Las mujeres medievales eran madres o monjas. No existían demasiadas alternativas. Los monasterios —muros seguros donde la mujer estaba protegida— hoy son edificios en peligro de extinción. Durante siglos, centenares de mujeres entraban en los monasterios. Algunas, obligadas. Pero tantas lo hacían para ser libres: así no tenían que ser monedas de intercambio ni casarse con quienes quisieran. Ahora nos encontramos con paradojas: antiguos monasterios que son hoteles o museos. Algunos, incluso lo son todo al mismo tiempo: conviven museos, hoteles u hospederías y comunidades vivas. La vida religiosa femenina no es la primera opción que se plantea a una chica joven hoy (en Catalunya). Pero existe. Tenemos monasterios vivos. Con todo, la mayoría de personas que visitamos monasterios no somos monjas.
En la ciudad de Barcelona se encuentra el monasterio con el claustro gótico más grande del mundo, en Santa Maria de Pedralbes. Se dice pronto. Todavía viven allí hoy hermanas clarisas. Y este verano es uno de los refugios climáticos que Barcelona ha ofrecido. Lo hemos visitado hace pocos días con Anna, también periodista, y unos turistas que perseguían las sombras del claustro. Lo que no sabíamos, en aquel momento, es que además de visitar un monasterio emblemático de la ciudad, estábamos entrando en un refugio climático. El aumento de la temperatura media anual en Catalunya ha sido de casi 1,2 grados los últimos 65 años y algunas previsiones apuntan que, si se sigue el ritmo actual de emisiones, la temperatura media del planeta puede ser peligrosamente 3 grados más alta a finales de este siglo. Ha hecho mucho calor. No todo el mundo dispone de aire acondicionado en casa y si tiene, no todo el mundo lo puede tener activado día y noche. En Barcelona, hasta el 15 de septiembre, se han activado lo que se denominan "refugios climáticos", espacios que proporcionan confort térmico a la población, mientras mantienen sus usos y funcionalidades. Si son escuelas, siguen siéndolo. O Museos. O Jardines. Algunos son interiores, con temperatura de 26 grados, otros son jardines con mucho verde y agua. La idea es que personas vulnerables, de personas mayores a bebés o personas con enfermedades crónicas, tengan una zona de descanso y agua con buena temperatura. El Ayuntamiento no ha concretado si cuando haga frío también se habilitarán estos espacios a la inversa, con calor necesario para cobijarse.
Los monasterios, sin embargo, no son solo lugares para refugios térmicos. A sus hospederías llegan cada día personas que quieren paz. Algunos van a rezar. Otros, a preparar oposiciones o acabar un libro. Muchos, a hablar con algún hermano o hermana que los escuche. La mayoría, a estar en silencio. Se adaptan a la vida comunitaria según las normas del lugar. Son escritores, arquitectos, poetas, filósofos. Pero también comerciales, contables, profesores, enfermeros, administrativos. Personas que necesitan paz y tranquilidad, y que saben que esta también se custodiaba dentro de estos espacios que todavía existen. Porque no solo de pan se vive. También de paz. Y la paz reclama distancia y silencio. Mucho silencio.