los historiadores actuales consideran que la situación de extrema debilidad del rey hispánico Felipe IV y de su ministro Olivares, escaldados por los revolucionarios portugueses en Lisboa (1 de diciembre de 1640) y catalanes en Barcelona (26 de enero de 1641); no invitaba a una represalia ejemplificante. El aparato hispánico requería todos los posibles apoyos y Olivares pensó que Andalucía —a diferencia de Catalunya— era recuperable. Medina-Sidonia y Ayamonte fueron parcialmente incautados y totalmente humillados; pero, inicialmente, se les perdonó su vida. Olivares, por interés propio, decidió “correr un tupido velo”. Sin embargo, el proyecto revolucionario andaluz —pese a su fracaso— dejaría su huella en la historia: contribuiría a la ruina de la carrera de Olivares (1643), que había sido el político más poderoso del siglo XVII hispánico.