Los últimos días hemos vivido tres Operación Triunfo. Según mi opinión, la menos interesante, pero que nos da pie a las otras dos, ha tenido lugar el fin de semana pasado en el Palau Sant Jordi, sin ningún tipo de incidente, lo que demuestra que hay gustos para todo el mundo y unos no excluyen a otros. Ciertos comportamientos de los denominados en su época triunfitos han copado páginas y páginas más allá de las webs de espectáculos. Como auténtico fenómeno de masas que fue, ha retenido su hálito de pureza, espontaneidad y juventud -se manifestaron en vivo y en directo contra la Guerra de Irak, impulsada por Aznar y el PP en pleno. Nos ha hecho más jóvenes y nos ha dado pie a creer que con el líder de Quintanilla de Onésimo la dureza era norma, pero todo parecía más alegre y despreocupado: la crisis todavía no había estallado y no habíamos tropezado de bruces con la ilusión, falsa como todas, del España va bien. Las bases ya habían sido lanzadas, pero se vivía de ilusión como si fuera a durar una vida eterna.
Llama la atención, quizás como escapatoria, que las páginas que se han llenado con este acontecimiento han escondido sin solución de continuidad las otras dos Operación Triunfo. La primera es la entronización a lo grande, a pesar de ser por la puerta pequeña, de Rajoy. Es cierto que le han hecho falta cuatro intervenciones parlamentarias para acabar de coronar la cima, pero lo ha hecho sin pagar ningún precio, destrozando a propios y extraños con el botón nuclear que le permite tener en la mano (a partir de junio del 2017) la convocatoria de nuevas elecciones, que supondrían, cuando menos visto ahora, la fulminación de la esperpéntica oposición que, a pesar de llamarse oposición, le ha aupado para acceder a La Moncloa. Tras cornudos, apaleados, vaya. Si eso no es una Operación Triunfo con todas las de la ley, cuesta imaginar otra forma de ganar.
La tercera Operación Triunfo la hemos descubierto ahora, gracias a un tuit del presidente socialista de Aragón, Javier Lambán.
En efecto, tratando de encauzar soluciones los mismos que han prendido fuego al solar calcinado del PSOE, dijo que de primarias nada de nada, que fueron una Operación Triunfo. Y, como ha quedado manifestado más abajo del lomo de los que se han movido de la foto fija previa (Guerra siempre en la memoria), el PSOE es tan serio como consecuente, y los partidos serios y consecuentes no hacen verbenas populistas como son unas primarias. De hecho, las dos que se han llevado a cabo han acabado como el rosario de la aurora.
Pero no quedan sólo estas tres versiones de Operación Triunfo. La investidura de Rajoy y la defenestración de Pedro Sánchez -la música original, quizás de aquí a 15 años más- tienen secuelas uno diría que de larga duración.
En la investidura ya quedó cristalino y recibió la apropiada aprobación: la aprobación no es solamente para la investidura, sino que es para gobernar. Nadie se puede llevar a engaño: Rajoy se lo dejó bien claro y nadie abrió la boca. De hecho ya ha (había) empezado con la aprobación y publicación en el BOE el día 1 pasado, de la ley de Estabilidad Presupuestaria y Sostenibilidad Financiera, que reforma la ley de 2012, emitida bajo la hégira del PP. Y los que no sigan la línea de puntos, serán fulminados con nuevas elecciones. Gran Operación Triunfo.
La otra secuela de la frustración de las primarias del PSOE en 2014, tiene un futuro más problemático. Pero cuando menos se anunció en bombo y platillos, de la mano del socarrón Jordi Évole, el domingo pasado en su último Salvados. Sánchez -a quien Enric Juliana ve como un cantautor- no sólo no se retira, sino que, carretera y manta, piensa recorrer toda España -veremos si Catalunya también, si el PSC todavía forma parte del PSOE-, y poner a las bases, la militancia y buena parte del aparato socialista medio y bajo, con alguna estrella invitada, contra la dirección de su todavía partido, que tanta estima le ha mostrado. Es de dudoso éxito, y no por falta de empuje inicial, esta nueva y peculiar edición de Operación Triunfo. En efecto, parte de un clásico hispano: donde dije digo, digo Diego. Ahora Podemos es necesario para la victoria de la izquierda y Catalunya es una nación, a pesar de haber insultado -o haber permitido que se les dijera de todo menos bonitos- a los violetas y haber participado en la votación del 8 de abril de 2014 en el Congreso de Diputados, para impedir la toma en consideración de la triple petición alternativa del Parlament de Catalunya para llevar a cabo el referéndum donde se quería plasmar el derecho a decidir.
Todo el mundo se puede equivocar, todo el mundo tiene derecho a rectificar. Es a lo que se le llama caer del caballo. Pero no todo el mundo tiene a su lado la gracia divina que hizo que Saulo se convirtiera en San Pablo. En el mundo laico a esta gracia se le llama credibilidad. Una desafiante Operación Triunfo.