Es rigurosamente cierto, como ha reivindicado el diputado juntaire y exconseller de Economía Jaume Giró después del Debate de Política General, que en su día Convergència estaba a favor del Concierto Económico. Tan cierto como que en aquellos días —1977— renunció a presentar batalla por la cuestión visto el rechazo que generaba, según el mismo president Pujol. No ya por la parte española —lo damos por descontado— sino por el grueso de los partidos políticos catalanes que obtuvieron representación en las primeras elecciones generales después de la muerte de Franco. Es obvio que no es lo mismo una aspiración que una condición irrenunciable.

Lo confiesa el president Pujol en sus Memorias y vuelve a insistir en Entre el dolor y la esperanza que firma Vicenç Villatoro. "Formaba parte de las reglas de juego que se establecieron al arrancar la Transición y que, de hecho, nos impusieron tanto a la UCD como al PSOE, y en Catalunya al PSC" explica el president Pujol. Lo podían tener los vascos pero no los catalanes.

Entre otros, porque Pujol explica con vehemencia que su proyecto era catalán y europeo. Pero también español. O al menos en el marco español y preocupado por este, por la prosperidad y progreso del conjunto de España. Nunca fue independentista, afirma con rotundidad. Y reitera esta máxima como una apisonadora. Como tampoco lo era Miquel Roca i Junyent, la cara más visible del nacionalismo catalán en aquella ardua negociación.

Pujol no quiso hacer añicos el consenso constitucional por responsabilidad y porque estaba en juego el advenimiento de una democracia plena en España. Y un Estatut que Pujol —como Francesc Macià en el 32— priorizó, aunque no respondía a sus máximas aspiraciones.

Pero la historia no juzgará a Pujol por su papel en aquel momento histórico, tragándose un Estatut con una financiación macarrónica. No le impidió ganar todas y cada una de las elecciones a las que se presentó. Al punto de superar los 70 diputados que ahora parecería poco más que una entelequia. Incluso para el PSC de Salvador Illa, que parece moverse en solitario por una autopista mientras las fuerzas indepes se empeñan en las proclamas estériles, en un ir haciendo a trancas y barrancas, en transitar por viales marginales repletos de boquetes.

Que no sea ahora, por una cuestión semántica por mucho que sea de principios, que se deje pasar una oportunidad de mejora por difícil que sea de concretar

Quien también es bastante explícito en este episodio del Concierto Económico es David Madí que sí, al contrario que Pujol, es de una nueva generación explícitamente independentista y declaradamente de derechas frente a un Pujol más democratacristiano y liberal. En Merèixer la victòria Madí es claro como el agua cuando no se abstiene de poner de manifiesto que CDC no estuvo por la labor. Y era difícil que CDC lo estuviera —para llegar a hacer del Concierto un casus belli— con Miquel Roca liderando ya entonces el frente de Madrid, a pesar de la influencia del añorado Trias Fargas. Por algo Roca Junyent, a quien Jordi Pujol rinde homenaje en Entre el dolor y l'esperança es uno de los padres de la Constitución española de 1978. Nadie se lo imagina, a Roca i Junyent, ni ahora ni antes, rompiendo las cartas.

Otra cuestión es si Jaume Giró tiene razón cuando mantiene que el nombre sí que hace la cosa. No lo llamemos "financiación singular", nos dice, si de verdad lo que se plantea es un Concierto a la vasca. El exconseller de Economía es un pragmático y de los que tiene claro que las hegemonías piden carriles centrales. Pero quizás pretender ahora enmendar aquella renuncia, formulada ahora en términos semánticos, no sea lo más aconsejable. Si les pareció —a los convergentes— inviable —en aquel momento fundacional, en el postfranquismo— mover la UCD de Suárez y sobre todo el PSOE de Felipe, el reto de 2024 todavía es más colosal. Cuando hay comunidades que se han acostumbrado a extender la mano desde hace 44 años, ininterrumpidamente, percibiendo más o menos una transferencia lineal de dinero que es un maná, ¿cómo se tienen que tragar a las buenas un cambio que temen los prive de unos recursos adicionales muy por encima de sus posibilidades? ¡Claro!, no quieren ni oír hablar de ello.

Y en este punto también tiene razón Jordi Turull cuando se lamenta de que los Pages de turno hablen con despecho de Catalunya y le otorguen el papelón de pagar y callar. Pero, ahora bien, lo que sería inconcebible es que ahora, si se abre un resquicio que permitiera una mejora de la financiación catalana, se dejara pasar la oportunidad. Ni que fuera, como repite el economista Oriol Amado, por hacer cumplir el principio de ordinalidad.

Seguro que quien lo ve claro como el agua es el mismo Jaume Giró. Sabe como pocos la necesidad que tiene el país de no dejarse cada año esquilar una parte asfixiante de los recursos que genera y que limitan la prosperidad de Catalunya, sobre todo a costa de sus ciudadanos, poniendo énfasis en las personas de acuerdo con la terminología de un humanista como el president Pujol.

Que no sea ahora, por una cuestión semántica por mucho que sea de principios, que se deje pasar una oportunidad de mejora por difícil que sea de concretar. Por Giró no será. Nunca se ha alienado en el todo o nada y no es esclavo de las dinámicas partidistas. Todo lo contrario. Pero no todo el partido tiene este comportamiento, los senderos de Waterloo son inescrutables.