Sólo nos queda escuchar, animarnos y admirar las espectaculares imágenes que nos vuelve a dejar la Diada 2018 (y ya van siete seguidas), con más de 1 millón de personas coral movilizadas de manera masiva, pacífica, festiva y que invadían la arteria central de la capital catalana. La movilización popular más importante de Europa de los últimos años. La fiesta nacional catalana, sinónimo de resistencia, perseverancia y el preámbulo de un otoño que acabará con el juicio político a los líderes independentistas y que decidirá, sin ningún tipo de duda, el futuro de este país.
Atrás quedan los temores y dudas que querían sembrar aquellos que daban por seguro que, con el intento de decapitación del independentismo, frenarían la capacidad de movilización de un pueblo. Por enésima vez su estrategia para desactivar el independentismo ha fracasado. El independentismo no es una moda pasajera y frívola, sino que es la hegemonía social de Catalunya y la resistencia a la terrible represión del Estado.
Una Diada que reivindicaba la recesión de los derechos y las libertades en manos del Estado, la falta de una justicia imparcial y que el camino hacia la República catalana es legítimo y democrático, el resultado de la concreción de las voluntades expresadas en la calle y en las urnas a favor de los derechos y las libertades.
Una Diada de excepcionalidades
Todavía vibra mi alma con los gritos de los centenares de miles de llegados de todos los Països Catalans que, pasadas las 17.14 horas, tumbaban con su fuerza los muros del Estado.
Pero a pesar del éxito incontestable de la manifestación, ya al amanecer en los pies del monumento de Rafael Casanova sabíamos que esta Diada era de absoluta excepcionalidad. Por un lado, el inicio del otoño republicano que llevará a revivir el primer aniversario del 20-S, el 1-O... y que acabará con el juicio político sin garantías procesales. Y por el otro, el recuerdo para aquellos que durante la Diada del 2017 estaban arriba del escenario (los Jordis) y aquellos que estaban abajo (el Govern). Un vacío imposible de llenar a pesar de la dignidad, el valor, el coraje y la lucha de sus familiares y amigos, todos ellos en la cabecera de la manifestación.
Y ante esta excepcionalidad, respuesta firme y contundente de los líderes de la ANC y Òmnium pidiendo realismo y honestidad en la acción política, pero también determinación y unidad.
La Diada "de los otros"
La plaza del Rei ha sido el espacio escogido por el Frente Naranja (Ciudadanos) para celebrar lo que ellos han denominado "la otra Diada". Inés Arrimadas repetía y repetía que "la Diada en manos de los independentistas era excluyente y expulsaba de las calles a la mitad de los catalanes". Un acto en que había más periodistas que manifestantes.
Otro intento de fragmentar la sociedad en manos de aquellos que tienen "inspiración aznarista" con su alumno aventajado al frente, Albert Rivera. Sin tampoco olvidar las palabras del líder popular, Pablo Casado, calificando la Diada de "aquelarre independentista".
El problema del Partido Popular y Ciudadanos es que están forjados con base ultranacionalista y con escasa tradición democrática, uno de los problemas heredados de una Transición que tuvo la impunidad como bandera y que confundió amnistía con amnesia.
La Diada con historia: la batalla de Muret
En la Diada conmemoramos la voluntad para preservar el largo legado de luchas en defensa de las conquistas sociales y de las libertades nacionales. El coraje de una población que resistió casi dos años el asedio feroz de las tropas borbónicas en defensa del régimen constitucional catalán.
Ayer, el vicepresident Junqueras recordaba, desde la prisión de Lledoners, que el 12 de septiembre del año 1213 también fue un día clave en nuestra historia: la batalla de Muret. Aquel día el rey Pedro el Católico moría en combate a manos de un ejército croata, convocado por el Papado e impulsado por el rey de Francia. El desastre de Muret cerraba definitivamente las puertas a la presencia catalana en Occitania y obligaba a reorientar su futuro Mediterráneo hacia allá.
Fuera como fuera, aquel fatídico 12 de septiembre de 1213 el rey Pedro consideró innecesario esperar los refuerzos que le llevaba su senescal Hug de Montcada. Tampoco quiso proteger su campamento. Y, además, tuvo una actitud del todo imprudente durante la batalla, lanzándose personalmente en medio del combate. El rey Pedro el Católico era tan consciente de su fuerza militar que perdió la batalla de Muret por un exceso de confianza.
Compartir el proyecto es compartir la batalla. El sentido metafórico de "compartir el proyecto" es sinónimo de blindarnos, persistir y reforzarnos para ganar la batalla. Compartir el proyecto no sólo es hacerlo crecer sino hacerlo más flexible, más horizontal... mejorarlo. Eso comporta escuchar y debatir con todos aquellos que son más críticos y que el proyecto sólo crecerá cambiándolo. Tal como dijo Thomas Paine "que el tiempo y la razón cooperen". Sólo de esta manera ganaremos la batalla que el rey Pedro perdió.
La Diada de la escuela catalana, símbolo de resistencia
Ayer fueron miles los niños que volvieron al colegio después de meses de vacaciones de verano. Llantos y abrazos con las madres y padres antes de entrar. Pero hubo madres y padres que no pudieron llevar a sus hijas e hijos al colegio. La prisión o el exilio se lo impidió.
La escuela catalana ha aguantado con firmeza los ataques que ha sufrido los últimos meses de aquellos que decían que era la base del independentismo mediante el adoctrinamiento de maestros y docentes. ¡Qué barbaridad!
La misma escuela a la que algunos tendrían que volver. Desde la expresidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes (PP), pasando por la exministra de Sanidad del Estado Carmen Montón (PSOE), o también aquellos políticos de Ciudadanos que, cada año justo después de la Diada, se convierten en máster de estadística para recontar los asistentes a la manifestación. Y cada año suspenden. Pero lo que es digno de estudio son las palabras en la BBC del ministro de Exteriores del Estado, Josep Borrell, a favor de reconocer Catalunya como una nación, en contra de un referéndum en el marco de la Constitución española y en contra de la situación preventiva para los presos políticos. Razonamiento incompatible.
Estrategia, unidad y determinación
El corazón del independentismo late fuerte. Las piernas están firmes y ahora es el cerebro quien tiene que marcar la estrategia y el camino. La fuerza del independentismo es la gente. El éxito del independentismo es su diversidad, hables la lengua que hables y hayas nacido donde hayas nacido. La gente que no ha desistido ni a los golpes de porra, ni a la represión, ni a las amenazas, ni ante el injusto encarcelamiento o exilio de los líderes políticos y sociales.
Impregnémonos de realismo, de honestidad y determinación y trabajemos por la unidad de acción política, todos juntos: entidades y actores independentistas, partidos políticos, patronal, sindicados y tercer sector. Lo tenemos que afrontar con generosidad e inteligencia, abrazando al amplio espectro del movimiento soberanista. Este tiene que ser el camino y la guía a seguir para llegar a la cima de la República.
Y como dijo Albert Einstein "existe una fuerza motriz más poderosa que el vapor, la electricidad o la energía atómica: la voluntad".