Es sabido que el president Carles Puigdemont no ha tenido nunca una buena relación con Oriol Junqueras, tampoco con ERC. Más bien todo lo contrario. En cambio, sí que ha tenido una buena relación, también de amistad, con el conseller Santi Vila. Tanto es así que a pesar de la posición contraria de Vila al referéndum, lo mantuvo en el Govern e incluso lo reforzó en el tramo final. Siempre tuvo confianza en él.
Hay que decir que Vila, que tenía que ser el líder del espacio convergente ―según el mandatario del PDeCAT, David Bonvehí―, nunca ocultó, ni disimuló, su aversión al 1 de octubre. Al menos en este punto hay que admitir que fue honesto. Lo hizo sin ruborizarse en una entrevista en RAC1 donde admitió que desde su conselleria no había hecho nada por el procés. Santi Vila también fue candidato de Puigdemont (y Mas) a presidir el consejo nacional del PDeCAT. La confianza también era, por lo tanto, claramente política en plena recta hacia el referéndum.
Ahora, Santi Vila ha pedido que la Caixa de Solidaritat le pague la fianza que le exigen por la polémica de Sixena, el litigio por las obras de arte todavía se arrastra. Es normal que el asunto genere controversia, Vila no tardó ni un mes en dejarse ver dándose la mano con Rajoy mientras el resto de compañeros estaban en la prisión. También concedió una entrevista en el diario Ara, por su libro, donde cargaba contra Junqueras y elogiaba a Puigdemont. Todo bastante comprensible por la amistad que tenía o tiene con Puigdemont. Y ahora, desde Bélgica, hemos visto cómo Puigdemont exigía que se le pagara la fianza. Debe tener sus razones, seguro. Y es legítimo. No digo que no, no niego la mayor.
Descargar la responsabilidad sobre los otros es poco elegante, sobre todo cuando estás en condiciones de hacer algún gesto claro
Ahora bien, si Puigdemont cree que se le tiene que pagar, quizás que haga algún gesto crematístico más allá de exigir al común de los mortales que lo hagan. Si se ha se pagar, quizás al menos el mismo Puigdemont debería pedir al PDeCAT ―su partido que preside Bonvehí― que pague una parte. Ni que sea para dar ejemplo. O bien que destinen una parte del dinero 'sucio' que cobrará del Senado español, gracias a los republicanos, a sufragar la fianza de Vila. O que quizás destinen una parte, ni que sea testimonial, del dinero que tienen que percibir del Parlamento Europeo, hay que decir que también en buena medida gracias a la defensa jurídica de Oriol Junqueras. Pero eludir toda responsabilidad no me parece ni justo ni razonable. O que destinen una parte de lo que cobrarán de más sus diputados después de haber pactado los presupuestos del Parlamento con la derecha casposa. O los que ingresan en la Diputación de Barcelona gracias a regalar la presidencia a los socialistas contra los republicanos. O bien todos los consejos comarcales metropolitanos que también han entregado a los del 155. De hecho, nadie ha cerrado tantos pactos con la derecha casposa y con el PSC como los de Puigdemont. Y eso no son pocos ingresos. Sólo hay que ver cómo están dejando de bonita la flamante nueva sede de la calle Calàbria.
Porque pedir dinero a todo el mundo para ayudar a Vila sin hacer ningún gesto efectivo al respecto es, como mínimo, poco ejemplar. Descargar la responsabilidad sobre los otros es poco elegante, sobre todo cuando estás en condiciones de hacer algún gesto claro. Si ni Puigdemont, ni Junts, ni la Crida, ni el PDeCAT no dan un primer paso, parece difícil que se le pueda pedir al común que lo haga, sobre todo cuando el común es muy plural y Vila tiene un buen trabajo, se relaciona con un mundo muy lejano al independentismo y su salida relámpago de la prisión contrastó con la extensa declaración (todos los demás sólo respondieron a sus abogados) en la Audiencia Nacional aquel infausto 2 de noviembre.
No entro en si hace falta ayudar o no al exconseller. Insisto, nunca ocultó su oposición al referéndum que se encargó a Junqueras y Romeva. Desde el primer día lo advirtió. Y también es cierto que en la cuestión de Sixena tomó una decisión como miembro del Govern que presidía Puigdemont. Razones las hay. Sólo apunto que los gestos tendrían que ir acompañados de hechos. Y que si Puigdemont quiere que se le pague la fianza, tal vez sus compañeros de viaje de toda la vida tendrían que ser los primeros en mover ficha, en dar ejemplo. Las palabras se las lleva el viento.
El asunto de la fianza de Santi Vila es un mal que no quiere ruido. Más discreción, menos Twitter y más hechos si aquello que se pretende, legítimamente, es ayudar económicamente al exconseller y amigo personal del president, posición que es respetable y que hay motivos para, al menos, valorarlo. Pero, por el amor de Dios, que al menos se rasquen sus bolsillos, ni que sea testimonialmente, antes de pedir que nos lo rasquemos todos.