Este verano será muy caliente, políticamente hablando. Sobre todo si Carles Puigdemont finalmente cumple su promesa de volver a Catalunya cuando se celebre el pleno de investidura del nuevo president de la Generalitat. Tanto Puigdemont como Junts per Catalunya no han dejado de insistir en que el expresident vendrá, tanto si es él el candidato a la investidura como si no. Y que será así, aunque siga vigente la orden de detención contra él dictada por el juez Pablo Llarena. De momento, sin embargo, todo son hipótesis, futuribles más o menos probables. Que se conviertan en una realidad depende, en primer lugar, de si el president del Parlament, Josep Rull, convoca el susodicho pleno de investidura. Existe un plazo máximo para elegir president de la Generalitat: el 26 de agosto. Si se sobrepasa este límite, en octubre habrá nuevas elecciones en Catalunya y, en consecuencia, el regreso de Carles Puig quedará aplazada.

Si damos por cierto y decidido que, si hay investidura, Puigdemont volverá, entonces lo que está claro es que ERC, el PSC y el PSOE tienen un problema. Otro problema. El partido que hoy se encuentra en una situación más delicada es Esquerra Republicana. Por una parte, los republicanos están metidos hasta arriba en una ya indisimulada lucha interna por el poder. Mientras Junqueras y sus partidarios trabajan para recuperar las riendas del partido en el congreso del 30 de noviembre, los seguidores de Marta Rovira, que consideran que tiene que ser un equipo diferente el que asuma el poder, sin Junqueras, trabajan para componer una candidatura para plantar cara al expresidente de la organización. Debe ser una candidatura potente y atractiva, que la militancia pueda votar masivamente. Además, por elemental coherencia, tendría que estar liderada por una cara nueva, por alguien que no haya formado parte de primera línea.

En segundo lugar, ERC debe decidir si entrega el gobierno de la Generalitat al PSC de Salvador Illa. Las negociaciones, dicen, van avanzando. Pero los republicanos necesitan obtener de los socialistas, más del PSOE que del PSC, alguna contrapartida que pueda justificar el pacto. ERC reclama una financiación "singular" para Catalunya. Veo más que difícil que Pedro Sánchez pueda comprometerse con un sistema que realmente cambie la injusta situación actual. Y todavía menos que puedan existir garantías sólidas, creíbles, de que lo que se promete se acabará cumpliendo. Haber puesto la financiación como piedra de toque dificulta la postura de ERC. Especialmente, porque el pacto deberá ser votado y validado por una militancia que está muy molesta y enfadada por como se han hecho las cosas en los últimos tiempos, una militancia quizás inclinada a contradecir y castigar a la cúpula provisional que a día de hoy manda.

Por su parte, los socialistas han visto cómo el progresivo debilitamiento de ERC —malos resultados y malas perspectivas electorales, el manifiesto de los partidarios de Rovira, los carteles sobre los Maragall y el Alzhéimer, las declaraciones de Sabrià, las reuniones al margen de Junqueras, etcétera— acerca cada vez más el partido republicano a pactar con Salvador Illa, puesto que repetir elecciones llevaría a ERC a otra catástrofe en las urnas. A pesar de esto, el PSC necesita, como decíamos más arriba, que Sánchez ofrezca a ERC un cambio en la financiación que realmente valga la pena, así como garantías de cumplimiento. No se puede descartar, en este sentido, que Sánchez formule una promesa a ERC sobre la financiación que sea una pura tomadura de pelo.

No será fácil para los republicanos dar apoyo a Illa si el retorno de Puigdemont acaba con su encarcelamiento, o bien como el rosario de la aurora, con graves disturbios

Pero imaginemos que ERC y PSC efectivamente alcanzan un acuerdo. Y que Rull convoca el pleno de investidura este verano. Y que Puigdemont tiene que regresar a Catalunya (si no quiere arruinar definitivamente su credibilidad). Entonces el escenario se vuelve todavía más incierto, enredado, difícil incluso de poder imaginar.

En estos momentos, Puigdemont —que, recordemos, lleva casi siete años sin pisar ni Catalunya ni el resto del Estado español— y su núcleo más próximo siguen diseñando el posible retorno. El gran problema es el rechazo del Tribunal Supremo a aplicar la ley de amnistía. Por eso sigue vigente en España la orden de detención contra Puigdemont por malversación. Además, el president se encuentra también encausado a raíz de la denominada 'trama rusa del procés'. Se le acusa de los delitos de alta traición, malversación —también— y, finalmente, organización criminal.

Es evidente que, si Puigdemont cruza la frontera, la policía irá a detenerlo. Según algunas informaciones, el objetivo de Puigdemont es poder llegar al Parlament evitando esta detención. Para conseguirlo hay solo dos estrategias posibles. La primera, intentar llegar sin que la policía pueda reaccionar, es decir, rápido y de incógnito. Dentro del Parlament, la policía lo tiene más difícil: sería un gesto muy feo. Además, el president Rull se ha comprometido a evitarlo como sea, lo que podría desembocar en un grave conflicto. La segunda estrategia implicaría congregar a una gran multitud de personas que acompañaran y protegieran a Puigdemont e impidieran su detención. Eso supondría igualmente una gran confrontación. Si acabara con violencia, todavía más. Sin embargo, no tenemos que perder de vista que Puigdemont es alguien que siempre juega al límite. Está acostumbrado a ello, además. Para empezar a calentar la situación, Junts prepara, tal como adelantó ElNacional.cat, un acto el 27 de julio en la Catalunya Nord.

¿Cómo podría afectar la vuelta de Puigdemont a ERC? En el terreno de lo concreto no lo sabemos. Pero no será fácil para los republicanos dar apoyo a Illa si el retorno de Puigdemont acaba con su encarcelamiento, o bien como el rosario de la aurora, con graves disturbios. Al margen de eso, y según cómo fueran las cosas, todo podría llevar a la ruptura entre Junts per Catalunya y el PSOE. En esta tesitura, Sánchez —si descarta volver a convocar elecciones— tendría que seguir gobernando como pudiera, es decir, prorrogando presupuestos y prácticamente obligado a congelar el Congreso, ya que se habría quedado en minoría. Como escribíamos al empezar, el verano se presenta realmente caliente.