Es la clave del momento: hasta cuándo podrá abusar el PSOE de la paciencia de los grupos que le apoyan. Me consta que la cosa, según las semanas, cuelga de un verdadero hilo dental y que más de una vez la paciencia ha terminado prácticamente agotándose. No son solo las turbulencias judiciales, policiales y periodísticas de Madrid, sino también los incumplimientos, los equilibrios (y desequilibrios) entre socios, los desprecios y las excesivas contradicciones. Junts intenta demostrar frecuentemente que con ellos no funciona la amenaza de la llegada del PP y de Vox. De hecho, si en algo han tenido éxito es en demostrar que no les da miedo esta eventualidad. Ahora bien: ¿en qué momento se puede romper la cuerda? Mejor dicho, ¿en qué momento conviene romper en la cuerda? ¿Hasta cuándo, quousque tandem, puede aguantar la paciencia de Junts?

Recordemos que el pacto Junts-PSOE establecía que en las conversaciones Junts defendería un referéndum de autodeterminación y el PSOE un desarrollo del Estatut, pero que, mientras tanto, se pactaba una reforma de la LOFCA que permitiera la cesión del 100% de los impuestos que se recauden en Catalunya, la ley de amnistía, ampliar la participación de Catalunya en la UE y en organismos internacionales o aspectos como la transferencia de las competencias integrales en inmigración. Todo ello desarrollado bajo una metodología de supervisión de observadores internacionales, en lo que se llama la "Mesa de Suiza". Turull admitió la semana pasada que estas negociaciones no van bien, y esta no es una afirmación que tenga que ver solo con una legislatura. Hay que tener en cuenta siempre todo un preámbulo del acuerdo, que ponía los antecedentes nada menos que en el 1 de octubre y en la sentencia del Estatut. Es decir, los observadores internacionales no están solo pendientes del cumplimiento de un simple pacto de investidura, sino de un posible (o imposible) pacto sobre Catalunya. Lo que se decide en Suiza no es solo si se apoya o no a Pedro Sánchez, sino si esto de Catalunya tiene o no solución. De ahí que imponga tanto romper la cuerda.

Cuando la cuerda se rompa, si es que (como preveo) se acaba rompiendo, deberá ser con una buena carga política detrás: lo que se romperá será más que un acuerdo entre partidos, se romperá una búsqueda de solución pactada al conflicto e incluso quizás la idea de "otra España" que puede implicar el bloque de Bildu, ERC, PNV, BNG, Podemos y Junts... pero también un cierto interés de la UE, que en principio no parece desear que España sea un proyecto fallido. Mirarlo desde este prisma es la única forma de entender la infinita paciencia que tiene Junts con los constantes incumplimientos socialistas, es como si Europa hubiera dicho "sit and talk" y la famosa mesa se haya convertido en una partida de póker donde pierde quien rompe antes la baraja. Todos intentan ganar tiempo e intentan arañar el máximo del otro, mientras los electores también ponen a prueba su particular paciencia o impaciencia. El problema de jugar a estos juegos de levantarse de la mesa es que el público también puede levantarse en cualquier momento y marcharse. Orriols, insisto, para muchos no es nada más (y nada menos) que una descarga o un zarandeo contra el aburrimiento soberano al que nos quiere someter la etapa Salvador Illa.

Si la cuerda se rompe, lo que se romperá será más que un acuerdo entre partidos, se romperá una búsqueda de solución pactada al conflicto

Mientras se crea la comisión Pegasus sin que el Gobierno de Sánchez pague ninguna consecuencia de su espionaje, el hijo de Woody Allen hace que el mundo nos mire, señalando el escándalo en su documental Surveilled. Mientras la comisión del 17A no logra desclasificar documentos clave para saber la verdad, o la operación Catalunya va exponiendo nombres y listas de víctimas que, incluso (por lo que veo en los informes de la UDEF), incluyen a un servidor, se van acumulando los agravios ya no hacia Junts sino hacia todo el pueblo de Catalunya. Hasta el punto de configurar una causa general que algún día debe servir para demostrar, ante los tribunales y las instituciones internacionales, la persecución de una minoría nacional o de un Grupo Objetivamente Identificable. Por tanto, no es solo de un incumplimiento de legislatura de lo que estamos hablando, sino de los incumplimientos de todo un Estado hacia la democracia, y hacia un pueblo, que pueden justificar la toma de decisiones distintas a las del diálogo. Todo esto, ante testigos internacionales.

E incluso así, insisto, la paciencia de los partidos puede ser más infinita que la de los votantes. Un partido tiene el margen que le permiten los pactos a los que llega, un votante no tiene ningún pacto hecho con nadie. Solo con su inteligencia, sus valores, su estómago y su propia paciencia. Por eso existe tanta tensión, por eso todo cuelga ahora mismo de un hilo: porque incluso si la independencia ha quedado asumida como un tema que merece esperar, la sensación de perder posiciones no puede ser eterna. Todo el mundo se debe a su público. Y cabe decir que, en España, quien se cree que pierde posiciones en estos momentos es el PSOE hacia el independentismo. Sin embargo, me temo que si quiere acabar la legislatura, deberá ceder mucho más. Mucho, mucho más.