En dos días he pasado por el infierno, el purgatorio y el paraíso. Todo sin moverme de la ciudad, solo leyendo en el metro, paseando por el Born y abriendo el ordenador para informarme. Por suerte mía, y naturalmente sin haberlo premeditado, he empezado inconscientemente por el infierno, pero ya lo he superado. La editorial Raig Verd ha editado el sorprendente libro La dona de Déu, una novela que empieza con una sección titulada así, Infierno. Me la estoy leyendo en el metro y no la puedo dejar, es una novela adhesiva. Para disfrute mío ya he entrado en el capítulo Purgatorio. Leyendo tan concentradamente ya me he saltado una vez una parada de metro y he ido a parar donde no quería. Suele pasar, con la literatura buena. Qué bien que escribe la traductora y escritora griega Amanda Mikhalopulu y cómo se ríe seriamente del poder, la dominación, la soledad y los vínculos. Y todo con Dios como coprotagonista de una historia formidable, un mundo interior magnífico.
Abro la revista de fe y cultura America, y el tema central de la semana es una reflexión sobre el Purgatorio. Estamos en pleno siglo XXI y no habría apostado a que conceptos como infierno, purgatorio o paraíso formaran parte del imaginario colectivo con tanta naturalidad. El Purgatorio es un tipo de "sí pero todavía no". Un estadio entre el mundo terrenal y aquel celestial donde las almas no se condenan y bajan al infierno, pero tampoco suben todavía al cielo. En este estadio o lugar intermedio van purificando sus faltas. Y no lo hacen solas. Según la creencia, compartida por católicos y ortodoxos, las plegarias de los vivos también ayudan. Todavía tenemos en muchas iglesias esparcidas por Catalunya un cajón para dejar dinero para que se destinen a rezar por las almas del purgatorio. Forma parte de una cultura que va desapareciendo, pero que no se ha evaporado.
En la revista de los jesuitas norteamericanos queda patente que los americanos piensan en el Purgatorio. Los católicos americanos, claro está. Consideran útil purgar los pecados, y son conscientes también de la importancia de rezar por las personas que murieron cargadas de faltas. Hoy purgar se utiliza de otra manera. Se purga el cuerpo, se licua una fotografía para sacar barriga o grasa sobrante. Para los que se preocupan por el alma, el purgatorio sigue siendo un tema. En Catalunya se vinifica un vino famoso que se llama también Purgatori. En Roma el Piccolo Museo del Purgatorio es uno de mis lugares preferidos, por insólito y tranquilo —nunca hay gente— pero también porque lo han creado dentro de una iglesia que parece escapada de París, pero no de la capital italiana. Encontrar edificios no previsibles en Roma es una de las gracias infinitas que brinda la ciudad, que por cierto, tiene solo un mes más para acabar las obras por el Jubileo de 2025 y esta semana todavía es un festival de obras, grúas y otros inconvenientes.
Purgar y enterrar el vínculo con concepciones literarias, religiosas, históricas, antropológicas nos hace menos conscientes y más manipulables, ignorantes y bobos
Ponerle Paradiso a una de las mejores coctelerías del mundo tiene sentido. Está escondida en un callejón próximo a la imponente basílica de santa María del Mar, en pleno centro de Barcelona, un templo que también evoca más un espíritu celestial que un torturado infierno. En el bar Paradiso predominan los camareros italianos, desconozco si también lo son los propietarios. Dante los debe haber inspirado con su Divina Comedia. En la carta dejan escrito que "todas las tentaciones están permitidas". Veo varios cócteles sin alcohol y juegos de palabras con el placer de lo que entendemos por paraíso.
Ya sé que te puedes tomar un combinado y no saber nada de Dante Alighieri y de su concepción del mundo. Soy consciente de que puedes ignorar la literatura italiana (y universal), y que puedes ir por el mundo sin saber que el concepto de Paraíso no es religioso (ni solo bíblico, sino parte fundamental de tantas religiones). Puedes ser adicto a la serie de videojuegos Resident Evil y pensar que no tiene nada que ver con el Infierno porque quizás no sabes que en inglés Evil es Infierno. Y se puede disfrutar de la película El Diablo viste de Prada sin pensar que Diablo debe venir de Demonio y Prada es una marca de ropa y no solo una —o más de una— localidad de nuestra querida tierra. Sí, se puede no saber nada. Pero ir liquidando, purgando, licuando y enterrando el porqué de todo, el sentido de las palabras, el vínculo con concepciones literarias, religiosas, históricas, antropológicas... nos hace un poco menos hábiles, menos relacionales, menos empáticos, menos conscientes y más manipulables, ignorantes y bobos.