Todos tenemos en nuestro recuerdo algún acontecimiento o alguna situación que nos ocurrió cuando éramos muy pequeños. Yo, por ejemplo, considero que mi primera memoria que puedo recordar fue el día en que me pusieron la vacuna de la viruela, recuerdo cómo iba vestida y me veo sentada en la camilla de examinación en la consulta del médico de familia, que también hacía de pediatra. No tendría ni 2 años. Seguro que vosotros podéis rebuscar en vuestro recuerdo memorias similares. Sin embargo, los psicólogos e investigadores del ámbito creen que los niños no pueden generar memorias contextualizadas y conscientes hasta que no tienen entre los 4 y 6 años de vida. Por lo tanto, es imposible que esta memoria sea una evocación consciente. Lo que sí es cierto es que desde muy pequeños, nuestros padres u otros familiares nos han contado momentos muy concretos de nuestra vida con mucho detalle o hemos visto fotografías de ellos, y nuestra mente ha elaborado una imagen o imágenes que encajan perfectamente con los detalles que hemos construido mediante la visión de otros ojos, de modo que, de tanto repetirla en ese formado, ya entra a formar parte de nuestro recordatorio particular.

A este periodo, que, a pesar de vivir intensamente, no tenemos memoria consciente, Sigmund Freud lo denominó amnesia infantil. Parece una paradoja, pero la época de la vida en la que nuestro cerebro aprende más y más rápido, e incorpora mucho conocimiento, como el habla, la capacidad de interpretar significados de palabras, tonos y acentos, incluso a leer y escribir, parece que es incapaz de generar recuerdos que puedan ser recuperados en su contexto a voluntad. Aunque sí que algunos recuerdos imprecisos o parciales pueden llegar a ser recordados con ayudas externas, es decir, con estímulos potentes que despiertan una memoria, por ejemplo, cuando volvemos de visita a ciertos sitios.

¿Por qué no podemos evocar estas memorias infantiles? Es evidente que el cerebro es todavía inmaduro, pero, en cambio, bien puede aprender y recordar, en creciente complejidad, cómo son sus padres o personas que cuidan al bebé, cómo caminar y evitar obstáculos o ir en bicicleta, o cómo elaborar frases complejas en varios idiomas. Podría ser que esta inmadurez no permita a las neuronas "grabar" estos recuerdos específicamente. O bien podría ser que procesos específicos de neurogénesis y generación de nuevas neuronas "borraran" o "grabaran encima de" los recuerdos preexistentes. De forma simplificada, podríamos decir que la causa de la amnesia infantil podría deberse a defectos en: la grabación y elaboración de la memoria, en su almacenaje o en la capacidad de poder recuperarla. Ahora bien, la amnesia en los individuos muy jóvenes no es una característica única del ser humano. Curiosamente —o no tanto— la amnesia infantil es compartida con otros mamíferos que estudiamos en el laboratorio, como ratones y ratas, por lo que se trataría de un fenómeno neurológico que va más allá del ser humano. Se pueden estudiar las conexiones neuronales en el hipotálamo (una de las regiones del cerebro más relevantes en la generación de memoria en respuesta a estímulos). Algunos experimentos en ratones muy jóvenes permiten enseñarles que ciertos colores o señales implican que, si se mueven, recibirán una descarga eléctrica. Cuando los ratones son muy jóvenes, la memoria no dura más allá de uno o dos días, mientras que el adulto lo aprende y la memoria perdura, ya que al ver la señal, el animal se queda quieto. En el ratón (un animal de ciclo de vida corto que madura rápidamente) se ha determinado que el cambio entre la no memoria contextual hasta adquirir memoria contextual es de solo cuatro días. De hecho, se pueden estudiar las neuronas que se activan en respuesta a la asociación a un estímulo (esta conexión neuronal concreta se llama engram). Con respecto al ratón, se puede identificar el engram de respuesta mediante marcadores de respuesta neuronal, y una vez que el animal es adulto y, en teoría, ya no puede recordar esta memoria juvenil, si se realiza una estimulación específica de las neuronas del engram mediante luz (optogenética), el animal recupera esta memoria y se queda quieto ante el estímulo. Este experimento demuestra que, al menos en el ratón, la memoria juvenil no se pierde, sino que no se podría recuperar.

En bebés y niños muy pequeños, existe un proceso de generación de memoria que se puede recuperar, aunque sea por poco tiempo y luego se pierda

Ahora la pregunta es, ¿qué sucede en los bebés y niños humanos? Distintos experimentos parecerían demostrar que la memoria se genera, pero duraría muy poco. Varios grupos de investigación intentan entender si niños de pocos meses de edad pueden recordar dónde está escondido un juguete, y distinguir entre varios contextos, pero, evidentemente, los estudios en niños son de observación, porque la medición de la respuesta del cerebro ante un estímulo es difícil porque los niños se mueven. Por ejemplo, en cuanto a los estudios de resonancia magnética, solo se podían realizar cuando los bebés y niños dormían.

Esta semana, en la revista Science, se ha publicado un artículo de investigación sobre la capacidad de generar memorias en 26 bebés-niños de 4 meses a 25 meses de edad. La novedad es que han podido realizar grabaciones de la actividad cerebral por resonancia magnética porque adaptaron el aparato de recepción a un "casco" que no molestara a los niños y les permitiera jugar libremente. Este "casco" mide el consumo de oxígeno, de modo que se puede ver qué neuronas (de forma global) están activadas y si incrementan su actividad o no con un estímulo concreto. A los niños les enseñaron imágenes en una pantalla o proyectadas en la pared, para ver si alguna les llamaba la atención, siguiendo su mirada. Cuando les gustaba alguna imagen, la volvían a pasar al cabo de un rato en medio de otras imágenes, y miraban si los niños la reconocían de alguna manera, mirándola de nuevo y midiendo si había algún incremento de actividad neuronal. Estas memorias no son a largo plazo, solo se estudia si existe una memoria de la imagen durante un lapso de tiempo corto, ya que se trata de niños y niñas tan pequeños. Los resultados son bastante interesantes, porque demuestran que sí existe memoria a corto plazo. Cuando una imagen atraía la atención de un niño y había cierta actividad neuronal en el hipotálamo, al volver a pasársela, el niño volvía a mirarla. Además, existía una correlación positiva entre la actividad inicial (podríamos asumir que correspondería a la generación del engram o la memoria) y la actividad de reconocimiento en el segundo pase. Este reconocimiento o recuperación de la memoria era más acentuado con los niños mayores de un año, y la zona del hipotálamo que se activaba principalmente era la del hipotálamo posterior, como también sucede en los adultos cuando memorizamos y recordamos.

Aunque el estudio es limitado en número, es consistente. No sabemos por qué no podemos recordar las memorias infantiles, pero ahora sabemos que en bebés y niños muy pequeños, existe un proceso de generación de memoria que se puede recuperar, aunque sea por poco tiempo y luego se pierda. Todavía no sabemos si la amnesia infantil es un fenómeno necesario durante la maduración del cerebro, o quizás la explicación reside en el hecho de que no grabamos el recuerdo con suficiente intensidad o si, por el contrario, no encontramos el camino para recuperar ese recuerdo en concreto. ¿En qué momento se forja la memoria? ¡Todavía nos queda mucho por conocer!