El acuerdo de alto el fuego en Gaza alcanzado entre Israel y Hamás, cuyo alcance y oportunidad habrá tiempo para analizar, no servirá, a pesar de la incauta esperanza de algunos, para llevar la paz a la región. La organización terrorista palestina no la quiere, la paz —de hecho, los palestinos no la han querido nunca—, sino que su objetivo es seguir fustigando a Israel para lanzarlo al mar. La pregunta es cuánto tardará Hamás en volver a atacar a Israel. Y es que para que la paz en Oriente Próximo sea posible y factible hacen falta movimientos de alcance más amplio que vayan a la raíz del problema y que pasan necesariamente por erradicar a todos los grupos terroristas propalestinos.
Uno de los movimientos que podría ser determinante para el desenlace del conflicto arabo-israelí, y que en esta parte de Occidente que es Catalunya ha pasado hasta ahora completamente desapercibido, es el que protagoniza Reza Ciro Pahlavi. El heredero del trono de Persia, hijo del Sha de Persia derrocado en 1979 por el régimen islamista de los ayatolás encabezado por el ayatolá Ruhollah Jomeiní —que vivía exiliado bajo la protección de Francia—, hace tiempo que busca complicidades interiores y exteriores para abanderar una revuelta que permita la liberación de Irán —Irán es el nombre actual de la antigua Persia— de los integristas islámicos y el retorno del país a los iraníes, con el compromiso personal de trabajar por la democracia en su patria y por la paz en la región.
Persia era, antes de que el fundamentalismo islámico lo estropeara, un país relativamente avanzado, plenamente occidentalizado, en el que las mujeres, más allá del machismo que imperaba en aquellos años en todas partes, no sufrían ni de lejos ni las prohibiciones ni las privaciones que sufren ahora. No dejaba de ser una dictadura, bajo la forma de una monarquía imperial, pero en tanto que Mohammad Reza Pahlavi, el último Sha de Persia, casado con Farah Diba, era un musulmán laico, había aplicado una política de modernización y secularización y mantenía relaciones diplomáticas con Israel, después de haber sido uno de los primeros países del mundo en reconocerlo una vez proclamada la independencia. Todo ello, añadido a los problemas de corrupción propios de este tipo de regímenes, facilitó la revolución islámica que acabó triunfando. El golpe tuvo, si no el apoyo, sí al menos la anuencia de buena parte del mundo occidental, que no calculó el alcance del error que cometía al dejar entrar al radicalismo islámico en la escena internacional y del que ahora paga amargamente las consecuencias. Las imágenes que llegan de Londres, Ámsterdam, París, Bruselas, Berlín, Estocolmo o Montreal son ejemplos muy elocuentes de ello.
Coger las riendas de Irán en lugar de los ayatolás sería la manera de cortar la cabeza de la serpiente que alimenta las facciones propalestinas y empezar a poner fin al secular conflicto armado entre árabes y judíos
El posicionamiento del heredero del trono de Persia es relevante porque significa que hay alguien dispuesto a coger las riendas de Irán en lugar de los ayatolás, que es justamente lo que le gustaría que sucediera a Israel —también a Estados Unidos—, que no ha dudado en hacer llamamientos a la insurrección interna como medio para derribar este régimen perverso que ha llevado la inestabilidad a toda la región. Sería la manera de cortar la cabeza de la serpiente que alimenta las facciones propalestinas —Hamás, Hizbulá y muchas otras— que combaten precisamente por encargo de Irán contra Israel. Y sería la manera de poder empezar a poner fin al secular conflicto armado entre árabes y judíos que es anterior incluso a la proclamación del Estado de Israel en 1948 y que el abominable ataque de Hamás del 7 de octubre de 2023 ha intensificado y enrarecido aún más.
Mantiene, justamente, relaciones muy estrechas con los gobernantes de Israel, potenciadas durante la visita histórica que realizó al país en abril de 2023. Fue recibido con los máximos honores por parte de las autoridades israelíes, se reunió, entre otros, con el primer ministro Benjamín Netanyahu y su estancia fue considerada como una muestra de lo buenas que podrían volver a ser las relaciones entre Irán e Israel si se restaurase la milenaria monarquía persa. El heredero del trono de Persia quiso orar expresamente ante el Muro de las Lamentaciones para recordar cómo 2.500 años antes el rey persa Ciro el Grande había liberado al pueblo judío de su cautiverio en Babilonia y lo había ayudado a reconstruir su templo más sagrado (el Muro de las Lamentaciones es el resto de la muralla occidental que actualmente queda).
