"En la vida algunas veces se gana, otras veces se aprende"
John Maxwell

Ya se saben el dicho más cínico del periodismo, ese que incluso hay botarates que se toman como una verdad revelada: "no dejes que la realidad te estropee un buen titular". Algo que ha constituido siempre la sorna socarrona en los consejos de redacción, —y que significaba "¿dónde vas estirando eso donde no hay?"—, parece haberse convertido en un axioma real en este mundo loco en el que vivimos. No solo para algunos periodistas, sino para un buen número de políticos, algunos en el gobierno.

A Sánchez, Puigdemont y su partido le están tocando ya los bebes. O sea, que le molestan, que son una plaga, que le incordian. Ese debe ser el motivo fundamental de que en la prensa afín y en los foros madrileños haya comenzado a expandirse la idea de que no hay riesgo real de perder el apoyo en el Congreso, porque lo que hay que hacer es reconducir a Junts, llevarle al redil de la sumisión sanchista. El de Waterloo no quiere, pues vale, toca quitar al de Waterloo. Así se plantea la cosa a quien quiere escuchar a Moncloa.

Cierto es que hay un sector de Junts que no está de acuerdo con el rumbo que lleva el partido, pero tampoco parece que ese sector tenga alguna posibilidad de tomar el control. ¡Ah, es lo que quiere Moncloa! Ante cualquier pregunta sobre la complicada situación en la que queda el gobierno central sin los siete votos de Junts, los socialistas responden con una sonrisilla irónica, ya que hace tiempo que han determinado que si Junts no les conviene, ellos cambiarán a Junts. Que la realidad no te estropee una buena coalición de gobierno, deben decirse unos a otros.

De hecho, hay un racaraca por Madrid de los que creen que el congreso programado para octubre es para hacer cambios en ese sentido, para darle gusto a Sánchez. Por lo que respiran los de Puigdemont, más bien parece que se trata de empoderarle en el partido para dar la batalla, comerse el espacio independentista que ha dejado vacante ERC y limar precisamente esas aristas internas.De ahí saldrá también la posición respecto al inestable equilibrio en el que mantienen a Sánchez. Aquí, en Madrid, solo a unos pocos eso les parece obvio; el resto, unos se aferran al relato monclovita y otros, llevados por su aversión a Puigdemont, pretenden que será enterrado en octubre como político. "Dijo que se iba a casa si no gobernaba", repiten unos y otros. ¡En este país, en el que no hay político al que la hemeroteca no pille en un renuncio, y Sánchez por partida triple! Es más, Sánchez siempre habrá dicho en algún momento lo contrario de lo que le oigamos decir, sea esto lo que sea.

Parece que en el congreso de Junts se querrá empoderar a Puigdemont para dar la batalla, comerse el espacio independentista que ha dejado vacante ERC y limar aristas internas

Lo cierto es que Puigdemont, más pronto que tarde, podrá volver amnistiado. Ahora mismo se está pendiente de la resolución por parte de Llarena de los recursos de reforma contra el auto de inaplicación de la amnistía. Dirá de nuevo que nones, de eso no cabe duda. Así que cabe un nuevo recurso de apelación a la Sala II, del que tampoco podemos dudar que será más de lo mismo: amnistía ni hablar. Terminado ese proceso, que el Supremo puede estirar —aunque tampoco dilatar hasta el infinito— Puigdemont podrá acudir ya al Tribunal Constitucional en amparo, pidiendo medidas cautelares. Es lógico pensar que este sí se las dará y reconocerá que la amnistía legislada para incluir al ex president, efectivamente lo incluye. Esto es más o menos lo que ha querido decir Óscar Puente, aunque, como no es precisamente elegante, se le haya echado encima la oposición.

A Llarena además no le quedan más movimientos. Llarena, que no quiso aceptar de Alemania la entrega por malversación y ahora pretende que el Estado entero pare y cierre fronteras y carreteras para una detención por esa misma malversación. Ese delito que no le parecía tan importante perseguir cuando se relamía con la rebelión y que ahora se ha convertido en piedra de toque de su honor judicial. No puede volver a reactivar la euroorden. Por razones evidentes, o sea, que este estrambote se lo ha visto ya toda Europa. Como decía la prensa, España es un país que da amnistías y luego no las aplica. También por su soledad jurídica. De acudir a Bélgica con una euroorden, lo haría exclusivamente de la mano de Vox —ese partido del grupo de Orbán—, ya que tanto la Fiscalía, que pidió el sobreseimiento, como la Abogacía del Estado, tendrían que informar y remar a favor de la vigencia de la amnistía.

Y prou, ahí se acaba el recorrido, con el TC considerando constitucional la ley de amnistía. No se puede hacer mucho más. Entra dentro de la refriega política que Eduard Pujol se explaye y le pida al gobierno "que haga algo con el Supremo" pero, la verdad, el gobierno, Sánchez y Bolaños poco o nada pueden hacer en este campo.

Así que, como el otro día declaró el abogado Boye a una televisión, Puigdemont estará de vuelta con todas las de la ley más pronto de lo que muchos esperan. Y entonces empezará de nuevo el juego de la oposición y la incógnita que corroe a muchos en Madrid sobre cuándo dejará caer el gobierno, él que es el único que podría hacerlo.

Que la realidad no te estropee un buen plan, piensa mientras Sánchez, mientras se relame pensando en que tiene a ERC cautivo y desarmado y en que conseguirá hacer un Junts a su medida para terminar la legislatura. Voluntad y ánimo no le falta, pero ni es la única voluntad ni el único ánimo. A lo mejor ha encontrado la horma de su zapato.