La mayor habilidad demostrada por el nuevo president de la Generalitat, el Molt Honorable Salvador Illa i Roca, es presentar solemnemente un programa dirigido al establishment políticoeconómico y que lo aplaudan simultáneamente, el Cercle de Economía, la patronal Foment del Treball, el lobby de las constructoras, los sindicatos, los curas y más que nadie Esquerra Republicana y los Comuns, que parecen como condenados a tragar lo que sea necesario a cambio de buenas palabras y alguna nómina. Bien, también un sector de Junts per Catalunya habrá recibido con alguna satisfacción que las propuestas del president respondan a una filosofía business friendly como las que defendió siempre Convergència i Unió. Es el regreso al futuro.
Efectivamente, Salvador Illa ha lanzado una auténtica OPA al espacio sociopolítico que durante décadas ocupó CiU. Y lo hace como si fuera su prioridad. Con políticas y con personas representativas de aquel mundo, empezando por Unió Democràtica, que en este caso también le sirve para lanzar un guiño al mundo católico de Catalunya, aplaudido incluso en los círculos del IESE. Ramon Espadaler, que fue secretario general de Unió y de CiU, ya había dado el paso hacia los socialistas, y ahora lo han ascendido a conseller de Justícia, el departamento que tradicionalmente Convergència cedía a Unió. Con el mismo objetivo, Illa ha fichado a Jaume Duch, funcionario del Parlamento Europeo, que empezó de muy joven primero en Centristas de Catalunya-UCD y después en Unió Democràtica, partido en el que llegó a ejercer como jefe de prensa. Su ascenso en las instituciones europeas comenzó como asistente de la eurodiputada de Unió, Concepció Ferrer, miembro del Opus Dei. Seguramente la incorporación de Duch también tiene que ver con el hecho de que se significara casi de forma beligerante contra el proceso soberanista, rompiendo incluso la neutralidad política que corresponde a un funcionario.
Sin embargo, Illa también ha pescado en el ámbito soberanista casi en clave de declaración de intenciones. El honorable Miquel Samper ha pasado de ser consejero del Govern Torra a asumir ahora nada menos que la cartera de Empresa i Treball. Y para acabar de redondear la operación, nadie más significado que el expresidente del PDCat, David Bonvehí, ahora nombrado director general por Illa.
Salvador Illa ha lanzado una auténtica OPA al espacio sociopolítico que durante décadas ocupó CiU. Y lo hace como si fuera su prioridad, con políticas bussiness friendly y con personas representativas de ese mundo
No es necesario confundir estas incorporaciones como una coalición. Esta estrategia demuestra que Illa es consciente de que para perdurar como presidente está decidido a hacer lo contrario de lo que hicieron los dos tripartitos de Maragall y Montilla, que acabaron con victorias holgadas de CiU. De entrada ha tenido claro desde el principio que gobernaría en solitario, consciente de que los aliados de ERC y Comuns ni quieren ni pueden derribarlo y además, ocupando el espacio business friendly, tendrá todos los apoyos que necesite del establishment. Los constructores ya se han ofrecido a ayudar a un president que ha repetido no sé cuántas veces en el Debate de Política General su confianza absoluta en la colaboración públicoprivada.
Ahora todavía está reciente la batalla soberanista y es hasta cierto punto lógico que cuando visita la Catalunya interior o asista a la Diada castellera tenga que soportar el abucheo independentista, pero el tiempo juega a su favor y el president tiene la ventaja de que hay tantas cosas por hacer, vivienda, infraestructuras, sanidad, enseñanza que ahora sí se puede prever que el suflé bajará. El independentismo seguirá existiendo como un elemento del paisaje, pero el debate esencialista será sustituido sobre asuntos más tangibles y la eterna canción de la financiación autonómica, confiando en la buena voluntad del déspota. Y además, los tiempos que corren permiten cambiar fácilmente los temas de conversación en las tertulias: Oriente Medio, Estados Unidos, la inteligencia artificial, la inmigración y el Barça, que vuelve a competir. Eso sí, ignorando la anomalía democrática del exilio y la represión continuada de los poderes del Estado, que Salvador Illa acepta disciplinadamente haciendo honor a la bandera, a la hispanidad y a los jueces como si nada hubiera pasado y procurando que nunca más vuelva a ocurrir.
Y esto será así mientras no surja una alternativa creíble que por ahora no se vislumbra por ninguna parte. La independencia no está ni se la espera y los grupos que se proclaman independentistas se han quedado sin argumentos. Cotidianos y de futuro. En el debate de esta semana ha quedado patente su impotencia. La CUP ha optado por acentuar su discurso anticapitalista, consciente de que le crece la competencia en este sector en varios barrios y pueblos donde se están organizando, como en el resto de Europa, nuevas organizaciones de izquierda radical. Esquerra Republicana no está en condiciones de tomar muchas iniciativas, atrapada como está entre su crisis interna, lo suficientemente profunda como para ser resuelta en el próximo congreso, y sus compromisos inalterables con los socialistas.
No se vislumbra alternativa por ninguna parte. La independencia no está ni se la espera y los grupos que se proclaman independentistas se han quedado sin argumentos, cotidianos y de futuro
¿Y Junts per Catalunya? El PSC les ha arrebatado el programa socioeconómico, practicar el autonomismo lo consideran un sacrilegio, pero si no supieron cómo hacer la independencia cuando buena parte del país estaba movilizado, más difícil lo tienen ahora cuando ya no lo está tanto. El discurso de Junts en el reciente debate era exigir a los socialistas que “planten cara a Madrid”, acusando de sucursalista al partido y al gobierno de Salvador Illa. Esto supone un retroceso a los años 80, con la diferencia de que los nacionalistas lo hacían desde el Govern y los independentistas solo pueden hacerlo desde la oposición y sobre todo desde el exilio, su referencia existencial. El PSC le ha hecho una OPA a Junts i Junts solo sueña con hacerle la OPA a ERC para intentar en el futuro sumar votos suficientes para superar a los socialistas, que pese a conseguirlo difícilmente les permitiría gobernar. Y ante este desbarajuste, como sigan distrayéndose, tanto Junts como ERC e incluso la CUP, como ha ocurrido en Alemania, se encontrarán con una competencia nueva como es Aliança Catalana. No es suficiente con descalificarla. La descalificación sistemática es el mejor alimento político de Sílvia Orriols, y será el factor definitivo, lo que faltaba para que la causa catalana deje definitivamente de ser considerada como una causa noble y, ante todo, democrática.
Así pues, todo apunta a que Salvador Illa podrá disfrutar de la presidencia de la Generalitat bastante tiempo, aunque en política no hay nada escrito de antemano. Una guerra, una crisis puede alterarlo todo súbitamente. O un día estalla el caso Koldo y todo se puede venir abajo.