No es una sentencia, es una venganza. No es justicia, es el peor ataque a la democracia desde el fusilamiento del president Lluís Companys. No es casualidad, es la voluntad del Tribunal Supremo ―del poder judicial― de querer hacer coincidir, el mismo día y 79 años después, la sentencia contra los líderes independentistas con la sentencia del consejo de guerra que condenó a muerte al president Companys. Diferente década, mismo escenario.
La condena a los líderes independentistas es sin fusil, pero con unas penas de prisión que son auténticas cadenas perpetuas: casi 100 años de prisión y la más alta para Oriol Junqueras.
El franquismo quería exterminar los ideales republicanos, no lo consiguió. Con la condena al movimiento independentista, conjugándola con el miedo, la amenaza y reprimiendo derechos y libertades, tampoco lo conseguirán.
La sentencia que condena a los líderes independentistas es un esperpento jurídico, la persecución política de los de "toga y maza" por la incompetencia del PSOE a encontrar una solución a un conflicto político. La prolongación del autoritarismo y la opresión que sufre Catalunya históricamente.
No soy jurista. No hay que serlo para saber que lo que vivimos el 20-S ante la sede de Economia o las movilizaciones del 1-O no fueron tumultos ni violencia, la base para imputar el delito de sedición. Los que fuisteis sabéis, tan bien como yo, que la única violencia fue la del Estado.
Durante el proceso sumarísimo contra el president Lluís Companys no se respetó ninguna garantía para homologar el juicio como justo. El juicio contra el independentismo tampoco lo ha sido, más bien ha sido el resultado de la persecución política en manos del poder judicial. Como decía una de las madres de los jóvenes de Altsasu: "Aplicar el Código Penal según el Código Postal". Castigar a todo aquel que osa cuestionar la sacrosanta unidad de España.
Escuchar al exfiscal y magistrado emérito del Tribunal Supremo José Antonio Martín Pallín decir: "Yo no veo sedición por ningún lado" es muy preocupante. Pero todavía lo es más el papel triste del PSOE, la viva imagen de que en este país no va de "derechas o izquierdas", que todos son lo mismo, los máximos representantes de la perpetuación del nacionalismo español, la "raza", la "casta", el imperialismo, la ocupación y la eterna opresión.
Esto no va de ser o no independentista, esto va de denunciar el retroceso de la calidad democrática, el retroceso de los derechos y las libertades
Repugnancia política me genera escuchar las mentiras de los dirigentes del PSOE intentando blanquear uno de los momentos más oscuros de la democracia después del franquismo. El PSOE blanqueando el trabajo de los jueces y fiscales del Tribunal Supremo y divulgándolo como un procedimiento con plenas garantías, rigor y transparencia con el chiringuito de la España Global y con la antítesis de lo que es la diplomacia, con Pepito Borrell. El Partido Socialista Obrero Español pidiendo la reconciliación de todos los catalanes y calificando el independentismo como una quimera de una parte minoritaria de los catalanes. La izquierda nacional española con el discurso de la derecha más reaccionaria.
El PSOE nos toma por tontos, nos desprecia como pueblo y nos falta al respecto. Nos quiere hacer entender que tenemos que aceptar una sentencia cuando hace cuatro días el mismo fiscal Zaragoza, el socialista José Zaragoza y el teniente coronel de la Guardia Civil Daniel Baena se abrazaban entre carcajadas el día de la Benemérita, días antes de la publicación de la sentencia y justo después de que el cabo "de los de verde" en Catalunya dijera: "Lo volveremos a hacer".
Pedro Sánchez es el máximo exponente de una democracia de pésima calidad, un régimen que da continuidad a unas determinadas élites y un régimen profundamente anticatalanista. Un PSOE que sueña con volver a abrazar el bipartidismo. La complicidad entre "derecha e izquierda", la conjura política para prolongar las trampas de lo que denominan "democracia", cuando hace 40 años que disfrutan de un sistema de concesiones y manipulaciones para introducir el poder judicial a sus alumnos aventajados, los que después juzgan el independentismo.
En un país en el que se encarcela por el simple hecho de defender los derechos y las libertades del pueblo, en un país donde continúa vigente la sentencia de muerte del único presidente en Europa escogido democráticamente y fusilado por el fascismo, en un país donde continúan desaparecidas más de 140.000 personas y en un país donde un genocida tiene que ser extraído de su mausoleo en helicóptero por el miedo a las represalias de los fieles fascistas, es la evidencia de la anomalía democrática que perdura en el estado español.
Y miren, señores Iceta, Sánchez o Ábalos, creo que no entienden quiénes somos ni de dónde venimos. No entienden que venimos de perder a los nuestros en la trinchera para defender la democracia. No entienden que en el ADN llevamos la lucha y la perseverancia. No entienden que tenemos en la mente el anhelo de un presidente que no dudó en mirar el fusil ―no antes de haber perdonado a todos aquellos que le habían agraviado― y gritar "por Catalunya" antes de que el proyectil le atravesara el cráneo.
Pero sobre todo no entienden que estamos aquí para continuar con el anhelo de todos aquellos que lo han intentado, que nunca han desfallecido para conseguir un futuro más próspero, donde los derechos y las libertades estén garantizados. Un país en el que no te encarcelen dependiendo de dónde estás o la lengua que hables. Esto no va de ser o no independentista, esto va de denunciar el retroceso de la calidad democrática, el retroceso de los derechos y las libertades, y eso apela a independentistas y a no independentistas, eso apela a todos los demócratas.
"En aquel instante funesto del alba del 15 de octubre de 1940..." ―explicava Junqueras, justo hace un año, en la revista Sàpiens― mientras el president Companys, minutos antes de ser fusilado, contemplaba por última vez la capital del país que había presidido, ahora invadida por el "Ejército de Ocupación", ¿cuál era la esperanza que le quedaba al republicanismo para salir adelante? En una Europa ocupada por los nazis, ¿qué esperanza tenía que conseguirlo? ¡Y lo hicieron, la democracia ganó al fascismo!
En un momento en que el escarnio, el castigo y la venganza se han hecho visibles, y que mantendrá encerrada entre muros a gente inocente, sólo os puedo decir que tenemos que recoger el testigo de los que nos han precedido en esta lucha. Hay que continuar adelante, persistir, tener esperanza, hacer posible lo que ahora parece imposible y hacerlo con los valores que, los que hoy están entre rejas, nos han enseñado: coraje, valor, firmeza, humildad, fraternidad y republicanismo.
En memoria del president Companys y en la de todos aquellos que han hecho de su vida el sinónimo de la lucha contra el fascismo, "lo volveremos a hacer".