El 14 de abril de 1931, hoy hace 90 años, se proclamaba la República Catalana, un hito histórico que tres días más tarde fue intercambiado por la Generalitat de Catalunya. Macià confesaría que fue la decisión más difícil de su vida. Cabe decir que el president Macià escuchó decir de todo por los hiperventilados de la época que lo acusaron de poco más que de traición.
Aquella República, que nació de la nada, fue abortada muy pronto, pero hizo posible la recuperación de un régimen de autogobierno a la vez que hizo caer la monarquía española. El triunfo brillante del ERC de Macià y Companys el 12 de abril de 1931 fue determinante en Catalunya. No sólo dejó con un palmo de narices la derecha catalanista, la Lliga, también los prohombres agrupados en torno a la potente Acció Catalana que habían despreciado el proyecto de fusión de tradiciones y culturas políticas de Macià y Companys. Macià puso el aura épica; Companys, las bases militantes del mundo sindicalista de la ciudad y el campo. Es poco conocido que la decisión de presentarse a las elecciones fue forzada por Lluís Companys, que era un hombre con olfato, con olfato político. Macià no lo veía claro, creía que era inviable contribuir a las elecciones con un partido fundado sólo tres semanas antes de la celebración de los comicios.
Aquella ERC de los años treinta (en la cual se refleja Oriol Junqueras) consiguió ser hegemónica y transformar el país gracias a la suma de tradiciones y culturas, gracias a su transversalidad. Era un verdadero frente amplio (¿les suena?) que permitía convivir a liberales de izquierda con socialistas, a sindicalistas de armas tomar con miseros de domingo. ERC era una síntesis representativa del país que tuvo que asumir la gobernanza de una sociedad en ebullición y trastornada por una guerra desigual que liquidó los sueños de toda una generación de catalanas y catalanes.
Ya basta de historias, de excusas, de retórica estéril, hagan gobierno, ya. Y al mismo tiempo pongan negro sobre blanco, expliquen qué estrategia impulsan para materializar la independencia
Macià y Companys tuvieron que sostener una sociedad que era empujada por los extremos y batallar contra una derecha catalanista que no sólo combatió la República, sino que abrazó el golpe de estado militar del general Franco. Por eso, los herederos de esta derecha catalanista evolucionada nunca han tenido interés en recuperar la memoria histórica. Ni se sienten suya la República ni los miles de jóvenes que todavía quedan sepultados en las cunetas.
Me pregunto: ¿qué pensarían Macià y Companys de los herederos de aquella derecha que hoy torpedean el Govern de Catalunya, que fomentan la crispación y las palabras gordas, que hablan de unidad arbitrariamente como arma arrojadiza, que exasperan con una retórica sin ningún tipo de concreción y que desorientan con su frivolidad? Un día dicen una cosa y al otro la contraria. En este sentido, la presidenta del Parlament, Laura Borràs, tendría que hacer una reflexión. Nos está acostumbrando a afirmar vehemente una cosa un día y a negar la mayor el día siguiente. Y esta actitud ni prestigia la institución ni proyecta confianza, más bien fomenta la confusión.
Ya basta de historias, de excusas, de retórica estéril, hagan gobierno, ya. Y al mismo tiempo pongan negro sobre blanco, expliquen qué estrategia impulsan para materializar la independencia, tal como han hecho Marta Rovira y Oriol Junqueras, por ejemplo. Porque su propuesta, la de los republicanos, puede ser enmendada, mejorada o censurada. Pero no es humo, este humo espeso que se esconde detrás de las consignas panfletarias que como el perro del hortelano parece que tengan como propósito no hacer, ni dejar hacer.