Mantiene, justamente, relaciones muy estrechas con los gobernantes de Israel, potenciadas durante la visita histórica que realizó al país en abril de 2023. Fue recibido con los máximos honores por parte de las autoridades israelíes, se reunió, entre otros, con el primer ministro Benjamín Netanyahu y su estancia fue considerada como una muestra de lo buenas que podrían volver a ser las relaciones entre Irán e Israel si se restaurase la milenaria monarquía persa. El heredero del trono de Persia quiso orar expresamente ante el Muro de las Lamentaciones para recordar cómo 2.500 años antes el rey persa Ciro el Grande había liberado al pueblo judío de su cautiverio en Babilonia y lo había ayudado a reconstruir su templo más sagrado (el Muro de las Lamentaciones es el resto de la muralla occidental que actualmente queda).
Además de Israel, visitó también algunos países europeos, como Italia, donde en Roma fue recibido por diputados conservadores y reformistas, o Francia, donde en Estrasburgo se dirigió al Parlamento Europeo, invitado por la misma familia política, para reclamar a la Unión Europea que designara a la Guardia Revolucionaria de Irán como una organización terrorista. "Es de suma importancia que la Unión Europea se enfrente a este régimen y le exija responsabilidades por su comportamiento criminal", dijo, pero no parece que por ahora Europa le haya hecho mucho caso, cuando menos a la vista de la posición que mantienen algunos de los países del viejo continente en la actual fase del conflicto arabo-israelí. Hace meses, en cambio, que circulan cada vez más mensajes de apoyo, por parte de ciudadanos iraníes y también de árabes en general, al regreso del hijo del Sha de Persia.
La paz en la región no será posible hasta que los palestinos reconozcan el derecho de Israel a existir y a vivir en paz en la tierra prometida en la Biblia y renuncien a aniquilarlo
Esto es así probablemente porque el grueso del mundo árabe —de Jordania y Egipto a Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos, pasando por Qatar o Baréin— empieza a darse cuenta de la absurdidad de prolongar el conflicto y de la necesidad de encontrar una salida satisfactoria para todos. Y, en este sentido, la desactivación de Irán como potencia agresora de Israel, y en torno a la cual pululan, además de los grupos terroristas, Irak, Líbano y hasta no hace mucho Siria —habrá que ver qué rumbo toman los rebeldes del grupo islamista Hayat Tahrir al-Sham liderado por Abu Mohammad al-Golani que han derrocado al régimen de Bashar al-Asad—, sería clave para caminar hacia un acuerdo de paz que hasta ahora las autoridades palestinas, de Yasir Arafat a Mahmud Abás, han rehusado de manera sistemática cada vez que se les ha planteado.
La más clamorosa es la que dejó pasar en el año 2000 Yasir Arafat, al rechazar el acuerdo negociado en Camp David con el primer ministro de Israel Ehud Barak, con Bill Clinton de mediador, que le daba un Estado palestino con capital en Jerusalén este, el 100% de Gaza y el 97% de Cisjordania más el 3% de Israel a cambio de los territorios ocupados por los colonos judíos, la soberanía sobre la montaña del templo y el retorno sin restricciones de refugiados al nuevo Estado palestino. Nunca los palestinos habían tenido un acuerdo tan favorable como este ni lo volverán a tener, un acuerdo que si los israelíes hubieran conocido al detalle habrían fulminado a sus propios negociadores por la cantidad de concesiones que llegaban a realizar. El ayudante del líder palestino reconoció al ministro de Asuntos Exteriores israelí y exembajador en España, Shlomo Ben-Ami, que su jefe en realidad nunca había estado interesado en el acuerdo, sino tan solo en perpetuar el conflicto.
Y este sigue siendo el problema principal. La paz en la región no será posible hasta que los palestinos no reconozcan el derecho de Israel a existir y a vivir en paz en la tierra prometida en la Biblia y renuncien a aniquilarlo. Pero el acuerdo de alto el fuego, a la vista de la primera reacción de los propios palestinos, no parece que vaya en esa dirección. Hamás —como Hizbulá— está tocada, pero no hundida, y por eso lo puede celebrar de momento como una victoria, porque Israel, efectivamente, no la ha eliminado como así se lo propuso en respuesta a la matanza del 7 de octubre de 2023, pero esto solo quiere decir que el conflicto a la mínima se reavivará.