Escribo hoy estas líneas mientras observo cómo Boris Johnson publica en sus redes sociales un comentario llamativo: "Creo firmemente que la covid-19 fue causada por una fuga de laboratorio. Los chinos nos deben respuestas adecuadas y nuestro gobierno debería empezar a exigirlas". Es marzo de 2025. Justo cinco años después de que los gobiernos decidieran parar el mundo contándonos que un virus proveniente de China suponía un grave peligro para nuestra salud. Nos repitieron que el SARS-COV-2 provenía de un mercado de mariscos, de chinos que comen pangolines, y más tarde nos hablaron de unos perros mapache. De que había un laboratorio a escasos 300 metros de ese mercado, donde se hacían experimentos muy peligrosos con coronavirus y murciélagos, no quisieron hablarnos. Como tampoco de la eliminación de los archivos al respecto a finales de verano de 2019. Ni de la financiación norteamericana que se invertía en las investigaciones de "ganancia de función" (o sea, enredar con un patógeno para hacerlo más contagioso y letal).
No le voy a dar ahora la tabarra con este tema, porque habría mucho que contar (otra vez más). Solamente le recuerdo que hace un par de semanas, en Alemania se filtró que los servicios oficiales de inteligencia habrían facilitado a la Cancillería de Angela Merkel, así como a la de Olaf Scholz, un dosier con información que confirmaba el origen de laboratorio del virus. Igual que hicieron los servicios de inteligencia de Estados Unidos hace ya varios meses.
En España no se mueve nadie. No dicen ni mu. Aunque esta semana se le ha caído entre las manos la Agencia a Mónica García, ante los ojos de un Fernando Simón que daba casi por hecho que se erigiría como su director. No sé si los votos de Junts, del PP y de Vox tienen algo de sentido con lo que se esconde tras la OMS y todos sus entramados (donde a Mónica García le encanta participar), pero en cualquier caso, me alegro de que este nuevo chiringuito tenga que esperar mientras algunas verdades salen a flote.
Y esta semana también ha habido una verdad de las grandes que ha llenado, por fin, titulares. Llegó el viernes, y sorprendió tanto que todavía algunos estamos asimilando la importancia que supone. Me refiero a la noticia que titula: "Sentencia pionera en Barcelona: los efectos secundarios de la vacuna de la covid son accidente laboral". Una noticia que aborda varias cuestiones importantes: las vacunas contra la covid-19 sí han dañado a personas. Algo que se ha estado negando por activa y por pasiva bajo el mantra de "seguras y eficaces" que nos quisieron vender como propaganda publicitaria del producto.
Ya se ha demostrado que no fueron eficaces, pues no cortaron las transmisiones, no generaron la protección de rebaño, y tampoco evitaron los millones de muertes que se ha dicho también por activa y por pasiva. Esa afirmación se hizo con un estudio estadístico basado en suposiciones, que ha sido ya refutado por análisis contrastados. No (como dicen los verificadores), no es cierto que esas inoculaciones salvaran millones de vidas, porque no hay manera de demostrar realmente semejante aseveración siendo rigurosos. Lo que sí se ha podido constatar, con muchísima dificultad —debido a los bloqueos del sistema— es que, en muchos casos, las inoculaciones han generado graves problemas de salud y muertes. ¿Qué le ha pasado a quienes se inocularon y han sufrido efectos adversos? Pues que se han sentido solos, maltratados y engañados.
A quienes decidieron no inocularse los persiguieron, censuraron, insultaron, y asfixiaron por todos los medios. Es un motivo para celebrar la sentencia que parió Barcelona el viernes. Porque es un rayo de justicia ante una enorme oscuridad
Esta sentencia que conocimos el viernes, reconoce punto por punto la demanda presentada por Pedro García, un docente considerado en pandemia "personal esencial", al que convencieron de la importancia de su inoculación removiendo en él (y en tantísimos millones de personas) una obligación ética y social para hacerlo. Cuando quedó afectado gravemente, la respuesta del sistema fue que la decisión de inocularse la tomó voluntariamente. Y básicamente, que los riesgos los había asumido él. Esto es lo que el ministerio de sanidad ha dicho incluso públicamente, tratando ahora de eximir su responsabilidad ante los mensajes dados de manera constante y "oficial". Eso sí, Pedro tiene informes que constatan la causalidad entre los trombos y la inoculación recibida.
Y es que las inoculaciones se produjeron mientras los ensayos clínicos estaban avanzando, por lo que los efectos adversos se añadieron en los prospectos a medida que iban apareciendo en la población. Le recuerdo que precisamente la de AstraZeneca fue retirada meses después de inocularse a miles de trabajadores esenciales, al comprobarse que estaban apareciendo problemas como los trombos que David sufrió. Esta sentencia abre la puerta ahora a que trabajadores considerados esenciales como David puedan reclamar ante la justicia lo mismo que él, y les sea reconocido como accidente laboral el daño causado por estos productos. Y atención, no solamente por la inoculación de AstraZeneca, sino también por las de otras marcas que también les fueron administradas (Pfizer, por ejemplo, en el caso de sanitarios).
La campaña oficial realizada para convencer a la gente de que debía inocularse, supone, según la demanda presentada por el abogado experto en ámbito de la salud, Francesc Feliu, que se estaba compeliendo a los trabajadores esenciales a actuar en un "acto de salvamento". Y el juez lo ha respaldado. Son muchos y muy importantes los detalles que aborda esta sentencia. Una sentencia pionera en España, pero también en Europa, y probablemente sirva también a nivel global para que otros tomen nota. En esta entrevista que el abogado me dio en primicia lo explica perfectamente. Puede verla pulsando aquí. No solamente es importante para quienes fueron considerados trabajadores esenciales. Si ve la entrevista, encontrará la razón al respecto y el porqué de la importancia que tiene lo que acaba de suceder.
Ahora es momento de preguntarse por los ictus, los trombos, las miocarditis, pericarditis, problemas neurológicos, y cientos de efectos adversos que han ido añadiéndose a los prospectos de las inoculaciones contra la covid. Y es tiempo de que usted sepa, querido lector, que puede tomar medidas al respecto. Quizás le hayan querido convencer de que la inoculación no ha tenido nada que ver, y que ha sido ese virus, que ahora se confirma que fue creado en un laboratorio. Siendo así, quizás el término "virus" haya sido otro engaño, como el de la "vacuna", que ni fue segura ni eficaz para millones de personas. Quizás habría que hablar, como hacen ya muchos expertos que fueron atacados sin piedad, de armas biológicas. Asusta, pero ante el panorama que tenemos puede que ya se vaya entendiendo mejor. No sería tan absurdo recordar la presencia de personas uniformadas de las fuerzas de seguridad del Estado en las ruedas de prensa iniciales. Como tampoco lo sería recordar que la financiación para estos experimentos provenía del departamento de Defensa norteamericano. Un detalle nada menor.
Ya sé que todo esto es difícilmente digerible. Pero está ya perfectamente documentado y contrastado. Como lo está el hecho de que a quienes decidieron no inocularse los persiguieron, censuraron, insultaron, y asfixiaron por todos los medios. De la misma manera que han hecho con quienes sí se inocularon y alertaron de los daños sufridos. Todo ello es una tremenda injusticia que se ha de denunciar. Y por eso, querido lector, es un motivo para celebrar la sentencia que parió Barcelona el viernes. Porque es un rayo de justicia ante una enorme oscuridad.
Dependerá de usted que la luz se abra paso. Que se acompañe a tantas personas dañadas. Y que a la próxima que nos preparen, lo tengan más complicado para volvernos a engañar.