La cosa está así: Pedro Sánchez gobierna gracias al acuerdo puntual que ha alcanzado con Junts; el líder de Junts está en el exilio, a la espera de aplicársele la ley de amnistía que ha servido para hacer a Sánchez presidente, y que está siendo boicoteada por la toga nuestra; existe, pues, una revuelta de los jueces contra una ley de Sánchez aprobada democráticamente; por lo tanto, es de imaginar que Sánchez quiere que se aplique la amnistía al líder de Junts, con quien ha pactado la ley y la presidencia, y, en consecuencia, estará trabajando para que esto ocurra; pero, ¡ay las maravillas socialistas!, resulta que el ministro de Interior del gobierno de Sánchez que ha aprobado la ley de amnistía que tiene que dejar en libertad al president exiliado, acaba de expresar su deseo ardiente de detener a Puigdemont; ergo, el gobierno de Sánchez aprueba una ley de amnistía que desea no aplicar, con un aliado que debería estar libre pero al que, sin embargo, desea detener, y todo con una revuelta de los jueces contra la ley que ha aprobado, pero que, por lo visto, le importa un comino; de modo que, como conclusión, Sánchez no quiere que se aplique la ley que ha acordado, ni quiere que el president Puigdemont sea amnistiado, pero mantiene su presidencia gracias al hombre al que acuerda amnistiar, mientras lo quiere detener.

Pido disculpas por el seco párrafo que inicia el artículo, pero es que la situación es tan delirante, que no he podido evitar este Cafarnaúm de frases, cuya lógica está fuera de toda lógica. ¿Cómo es posible que, sin complejos, ni tapujos, el ministro Marlaska exprese su sueño húmedo de enviar a Puigdemont a chirona, y eso no escandalice a nadie? Tal vez es así porque hemos naturalizado tanto los despropósitos, cuando se trata de la cuestión catalana, que ya nada nos sorprende, ni siquiera un mínimo decoro en las formas. Al fin y al cabo, todos sabemos que el deseo de Marlaska es compartido por todos los socialistas, desde el que habita en la Moncloa, hasta el que ocupa ahora la presidencia catalana. Puigdemont sigue siendo el verso libre, el adversario peligroso, el enemigo a batir. Y el hecho de que hagan falta sus votos para la presidencia no resta el deseo de neutralizar su figura política. Tanto, que no sería extraño imaginar que en los cálculos de Sánchez se hubiera contemplado tácticamente la posibilidad de que la amnistía no se acabara aplicando, no en balde, quién gana tiempo, gana ventajas.

La amnistía se ha acordado con un partido que nos ha estafado siempre

¿No es eso lo que ha hecho siempre el PSOE con la cuestión catalana? Cada vez que ha necesitado los votos del catalanismo político, o el soberanismo o el independentismo, fuera cual fuera el ismo y el momento, ha seguido el manual del estafador: buenas palabras, grandes abrazos, titular grandilocuentes y un persistente, metódico y bien planeado incumplimiento de los acuerdos firmados. Si recordamos, ninguno, y ninguno es ninguno, de los grandes acuerdos que debían cumplirse, fueran sobre infraestructuras, o sobre el catalán, o sobre la soberanía, se han cumplido, y la experiencia de ser persistentemente estafados por el PSOE suma décadas. De hecho, casi da vergüenza decirlo, pero a pesar de su agresividad verbal, el PP ha cumplido más cuando ha firmado acuerdos: el Majestic como ejemplo. El PSOE se ha escapado de todos y, no lo olvidemos, es el partido que ha gobernado más años en España, el que más recortes en el Estatut ha promovido y el que ha avanzado leyes más lesivas para nuestros intereses, todo a la hora de venderse siempre como el aliado natural de Catalunya.

¿Pasará lo mismo con la amnistía? Es cierto que nunca se había negociado con la dureza y el rigor que lo ha hecho Junts en esta ocasión, y que la presidencia de Sánchez depende del cumplimiento de los acuerdos. Sin embargo, el hecho es que el PSOE gana tiempo en todo, en el catalán en Europa, en infraestructuras, en financiación y en... la amnistía. Utiliza el tiempo como maniobra, el tiempo como obstáculo inevitable, el tiempo como motor de estafa.

No puedo evitar, pues, la convicción de que el manual del estafador se está aplicando también en la amnistía. Es cierto que la retórica pública lo desmentiría, visto el ruido que hace el PP y la responsabilidad de los jueces patrióticos en su incumplimiento. Pero también es cierto que el PSOE no parece nada escandalizado por este golpe de Estado híbrido de la justicia y que a menudo ha dejado que la derecha haga el trabajo sucio cuando se trata de Catalunya. Si añadimos las confesiones de Marlaska, todo se vuelve muy oscuro o, quizás, queda muy claro... Sea como fuere, la amnistía se ha acordado con un partido que nos ha estafado siempre. Hay que tenerlo en cuenta en todo momento, no vaya a ser que vuelvan a darnos gato por liebre.