Si vivimos suficiente tiempo, envejecemos. Esta es una realidad innegable. Podemos discutir si los primeros efectos del envejecimiento de nuestro organismo empiezan a notarse a los 20 o a los 25, pero la edad añade algo más que años a nuestro cuerpo. Por mucho que algunos quieran ser como Guilgamesh y buscar la planta de la eterna juventud, nuestra piel, los músculos o nuestro cerebro no son iguales a los 60 que a los 20. Ahora bien, no todo el mundo envejece a la misma velocidad, ni de la misma manera. De hecho, nuestros órganos siguen relojes internos que no son del todo sincrónicos, y el ritmo al que envejece cada órgano es diferente entre ellos y también es diferente entre personas diferentes. Así, hay personas que han sufrido un ataque cardíaco, mientras que su cerebro es más joven que su corazón. Otros presentan problemas importantes de hipertensión que cargan su riñón, mientras que su hígado o su intestino están mucho mejor. Eso lo sabemos todos, ya que cuando hablamos de personas mayores y de las enfermedades asociadas al envejecimiento, no todas las enfermedades están presentes en todos ellos. Hay quien llega a edades bien considerables, con una función de muchos órganos bastante aceptable (para su edad), pero a quienes les fallan los músculos o tienen problemas de diabetes.
¿Podemos medir cómo envejecemos? Hay varias maneras de analizar el envejecimiento de nuestro cuerpo, por ejemplo buscando variantes genéticas que nos predispongan a ser longevos, o modificaciones epigenéticas que expliquen por qué nuestro hígado no funciona tan bien como le correspondería por la edad, pero un grupo de investigadores de los Estados Unidos han buscado una manera más fácil, automatizada e implementable para medir el índice de envejecimiento de nuestro cuerpo y de nuestros órganos: detectando y midiendo proteínas en nuestro plasma sanguíneo. Mediante una pequeña muestra de sangre, utilizando un chip comercial de detección de proteínas plasmáticas que puede llegar a detectar en torno a 5000 proteínas diferentes y con un algoritmo de inteligencia artificial entrenado, pueden predecir qué edad biológica tienen nuestros órganos y compararla con nuestra edad cronológica (los años que realmente tenemos), identificar cuál es nuestro órgano más alterado y envejecido, y predecir qué enfermedades tendremos en la vejez, y cuáles son las que más probablemente nos causarán la muerte.
Para hacer este estudio (que justo se acaba de publicar en la revista Nature), los investigadores seleccionan 4.778 proteínas que circulan dentro del plasma sanguíneo, que son detectables de forma robusta y consistente. De estas, 856 (en torno a un 20%) son proteínas típicas de un órgano concreto, es decir, que se expresan y hacen su función en órganos específicos. Cuando las encontramos incrementadas en sangre es porque aquel órgano está alterado. Por ejemplo, un incremento de aminotransferasas nos indica que el hígado está afectado. Los investigadores escogen 11 órganos de estudio: cerebro, hígado, riñón, páncreas, corazón, músculo, intestino, tejido adiposo, arterias, sistema inmunitario y pulmón. Por lo tanto, midiendo este subgrupo de proteínas tenemos una manera de saber si un órgano u otro puede estar afectado, mientras que el resto de proteínas plasmáticas nos informa sobre el estado biológico general del cuerpo. Los investigadores analizan estas casi 5000 proteínas en 1398 personas control, de entre 27 y 104 años, aunque la mayoría son mayores de 50 años. Con los valores obtenidos se entrena un algoritmo d'IA con el fin de correlacionar los valores proteicos medios con la edad cronológica. Una vez entrenado, se aplica este programa a las muestras de sangre de más de 4.000 personas que están en diferentes cohortes de estudios de enfermedades asociadas al envejecimiento, desde enfermedades cardiovasculares a enfermedades neurodegenerativas. Algunos de los pacientes tienen un seguimiento de años, por lo cual se sabe cuáles eran los valores iniciales y a lo largo del tiempo.
¿Y cuáles son los resultados? Pues bastante sorprendentes. En primer lugar, aunque nos "sintamos" sanos y sin problemas de salud importantes, en torno a 1 persona de cada 5 mayores de 50 años tiene al menos un órgano de su cuerpo que está envejecido con respecto al resto de órganos. Cuando esta asincronía entre la edad biológica y la cronológica de un órgano es alta, las personas presentan un riesgo mucho más elevado de sufrir una enfermedad de este órgano en los próximos 15 años (con una probabilidad del 15% al 50%). Algunas personas, en torno a 1 en 60, presentan dos o más órganos envejecidos, y a consecuencia de este mayor envejecimiento de los órganos, tienen 6,5 veces más riesgo de mortalidad que una persona de la misma edad cuya edad biológica de los órganos corresponde con la cronológica.
Cuando la edad biológica de los órganos no coincide con la cronológica, pueden darse enfermedades en el futuro. Una persona con el corazón envejecido tiene 2,5 veces más riesgo de sufrir una disfunción cardíaca que una persona de la misma edad sin esta situación. De igual manera, la diabetes y la hipertensión correlacionaban también con un riñón envejecido. El envejecimiento acelerado del cerebro o de las arterias correlacionaba con la aparición temprana de la enfermedad de Alzhéimer que, además, correlaciona con una afectación multiorgánica y con más biomarcadores de órganos envejecidos.
No hay que decir que estos perfiles de proteómica del plasma sanguíneo pueden ser muy útiles en la práctica clínica. Imaginad, poder analizar el estado de muchos órganos de forma sencilla y predecir mucho antes qué enfermedades asociadas al envejecimiento podemos sufrir, con el fin de prevenirlas. Muchas de las proteínas específicas de órgano son dianas de medicamentos, y eso abre la puerta a poder incidir con tratamientos preventivos o terapéuticos. Por eso, los investigadores ya tienen sometida una patente que proteja su algoritmo y han cofundado una empresa para explorar este tipo de biomarcadores en el futuro. Sin embargo, es un estudio preliminar y falta profundizar. Para empezar, solo se ha hecho con personas de origen genético europeo, desconocemos cuáles serán los mejores biomarcadores del envejecimiento en otras poblaciones humanas. Además, no sabemos si estos biomarcadores son causa o consecuencia de la enfermedad, si son lo bastante informativos en personas jóvenes o solo permiten describir cuál es la edad biológica de los órganos a partir de una cierta edad, si hay correlaciones entre algunos órganos concretos y biomarcadores más específicos de enfermedades concretas.
Hace falta mucha más investigación, pero estamos en camino de obtener una visión conjunta del estado del envejecimiento de nuestro cuerpo y de nuestros órganos, con un conjunto de biomarcadores muy exhaustivo y que puede llegar a ser predictivo, de forma individual, del riesgo a sufrir ciertas enfermedades mucho antes de manifestarlas de forma clínica. El primer paso para ralentizar el envejecimiento de nuestro cuerpo es conocer cómo están nuestros relojes internos y algún día, quizás, pararlos. ¡Vienen tiempos interesantes!