Hace días se ha incorporado al debate soberanista el concepto “hemos retrocedido una pantalla”. Traducción: “ahora que teníamos la independencia a tocar en 18 meses, resulta que algunos están aceptando negociar un referéndum”. ¿Y eso es cierto? ¿Teníamos la independencia a tocar y estamos retrocediendo?
Después de presionar todo lo que fue posible, fue posible el 9N. La convocatoria fue un éxito. Por la movilización, por la participación y, sobre todo, porque significó un cambio de actitud en el habitual "seny" catalán tan sosegado y temeroso. Quizás aquel dia fue la primera vez en algunos siglos que la sociedad civil real del país, la que toda la vida había dicho “niño, no te metas en problemas”, hizo un acto de desobediencia pacífica tan bestia.
Las elecciones del 27S fueron como un 9N, pero adjudicando el sí y el no a siglas políticas y con la validación del Estado. Y, gracias a la alta participación, fue una fotografía bastante exacta de la realidad del país. Y la realidad del país es que el independentismo, con sus diversas variantes y sensibilidades, roza el 50%. Y con poco más del 50% tú no puedes proclamar la independencia de una forma unilateral. Ni aquí ni en la China Popular. Bien, sí que puedes hacerlo, pero sin una mayoría social fuerte, ¿donde vas?
Sí, sí, ya se que es injusto tener que “vivir” la situación que impone el otro 50% y que, en una sociedad que piensa medio y medio, tanto derecho tiene un medio como el otro medio a decidir cómo quiere vivir, pero las cosas funcionan así.
Por lo tanto, ahora que más o menos sabemos los que somos, ¿asumir la realidad es ir una pantalla atrás? ¿Sí? ¿Seguro? ¿O quizás lo que muestra la realidad es que algunos estaban en una pantalla virtual y pretenden seguir allí?
No se si lo mejor es negociar o no un referéndum. En todo caso eso es trabajo de los políticos. Nosotros, la tropa, ahora que sabemos los que somos y donde estamos exactamente, tenemos claro que tenemos que seguir empujando, pero con realismo. Y tenemos claro que falta gente para empujar. Y que la clave es convencer el máximo de gente posible para que empuje. Y hacerlo con un proyecto sólido y serio, no de sueños improbables y humo. Un 3 de 10 no se hace con una pinya de 200 personas. Hace falta explicar, seducir y persuadir. Con argumentos, no con juegos de manos y plazos imposibles. A la estrategia del miedo se la derrota (huy, qué palabra más bélica, ¿no?) explicando la verdad y ofreciendo un futuro posible. Y el máximo de transversal posible.
Tenemos a favor, aparte de poder ofrecer un proyecto, que la respuesta de la otra parte ha estado, hasta ahora, insultante, maleducada, de menosprecio, amenazante y nunca de propuestas alternativas. Eso hace que el paso que ha dado mucha gente sea irreversible.
¿Y mientras, qué? Pues eso, ir haciendo crecer la base. ¿Le parece poco? Y eso no quiere decir re-convencer los re-convencidos sino ir a sacar agua de la arena del desierto. ¿Difícil? Sí, claro, ¿qué nos pensábamos? Pero más difícil es la promesa de algunos de que de aquí cuatro días empezará a llover en el desierto y que caerá tanta agua que iremos a construir un spa con aguas termales.
Si hasta ahora no hay ningún spa en ningún desierto, por algo será, ¿no?