La insólita decisión del presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy, desdiciéndose en el último segundo de su compromiso de someterse a la sesión de investidura tras el preceptivo encargo del Rey, alegando que no cuenta con votos suficientes para sacarla adelante en el Congreso de los Diputados, ha abierto toda una serie de interpretaciones sobre qué apoyos debe reunir el aspirante a recibir el encargo el Jefe del Estado a partir de ahora. En buena lógica, al declinar Mariano Rajoy la invitación de Felipe VI, y, al mismo tiempo, mantenerse él mismo como candidato del Partido Popular, sólo debería ser el escogido si se constatara que en los próximos días cuenta con nuevos aliados políticos.
Como ello no parece que vaya a suceder, todo apunta a que el encargo real podría recaer en el socialista Pedro Sánchez, quien, seguramente, no lo rechazaría, aunque hubiera preferido que previamente Mariano Rajoy se abrasara en el Congreso. El líder del PSOE no tiene aún los apoyos suficientes y algunos dirigentes de su partido siguen con enorme escepticismo e irritación sus devaneos con Podemos, cuyos dirigentes, con Iglesias a la cabeza, parece que más que querer hacer un gobierno de coalición buscan estrangular al Partido Socialista en su propia debilidad y en medio de grandes contradicciones. Sin embargo, salvo excepciones, los líderes socialistas callan. Como ha dicho Carme Chacón en el consejo nacional del PSC de este sábado, es tiempo de silencio. Una receta que muchos en el PSOE se empiezan a aplicar.
Habrá que seguir también con atención los diálogos entre Sánchez y Rivera, el líder de Ciudadanos. El PP, con su desistimiento de la investidura, ni que sea, según Rajoy, provisional, obliga a C's a mover pieza. En estos momentos la abstención de Rivera no vale nada o casi nada, y, además, el líder catalán parece haber perdido aquella frescura que le llevaba a realizar movimientos atrevidos. Sólo un acercamiento al PSOE que le condujera a votar sí a Sánchez le situaría en el tablero de juego. Si no, la cosa quedará reducida a un hipotético acuerdo PSOE-Podemos o nuevas elecciones. Algo que los socialistas descartan por activa y por pasiva.