Joan Safont acaba de publicar Josep Pallach, política y pedagogía (Pòrtic) una interesante biografía del dirigente socialista catalán, cuya muerte súbita cambió el modo y el ritmo de la transición política en Catalunya. Del libro de Safont me gusta destacar una frase atribuida al líder del Reagrupament Socialista: “La independencia de Catalunya debemos tenerla siempre presente, pero no hablar nunca de ella”. La referencia me parece muy oportuna ahora que el ideal independentista está en manos de la charlatanería.

Proclamar a los cuatro vientos como un éxito político que a partir de ahora a Catalunya llegarán menos inmigrantes que al resto de comunidades españolas es la mejor forma de reventar el acuerdo establecido para una distribución territorial equitativa de los flujos migratorios.

Proclamar a bombo y platillo la gran mentira del traspaso de Rodalies a no sé cuántos años vista es la mejor manera de convocar la reacción inmediata en contra de los ferroviarios, de los poderes fácticos del Estado y de la oposición política para poner en evidencia la enésima tomadura de pelo a los catalanes.

Las negociaciones de Esquerra Republicana y Junts per Catalunya con el PSOE y el Gobierno de Pedro Sánchez se han convertido en un ridículo campeonato entre los dos contrincantes catalanes a ver quién marca más paquete o quién es capaz de colgarse más medallas, como hacía el Màgic Andreu, o sea medallas autootorgadas que acaban siendo de lata y no tienen ningún valor.

La distribución equitativa de la inmigración no debería requerir ningún pacto político. Debería formar parte de eso que se llama ahora normalidad institucional.  Si la distribución no ha sido equitativa, pues conviene corregirla. Sin embargo, anunciar esto que es algo tan lógico y racional con el titular que dice que a partir de ahora se enviarán menos inmigrantes a Catalunya que al resto de comunidades, es el colmo de la estulticia y la garantía de poner de acuerdo a todas las comunidades para que eso no ocurra. Quizás algún ignorante que dudaba entre seguir votando a Junts o pasarse a Aliança Catalana se lo repiense, pero las victorias que se apuntan los catalanes siempre acaban resultando pírricas.

Es hasta cierto punto comprensible que cada grupo quiera rentabilizar las contrapartidas que logra a cambio de su apoyo al Gobierno de Pedro Sánchez, pero hemos llegado a un punto en que parece ser más importante no lo que se consigue, sino poner en evidencia que uno ha logrado algo más que el otro. Por eso necesitan gesticular mucho, exagerar el carácter histórico de la transferencia, cantar una nueva victoria ante Madrid y todo ello se resume en un titular que a lo sumo dura 24 horas. Y toda la propaganda acaba teniendo un efecto contraproducente porque pone en marcha todos los organismos y mecanismos dispuestos a impedir que los catalanes se salgan con la suya.

Las negociaciones de Esquerra Republicana y Junts per Catalunya con el PSOE y Gobierno de Pedro Sánchez se han convertido en un ridículo campeonato entre los dos contrincantes catalanes a ver quién marca más paquete. Y por eso necesitan gesticular mucho y hacer mucha propaganda que solo es humo y que acaba teniendo efectos contraproducentes, además de provocar vergüenza ajena

Esto viene de lejos. Por ejemplo, cada vez que se reformaba el sistema de financiación, fuera con Pujol de president, Maragall o Montilla, siempre era para los catalanes “el mejor sistema de financiación de la historia” y para los españoles el principio del fin de España y a la hora de la verdad nada de nada. Desde el procés soberanista la cosa ha empeorado porque cuanto más presumen los catalanes, más rápido se neutralizan o disuelven los acuerdos, porque todos los resortes del Estado están en alerta y se sienten más legitimados. Ahora ha pasado con el acuerdo de la inmigración, con el traspaso de Rodalies, con que si la Renfe será o no será, con los supuestos blindajes del catalán y la inmersión lingüística, por no hablar de la financiación singular y la agencia tributaria catalana.

Las comparaciones siempre son odiosas, pero resulta que mientras Catalunya supera el 25% de población extranjera, otra región industrial como el País Vasco apenas llega al 10%. La diferencia tiene muchos motivos, entre ellos el discreto trabajo de los negociadores vascos. Antes del revuelo por la delegación a Catalunya de competencias en inmigración, el PNV ya había firmado el traspaso de la competencia sobre permisos de trabajo a personas extranjeras. Está a punto de asumir la gestión del régimen económico de la Seguridad Social; ya tienen un acuerdo sobre Rodalies que no es menor y parece más eficaz que el traspaso catalán, dado que va acompañado con dinero para invertir; les traspasarán los aeropuertos y la gestión de los puertos y cada vez se van mejorando las condiciones de la cuota establecida en el concierto económico, sin que a nadie se le ocurra abrir una botella de champán para celebrarlo en público. ¡¡Si es que incluso les han devuelto un palacete en París que okupa el instituto Cervantes!!

Poco se habla en Madrid, ya lo procuran y cuando se habla ya está todo cerrado. Lo mismo hace Bildu, que ya ha logrado trasladar prácticamente a todos los presos de ETA al País Vasco. Ahora propicia excarcelaciones y una aplicación generosa del tercer grado a los presos que quedan, de acuerdo con la consejera de Justicia y Derechos Humanos, la socialista María Jesús San José. Nadie sale a presumir de su éxito porque el objetivo son los hechos y no la propaganda. En el caso catalán, entra dentro de lo posible sospechar, conociendo las habilidades de Pedro Sánchez y el PSOE, que, dado que no tienen ningún interés en que prosperen los acuerdos que cierran con los grupos catalanes, les han tomado la medida a ERC y a Junts y les ceden el beneficio del titular sabiendo que al final todo quedará en agua de borrajas.

Esta manera de hacer también está teniendo consecuencias negativas desde un punto de vista más general. El espectáculo tabernario que ha impuesto en el Congreso el diputado Rufián y los continuos reproches de ERC a Junts hacen las delicias de los espectadores del resto de bancadas porque confirma el escaso nivel de una representación catalana que provoca vergüenza ajena. Y también pone de manifiesto el poco nivel que exigen los catalanes para ser representados en el poder legislativo del Estado, algo que no había pasado en otras épocas, cuando la voz de Catalunya era escuchada y respetada. Durante el proceso soberanista, la causa independentista acumuló desprestigio por la guerra sucia del Estado, pero también por los errores de sus líderes. Ahora que de la independencia ya no pueden hablar, las consecuencias de tanta frivolidad afectan al prestigio del país entero.

Las ucronías sobre lo que hubiera ocurrido si Josep Pallach no hubiera muerto tan prematuramente señalan que quizá Jordi Pujol no habría sido presidente durante 23 años. Vete a saber. Sin embargo, Pallach y Pujol coincidían en valorar la importancia del trabajo discreto, del silencio sobre el objetivo final. La red va llena de esas frases espontáneas del 126º president que, en contra de su voluntad, dibujaban un perfil muy propio. "Això no toca”, "Són una colla de ximples”…  ahora, la más oportuna sería "Voleu fer el favor de callar!?".