Germà Bel sabe perfectamente qué hace cuando saca a pasear los trapos sucios de Junts pel Sí. El sábado pasado, en una entrevista, el economista y exdiputado comenta los meses de septiembre y octubre del 2017. En vez de hablar de engaño, Bel habla abiertamente de incompetencia. "Pensaba, y pienso, que fuimos unos incompetentes. Y que la única manera que tenía la dirección del independentismo de salir de ahí era asumir la responsabilidad por incompetencia". Es lo que dice alguien conocedor que la chapuza, la cortedad, la ineptitud o la necedad son más fáciles de perdonar que la malicia de quien engatusa. La incompetencia va ligada a las personas que la ejercen y se soluciona cambiando los negligentes por gente más competente. Votando a alguien más. Artur Mas, Carles Puigdemont, Quim Torra y el ahora mismo president Aragonès son el ejemplo que el problema es más profundo, dado que después de la consulta del 9N, de las elecciones plebiscitarias, del 1 de octubre, de la DUI y del mientras tanto de la mesa de diálogo, Catalunya todavía es una autonomía española. Trasladar el debate al plano de las competencias es tramposo porque lo desvincula de la intencionalidad y lo estiba hacia las circunstancias, que son la materia prima de las excusas de mal pagador.

Bel y Llach tienen ahora el mismo trabajo de los que poco a poco vuelven al discurso de la confrontación con el Estado: crear un Estado de opinión donde todos los que tienen el ego herido porque se lo creyeron puedan recolocarse el paquete y creérselo de nuevo

Bel no es el primero que hace pornografía de la autocompasión públicamente. Antes ya lo había hecho Lluís Llach, que también dijo que lo habían engañado. Llach y Bel forman parte del grupo de independientes que aceptó servir de decoración en un Parlament que tenía que hacer la independencia. Germà Bel dice en la entrevista que "nosotros tuvimos el papel de hacer bonito. Lo entiendo durante dieciocho meses, pero repetir era un error". Entonces también fue un error, porque no puedes entrar al Parlament con una lista electoral donde tienen presencia los dos grandes partidos independentistas y no esperar que te utilicen de alguna cosa más que de embellecedor. Bel y Llach tienen ahora otro trabajo, el mismo de los que poco a poco vuelven al discurso de la confrontación con el Estado después de haberse tragado cada uno de los chantajes emocionales con presos y exiliados: crear un estado de opinión donde todos los que tienen el ego herido porque se lo creyeron puedan recolocarse el paquete —figuradamente— y creérselo de nuevo. No puede ser que engañaran a todo el mundo, sin embargo. Para ser engañado tiene que haber alguien que engañe y Bel lo sabe. Por eso cuando dice "fuimos unos incompetentes" se sacude sus pulgas y las de los otros, y evoca una especie de redención grupal donde nadie tiene que rendir cuentas por no haber querido hacer la independencia.

La intención es dejar que desde fuera les hagan la autocrítica que desde dentro no quieren ejercer para no asumir los costes electorales

Para reconducir la rabia antipolítica que eso ha generado, los partidos intentarán que poco a poco penetre la idea de que se equivocaron, que no supieron más y que con líderes nuevos, pero las mismas estructuras, se puede volver a hacer alguna cosa. Ahora ponen a su servicio esta fiscalización externa y trapacera para no ajustar las cuentas, igual que entonces pusieron a Llach y Bel en la lista de Junts pel Sí: saben que todo lo que mastiquen ya no les podrá hacer daño. La intención es dejar que desde fuera les hagan la autocrítica que desde dentro no quieren ejercer para no asumir los costes electorales. Confían en que, poco a poco, toda esta frustración se funda como un caramelo en la boca de los que todavía no encuentran motivos para restaurarles la confianza. La clase política independentista necesita hacernos creer que ha aprendido la lección para poder volver a hacer valer la moneda de la independencia. Ahora bien, ni todos fueron engañados, ni todos eran unos incompetentes. Por eso, cuando esta autocrítica periférica haya sido absorbida por el discurso nuclear de los partidos y parezca que vuelve a estar en el lugar idóneo para intentar nada que se parezca a la secesión, pincharán.