¿De qué van las elecciones del 12 de mayo? ¿Del referéndum o referéndum, o de las cosas que nos pasan? Si hacemos caso a las encuestas, que siempre tienen intereses detrás, la respuesta es rápida. Van de las cosas. De hecho, las encuestas sitúan un escenario muy similar al de la primera década de este siglo. Dos partidos grandes —PSC y Junts—, un partido mediano —ERC— y dos partidos pequeños —PP y comunes—. Lo que demuestra, de momento, varias cosas. Que el PSC recupera su papel de siempre. Que Junts crece gracias al efecto Puigdemont, pero que está por ver si su futuro es el ADN convergente de toda la vida. Que ERC no ha sacado rédito de haber ocupado la presidencia. Que el PP se beneficia del hundimiento de Ciudadanos. Y que los comunes tienen el mismo techo y las mismas políticas que Iniciativa.
Volvemos al mapa clásico. Hey, si hacemos caso a las encuestas. Que, por cierto, demuestran otra cosa. Que el efecto Puigdemont no es lo bastante potente ni para alterar la agenda ni para alterar los equilibrios de poder. A menos que... A menos que Puigdemont decida volver antes de las elecciones, sea detenido y genere un choque emocional que lo altere todo. Si no, teniendo en cuenta que a día de hoy no regresaría como president, su regreso será menos épico que el de Josep Tarradellas.
La nariz me da que la propia realidad indica que estas elecciones irán de las cosas
Pero, encuestas al margen, la nariz me da que la propia realidad indica que estas elecciones irán de las cosas. La preocupación —y los efectos— de la sequía. La crisis en Justícia con las cárceles. La vivienda. La educación. Hay tantas preocupaciones ciudadanas antes que un referéndum, que da un poco de vergüenza ajena ver a algunos políticos como gente extemporánea que no sabe leer la realidad de cada momento.
Pero, además, ya es hora de que después de una década de excepcionalidad, en la que buena parte del país hizo una apuesta que ha desnudado las propias debilidades, se juzgue también a los políticos por su gestión. Un ejemplo, recuperado en el 30 minuts de este domingo. El impuesto de sucesiones en sí mismo ya es un robo que hace el Govern a los herederos de un difunto. Pero es que resulta que Junts per Catalunya (con Quim Torra de president) y Esquerra Republicana de Catalunya (con Pere Aragonès de conseller de Economia) y con el apoyo de los comunes, aprobaron en plena pandemia una subida de este impuesto. Sí, el 29 de abril de 2020, mientras iban muriendo nuestros padres, no tuvieron reparos en mantener ese pacto previo. Una atrocidad que dobló los ingresos por dicho concepto, haciendo dinero con la muerte de los catalanes. Y no hace falta entrar ahora en la gestión de las residencias. O sea que sí. O referéndum o las cosas.