Mientras el president Puigdemont haga el cuco y el cazurro por Europa, las cataplasmas complacientes y tranquilizadoras de los años noventa no funcionarán. El exilio de Puigdemont perjudica a Junts, pero también perjudica a ERC, porque recuerda a los catalanes que la autonomía se ha vuelto una jaula, y que no hay democracia en Catalunya. Si el PSC gobierna la Generalitat con la perspectiva de pasarse tres legislaturas, es porque los juegos de manos que hacía el pujolismo se han vuelto impracticables.
Las peripecias de Puigdemont hacen imposible rehacer el espacio convergente, o de reciclar los discursos como intentaba Oriol Junqueras. Los jueces han abierto una autopista al PSC para demostrar que su antiguo desprecio por la cultura pujolista tiene una base más inteligente que el autoodio o el racismo. Para intentar llenar el vacío que ha dejado la represión política, el Estado ha ido dando influencia al PSC en sus estructuras de poder. Los socialistas no tendrán mejor ocasión para demostrar que el doble patriotismo que siempre han reivindicado es perfectamente posible.
El momento dulce del PSC durará mientras Puigdemont corra por Europa y la derecha española esté condenada a comerse los mocos en la oposición. La buena predisposición de la patronal a defender Puigdemont, y a concederle categoría de interlocutor, está relacionada con la necesidad de los españoles de reducir el poder del PSC dentro del Estado a base de resucitar el gen convergente. En mi opinión, estas tácticas equilibristas son un intento inútil de parar el tiempo porque una de las gracias de Puigdemont es que su partido cada vez será más folclórico y minoritario.
Puigdemont es la esperanza del país porque está políticamente muerto y ya solo habla con la historia
Una cosa es que Puigdemont represente la represión política que sufre el país, igual que la representaron en su momento Pujol, Tarradellas, Companys, Macià o Prat de la Riba —que también pasó por la prisión y murió de una enfermedad contraída en el calabozo—. Una cosa es que el exilio de Puigdemont convoque la historia que los españoles intentan olvidar desde 1975, y un tema muy diferente es que Puigdemont tenga capacidad de resucitar el espacio convergente o de liderar un gran partido nacionalista.
Puigdemont es la esperanza del país porque está políticamente muerto y ya solo habla con la historia. Los catalanes hemos conseguido que las masas de españoles que Franco nos mandó durante la dictadura abracen la autonomía, el concierto económico y se acostumbren a leer en la lengua del país. Nada de esto estaba ni remotamente normalizado cuando el pujolismo funcionaba y Puigdemont no era nadie. Pedro Sánchez, que tiene mi edad, lo sabe perfectamente. Por eso abrió las puertas del Estado al PSC, y dijo a los hijos del franquismo que intentaban liquidarlo: "O nos calentamos todos o tiramos la estufa al río".
Yo creo que los españoles tarde o temprano tirarán la estufa al río, pero se tienen que quemar etapas. El PSC tiene que poder intentar aplicar su sueño húmedo sin falsas distorsiones, y el independentismo conservador se tiene que renovar al margen de las jaulas institucionales, y de las cataplasmas pujolistas. Cada vez que Puigdemont se mueve, erosiona el sistema autonómico porque recuerda a todo el mundo que, a pesar de las persecuciones y de la ingeniería demográfica, Catalunya no es España. Por eso despierta un odio tan intenso y grotesco.
Ante esto, el PSC dice que tiene un plan de pacificación que reniega de las soluciones autoritarias que se han probado tantas veces, en situaciones de crisis constitucional. Muy bien. Pero más vale que el país empiece a organizarse y a pensar fuera del marco autonómico, porque cuando este plan fracase, el cielo no nos caiga encima. De entrada parecerá que la alternativa al PSC es demasiado fragmentada y caótica. Pero, poco a poco, a medida que el símbolo de Puigdemont devore a su partido, y que ERC sea succionada por el proyecto socialista, se verá que el procés ha dejado libres espacios de representación y de acción política que no sabíamos que teníamos y que todavía no hemos aprendido a utilizar.